Cada vez la gente se deja engañar con documentos falsos como son los diplomas, certificados de secundaria, preparatoria e inclusive con aquellos universitarios, es decir, títulos profesionales.
Hay quienes entran a estas instituciones de educación y están en una total ignorancia de lo que sucede ahí, y su veracidad de éstas solo se apoya en una publicidad bien armada en las redes sociales preferentemente en Facebook engañando a mucha gente, pero sobre todo las primeras víctimas son los adolescentes quienes al ver las imágenes de sus estudiantes que parecen como sacados de una revista de modelos tanto hombres como mujeres, se entusiasman que logran convencer a sus papás para inscribirlos ahí.
Otra parte de la población simplemente tiene conocimiento de ello, pero prefieren hacerse del lado de los desentendidos por una simple razón: la economía.
Es muy cierto que ante una crisis económica generada en todo el país permite a otros abrir nuevas oportunidades. Como pueden ser beneficioso para cualquier rubro de comercio en donde el monopolio de las grandes compañías rompe relaciones con algunos proveedores en donde éstos últimos después de décadas cegados a querer voltear a ver otras opciones lo empiezan a hacer por el simple hecho de que sus utilidades son mermadas con el alto crecimiento de precios de sus insumos.
Existen en el país muchos comercios que pueden dar el mismo servicio o producto que una compañía grande, empero, su desventaja es que no tiene el peso o renombre de marca y en muchos de los casos se trata de negocios familiares que simplemente no se les ha dado esa oportunidad aunque bien saben trabajar igual o mejor que esos corporativos que llevan décadas en el mercado.
Esta situación es en todos los rubros incluyendo el sector educación. En lo personal soy egresado de una escuela de primaria, secundaria privada de renombre en la ciudad de Torreón, Coahuila, así como mis estudios universitarios y he observado con el pasar del tiempo a muchos compañeros de mi generación que se han realizado no solo como profesionistas sino también como padres de familia. Curiosamente en aquellas épocas fantaseábamos con nuestro futuro y obviamente nos veíamos casados y con hijos, pero ninguno de nosotros nos imaginábamos con quién haríamos nuestros hogares.
Pero de algo sí era seguro en la cual todos coincidíamos en que nuestros hijos siempre estudiarían en los mismos colegios y universidades que nosotros, sin embargo, la vida da muchas vueltas y ahora esas mismas instituciones educativas han elevado por las nubes tanto las inscripciones, así como los pagos mensuales de las materias, uniformes, libros especializados, etc., que un porcentaje muy alto de mis compañeros de mi generación han buscado otras opciones en donde sus decisiones son variantes desde considerarlos muy exagerados los costos y otros no poder realizar sus sueños de que sus hijos estudien en las mismas escuelas que ellos porque tienen más de dos hijos y sus prioridades están con otros compromisos.
Esta situación ha permitido que al día de hoy han surgido cada vez más y nuevas escuelas con precios más accesibles, pero esto también abrió el abanico de oportunistas que lucran por medio del engaños en donde a todo lo que se le cuestione ellos siempre dirán que sí. Siendo la pregunta más recurrente si están inscritos o reconocidos ante la Secretaría de Educación Pública afirmando la respuesta cuando en realidad no lo están.
Son éstas escuelas conocidas como “patito” quienes hacen de la educación un negocio redondo, pero a base de mentiras y jugando con la única herramienta que tiene la juventud para luchar en la vida y la mejor herencia que podrán tener que es la educación.
Es muy fácil culpar a la Secretaría de Educación Pública por permitir a estas escuelas “patito” y sin pretender justificar a ésta autoridad la realidad es que no cuentan con un personal especializado, es decir, inspectores para andar por las calles de cada ciudad verificando si son escuelas falsas o no y también la otra es, que no se sabe si son autoridad con facultades jurídicas suficientes como para cerrar una institución educativa que cumple con las normativas hacendarias y de comercio pero simplemente no cuentan con la certificación de la SEP.
Este dilema que deja a los padres de familia y a muchos jóvenes al tomar una decisión para estudiar una profesión, ya sea reconocida ante la Secretaría de Educación Pública o no, es la situación por la que muchos están pasando pero al último el que manda es el bolsillo porque aunque entreguen un certificado de estudios no valido para la SEP, hay muchos recién egresados que buscan trabajo y oportunidades con estos documentos, siendo la sorpresa que una gran parte de ellos son contratados al pasar los diferentes filtros de los departamentos de recursos humanos, mostrando capacidad y conocimiento para desarrollar el trabajo.