La Habana, (PL).- Con la irrupción de la financiación privada como gran novedad, los Juegos Olímpicos regresaron a Estados Unidos después de 52 años para acoger la edición de 1984, por segunda ocasión en la ciudad de Los Angeles.
Los organizadores ya tenían el antecedente de Montreal-1976, donde las pérdidas económicas recayeron directamente sobre el estado canadiense, y decidieron recurrir a un experto hombre de negocios y amante del deporte, Peter Ueberroth.
El empresario movilizó 500 millones de dólares y consiguió que importantes multinacionales de la talla de Coca-Cola, Fuji o General Motors decidieran involucrarse en la fiesta olímpica porque ninguna institución pública quería arriesgar su dinero.
Los Ángeles fueron el punto de partida para la conversión de los Juegos en algo más que deporte, pasando a ser un negocio y foco de atención de todo el mundo publicitario.
El récord de naciones participantes en unos Juegos Olímpicos volvió a batirse en la XXIII edición de Los Angeles-1984, primera ciudad no capital en repetir la organización de estas lides.
Allí, donde se celebraron los X Juegos en 1932, estuvieron representados 140 países, aunque el número de concursantes (siete mil 78) quedó por debajo del de Munich-1972 (siete mil 830).
Esas cifras hubieran sido superiores de haber asistido los países del campo socialista europeo, además de Cuba y la República Popular Democrática de Corea, que se rehusaron a participar.
Dichos Estados explicaron su ausencia en la inseguridad reinante en esa urbe estadounidense para los integrantes de sus delegaciones, así como por el clima hostil exacerbado por el propio gobierno del entonces presidente Ronald Reagan.
Además, porque la excesiva comercialización del evento iba totalmente en contra de los postulados olímpicos.
La ceremonia de apertura, la de clausura -ambas calificadas de espectaculares- y las pruebas de campo y pista hicieron del Coliseo de Los Ángeles la instalación que mayor concurrencia tuvo en los 15 días de la cita, con un millón 310 mil 897 personas.
Sin embargo, la competencia que mayor número de espectadores reunió fue la de fútbol, algo inusitado en un país donde no existía fuerte tradición en esa disciplina.
Más de un millón 300 mil aficionados se dieron cita en los estadios de las seis sedes para las eliminatorias y el angelino Rose Bowl donde se jugaron las semifinales y la final.
Pocas dificultades tuvieron los estadounidenses para ganar colectivamente el atletismo con 16 títulos en total, debido a la ausencia de las demás potencias en esta disciplina, como la Unión Soviética, Alemania Democrática y Checoslovaquia.
A ese triunfo contribuyó de manera especial el debutante Carl Lewis, quien reeditó la hazaña de su compatriota Jesse Owens en Berlín-1936 al triunfar en 100 y 200 metros, los 4×100 y el salto largo.
Precisamente en el relevo corto masculino fue impuesta la única marca mundial del campo y pista (37.83 segundos).
La estadounidense Valeri Brisco-Hooks, casi desconocida internacionalmente apenas un año antes, fue otra de las atracciones de esta lid al ganar los 200 y 400 metros (primer hombre o mujer en hacerlo) y los 4×400. En conjunto, ella tuvo que correr 11 veces en 10 días.
El jabalinista Arto Haerkoenen dio a Finlandia su sexto título olímpico en esa prueba al lanzar el implemento hasta los 86.76 metros.
Otro estelar, el británico Sebastián Coe, se convirtió en el único en conquistar un par de preseas doradas en los mil 500 metros y también obtuvo plata en los 800 metros, donde la gran figura fue Joaquín Cruz, quien le regaló a Brasil el título e implantó marca para estas citas con 1:43.00 minutos.
Nawal El Moutawakil no impresionó durante las eliminatorias de los 400 metros con vallas para damas, pero en la final protagonizó la sorpresa y ofreció a Marruecos su primera medalla de oro y récord olímpico en la historia (54.61 segundos).
Por si fuera poco, otro marroquí, Said Aouita, repitió posteriormente esa actuación en los cinco mil metros y con crono de 13:05.59 minutos -record olímpico-, iniciaba su extraordinario paso por las pistas.
Zhu Jianhua fue el primer chino en ganar una presea en el atletismo históricamente, la de bronce en el salto alto (2.31 metros).
El británico Daley Thompson fue el segundo atleta en retener su título en el decatlón, desde que lo hiciera el estadounidense Bob Mathias en Londres-1948 y Helsinki-1952.
Los neozelandeses Rex Sellers y Christopher Timms tomaron una ventaja tal en las seis primeras carreras de la clase tornado del yatismo, que no tuvieron que salir a la séptima y última para obtener la medalla de oro.
Dos jovencitas estadounidenses que compartían el mismo cuarto en la Villa, Nancy Gogshead y Carrie Steinseifer, cronometraron idéntico tiempo para encabezar los 100 metros libres de la natación y en una decisión sin precedentes, ambas recibieron sus pergaminos dorados.
Con sus tres medallas de oro y dos de plata, la rumana Ecaterina Szabo se convirtió en la reina de la gimnástica, pero el público norteamericano calificó de heroína a su compatriota Mary Lou Retton.
Retton fue la titular en el concurso completo, con dos marcas perfectas de 10 y en una batalla colosal con la europea, además de conseguir dos medallas de plata y otro par de bronce.
Los Angeles-1984: el negocio de los Juegos
Por Adrián Mengana Martínez