Plaza de la República de París: dialogo, protesta y represión

Por Masiel Fernández Bolaños

París, 13 abr (PL) La emblemática Plaza de la República de París es hoy un hervidero de ideas en el que comenzó a aumentar la temperatura el 31 de marzo tras las manifestaciones y huelgas contra un polémico proyecto del gobierno.
Ese día, tras culminar las acciones de protestas, cientos de personas se concentraron en dicho sitio, como una especie de prolongación de las movilizaciones en las que demandan la retirada definitiva del proyecto.
Los detractores del texto señalan que favorece la precarizaron laboral y al empresariado en detrimento de los derechos de los trabajadores, en un país donde el desempleo se ubica en torno al 10 por ciento.
Por su parte, el gobierno y la patronal, insisten en defenderlo. Para la ministra de Trabajo, Myriam El Khomri, se trata de una iniciativa justa y necesaria que debe permitir la disminución de la desocupación.
Lo cierto es que la oposición a ese plan encendió una chispa y cada noche, desde el 31 de marzo, varios centenares de personas ocupan la Plaza como parte del movimiento Noche en Pie, el cual, al decir de sus seguidores, va más allá del tema laboral.
Se trata de una forma de expresar el descontento con relación a políticas emprendidas por el gobierno. Es una oportunidad para debatir e intercambiar sobre temas tan sensibles como la migración, la vivienda, el cambio climático, el terrorismo, declararon algunos de los movilizados a Prensa Latina.
Con la realización de asambleas populares y conciertos, el movimiento se extiende a otras ciudades del país como Nantes (oeste), Rennes (oeste), Lyon (este) y Toulouse (sur), donde cientos de personas se reúnen en plazas públicas.
La iniciativa amplía sus reivindicaciones pues los inconformes opinan que el tema del plan laboral es sólo «una rama de un árbol que debe ser cortado».
Los manifestantes, que a juicio de especialistas están inspirados en el movimiento de los indignados de España, realizan programas en los que debaten tópicos como democracia participativa, hablan de «destrucción global del sistema capitalista» e insisten en el combate por el derecho a la vivienda.
Se trata de construir un movimiento social fuerte que reúna a todos los necesitados frente a la oligarquía, un movimiento ciudadano pero no político, un proyecto muy ambicioso, explica a medios de prensa, Camille, quien participa en la organización.
El hecho de que los jóvenes se hayan unido con especial fuerza a esta iniciativa y a otras protestas que tienen lugar en Francia, podría resultar particularmente preocupante para el gobierno. Podría ser una inequívoca señal de que más que «algo» está pasando, quizás hasta gestándose.
Las condiciones parecieran estar creadas para atizar la chispa, entre otras razones por la falta de credibilidad de los llamados partidos políticos tradicionales; el no sentir en sus propuestas, verdaderas y duraderas soluciones a males que aquejan a la sociedad desde hace años y que ensombrecen un futuro que desde ya inquieta a muchos.
Numerosas interrogantes asoman en torno al devenir, a la continuidad del movimiento Noche en pie, aún incipiente.
Más allá del desenlace, lo cierto es que el pulso social se antoja tal vez demasiado alterado para el gusto de los que convenientemente abogan por mantener el rumbo actual de las cosas.
Jóvenes, sindicatos de trabajadores, minorías, y muchos otros se movilizan. Todos tienen en común un descontento cada vez más visible y el deseo y la necesidad de cambios y mejoras palpables.

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