México, (PL).- México resultó el primer país latinoamericano en acoger unos Juegos Olímpicos. Ocurrió del 12 al 27 de octubre de 1968 en la capital del país azteca, que había sido candidata a las dos olimpiadas anteriores.
Diez días antes de la inauguración de los Juegos de la XIX Olimpíada, México y el mundo se estremecieron con lo que desde entonces se conoce como la Matanza de Tlatelolco, la plaza capitalina donde decenas de manifestantes perdieron la vida bajo las balas del Ejército y fuerzas paramilitares.
No obstante, América Latina tuvo su primera olimpiada, también pese a los temores respecto a los efectos de los más de dos mil 200 metros de altura media en que se encuentra la Ciudad de México en la salud de los atletas.
Ante la necesidad de resolver la controversia de la altitud, el Comité Olímpico Organizador realizó entre 1965 y 1967 tres competiciones internacionales preolímpicas. Los estudios médicos realizados a los deportistas en diversas etapas estimaron un periodo de aclimatación de seis a ocho días.
La mayoría de las instalaciones deportivas se ubicaron dentro de los límites de la ciudad, a excepción de cuatro sedes ubicadas en Acapulco, Guadalajara y Valle de Bravo y tres estadios de fútbol.
Para hospedar a los deportistas, jueces y entrenadores, se construyeron dos villas olímpicas, además de hoteles y apartamentos. En total, participaron cinco mil 516 atletas (cuatro mil 735 hombres y 781 mujeres) de 112 países, que compitieron en 172 eventos de 20 deportes, de ellos dos de demostración.
La cita mexicana tuvo sus particularidades. Estos fueron los primeros Juegos Olímpicos organizados por un país en vías de desarrollo, por una nación hispanohablante y los primeros realizados en Latinoamérica. También los terceros celebrados en otoño, los primeros con controles antidopaje y pruebas de género e hizo su aparición la Olimpiada Cultural.
Se prohibió la participación de Sudáfrica por su régimen de segregación racial, las dos Alemanias compitieron por separado por vez primera y naciones como El Salvador, Honduras, Kuwait y Paraguay, entre otras, hicieron su debut en citas estivales.
Un símbolo para la historia quedó grabado en la imagen de los estadounidenses Tommie Smith y John Carlos al realizar el saludo del poder negro durante la ceremonia de premiación de los 200 metros.
Estados Unidos fue el contingente olímpico más exitoso al obtener 107 medallas, de ellas 45 de oro. Le siguieron en el tablero la Unión Soviética y Japón.
La gimnasta checoslovaca Vera Caslavska resultó la reina indiscutible de los juegos. Hoy sigue siendo la única en su deporte ganadora de todas las pruebas individuales en una competición de esa categoría. En ese mismo deporte, el soviético Mijail Vorinin se colgó siete medallas al cuello, de ellas dos doradas.
En la capital mexicana el norteamericano Bob Beamon se convirtió en leyenda al imponer marca de 8,90 metros en la final de salto de longitud. Su compatriota en el salto de altura, Dick Fosbury, se hizo de la presea dorada con una innovadora técnica llamada Fosbury Flop, que aún es empleada.
Y si la altura era una preocupación, no lo fue para James Hines, el primer ser humano en romper la barrera de los 10 segundos en los 100 metros con 9.95 segundos, tiempo que en su momento constituyó record mundial. Otra atleta de Estados Unidos, Wyomia Tyus, impuso plusmarca de orbe en la misma distancia (11.08 segundos) y fue la primera persona en revalidar el título olímpico en los 100 metros.
Los 400 metros fue la única final con los tres ganadores del mismo país: los estadounidenses Lee Evans (43.8 segundos y plusmarca mundial), quien había planeado retirarse en protesta por la expulsión de Carlos y Smith de la Villa Olímpica, Larry James y Ron Freeman repitieron la historia de San Luis-1904.
Tres plusmarcas tuvieron una gran longevidad. La de Beamon tardó más de 20 años en ser superada.
En el Campeonato Mundial de Atletismo de Tokio-1991, Carl Lewis logró una nueva marca al saltar 8,91 metros. Pero una hora después fue superada por su compatriota Mike Powell, con 8,95 metros.
Hines mantuvo su registro hasta 1988, cuando Calvin Smith lo superó con 9 segundos 93 centésimas. Ese mismo año cayó el de Evans en los 400 metros, pues Harry Butch Reynolds llegó con 43 segundos y 29 centésimas.
LLEGARON LOS AFRICANOS
En México los africanos comenzaron a destacarse en las competiciones atléticas, especialmente Amos Biwott, oro olímpico en los 3000 metros con obstáculos, cuya inesperada victoria fue pionera en el dominio del llamado continente negro en las carreras de larga distancia.
Naftali Temu obtuvo el primer cetro para Kenya al vencer en la final de los 10 mil metros al etíope Mamo Wolde y al tunecino Mohammed Gammoudi.
Tras colapsar en los 10 mil metros, el keniano Kip Keino obtuvo la plata en los cinco mil metros, 0,2 segundos más lento que Gammoudi y 1,2 más rápido que Temu.
Sin embargo, la historia fue diferente en los mil 500 metros. Luego de quedar atascado en el tráfico camino al estadio, Keino trotó un kilómetro para llegar a la final. A pesar de ello, logró el oro, plusmarca olímpica y la «victoria más dominante en la historia del evento», al realizar un tiempo de 3:34.9 minutos y mantener con ello una distancia de 20 metros con el segundo lugar, el estadounidense Jim Ryun.
En la maratón, el etíope Mamo Wolde se adjudicó el oro al finalizar el evento con 2 horas, 20 minutos y 27 segundos.
Setenta y cinco atletas participaron en el recorrido de 42 kilómetros y 195 metros, que inició en la Plaza de la Constitución y finalizó en el Estadio Olímpico. Sin embargo, 18 de ellos no pudieron completar el recorrido.
Una hora y cinco minutos después de la llegada del ganador, arribó el tanzano John Stephen Akhwari en el lugar 57. Luego de rezagarse a causa de calambres, en el kilómetro 17 fue golpeado y cayó al suelo, lo que le provocó cortes, una luxación de rodilla y daños en el hombro.
Tras recibir atención médica regresó a la carrera. En los últimos metros, cojeando, con el vendaje suelto y sangrando, fue vitoreado por los pocos espectadores restantes. «Mi país no me envió cinco mil millas para iniciar la carrera, me envió cinco mil millas para finalizar la carrera», declaró poco después.
Fue uno de esos momentos inolvidables de coraje y entrega en el deporte olímpico.
(*) Corresponsal en México