La Habana, (PL).- Los Juegos Olímpicos celebraron su decimosexta edición en Melbourne-1956, justa en la que la extinta Unión Soviética emergió como gran potencia deportiva mundial para romper con la hegemonía de los Estados Unidos en el concierto bajo los cinco aros.
Fue la primera ocasión en que la cita estival se disputaría en el hemisferio sur y solo uno de los 16 deportes convocados no tuvo asiento en la bella ciudad australiana, la equitación, debido a las estrictas regulaciones gubernamentales que no permitían la entrada de caballos al país.
Su celebración se trasladó a la capital sueca, Estocolmo con una nómina de alrededor de 158 concursantes de 29 naciones. Primera vez que se celebraron eventos de una cita estival en naciones diferentes.
Melbourne que obtuvo el derecho de organizar la cumbre deportiva universal tan solo por un voto sobre Buenos Aires, acogió a tres mil 342 competidores, de ellos 376 mujeres, de 67 países en un calendario que abarcó 16 deportes, cuyos eventos se efectuaron, también como hecho inédito, a fines de año: del 22 de noviembre al 8 de diciembre, debido a la ocurrencia en esa época del verano austral.
Cinco naciones latinoamericanas lograron al menos una presea, y Bahamas, con un bronce, se incluyó por primera vez en el medallero.
En su segunda olimpiada, los deportistas de la extinta Unión Soviética destronaron a los estadounidenses -también por primera vez para una nación que no fuera sede- en el medallero final, al lograr 37 de oro, 29 de plata y 32 de bronce, con un estrecho margen de solo cinco títulos más.
Dicho éxito se debió en buena medida a la actuación de sus gimnastas a quienes, tanto en el masculino como en el femenino, solo se les escaparon dos títulos, todos individuales.
La reina fue Larissa Latynina, quien acaparó tres medallas de oro, una de ellas compartida, mientras Victor Chukarin obtuvo otro trío, incluida la colectiva.
La delegación soviética también logró sus dos primeras preseas doradas en los eventos para hombres del atletismo, ambas a las manos del mismo competidor, Vladimir Kuts, en los 5,000 y 10,000 metros, con sendos récords olímpicos.
En este deporte se mantuvo el predominio norteamericano, pues en total obtuvieron 15 cetros.
Los monarcas por naciones ganaron tres divisiones del boxeo, pero la gran atracción en esa disciplina resultó el húngaro Laszlo Papp, quien en Melbourne completo su trilogía de triunfos sucesivos, aunque en dos categorías.
Otro de los deportes en que se destacaron los deportistas de la URSS fue la halterofilia, en la cual alcanzaron cuatro galardones máximos.
La mejor actuación en la natación esta vez corrió a cargo de los representantes australianos, quienes vencieron en ocho de las 13 pruebas disputadas.
Un latinoamericano, el mexicano Joaquín Capilla, se dio el gusto de destronar por primera vez a los clavadistas estadounidenses -hombre o mujer- en citas olímpicas, al ganar oro en la plataforma (obtuvo, además, bronce en trampolín).
Capilla completó así una rara «trilogía de color» consecutiva en los Juegos, pues en Londres-1948 capturó el bronce y en Helsinki-1952 la plata en la propia plataforma.
Quizás los participantes más afortunados en Melbourne resultaron los australianos Ian Browne y Anthony Marchant, quienes compitieron en la lid de tandem a 2,000 metros del ciclismo.
Después de ser batidos en la primera ronda y en una prueba de consolación, lograron su pase en otro «repechage». De ahi en adelante fueron invencibles hasta ceñirse la corona.
Un héroe de Helsinki cuatro años antes, el checoslovaco Emil Zatopek, concurrió a la cita australiana para defender su cetro en la maratón, pero entró a la meta en el sexto puesto. El vencedor de la carrera, el francés Alain Mimoun, fue segundo de Zatopek tres veces en competencias previas.
La suerte del estadounidense Jack Davis, especialista de 110m con vallas, evidentemente fue pésima.
Tanto en Helsinki-1952 como en Melbourne-1956, Davis concluyó en la final igualado en la meta con otro corredor, siempre con récords olímpicos, pero en ambas ocasiones el foto-finish lo relegó al segundo puesto. Lo más curioso es que el desafortunado era el poseedor de la marca mundial en esa distancia.
En la sede australiana concluyó su carrera la mujer con más prolongada «vida olímpica» en la historia, la esgrimista austriaca Ellen Muller-Preiss, quien debutó 24 años atrás con la medalla de oro en florete individual en Los Angeles-1932. Obtuvo bronce en Berlin-1936 y Londres-1948.
Melbourne 1956: La explosión de la URSS en olimpiadas
Por Carlos Bandines Machín (*)