- Comunidad judicial, comunidad compleja, viva y fuerte
- El derecho está destinado a hacer justicia mediante jueces talentosos, pero nunca máquinas deshumanizadas
Discurso del magistrado Edgar Elías Azar, presidente de la Comisión Nacional del Tribunal Superior de Justicia de los Estados Unidos Mexicanos, durante el acto de Justicia cotidiana, encabezado por el presidente Enrique Peña Nieto.
Ciudadano presidente de la República; ciudadano presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Senadores; presidente de la Conago; señor Consejero Jurídico de la Presidencia de la República; damas y caballeros.
Señor presidente: usted acuñó una idea y no una frase. Una idea-fuerza que ahora mueve a un país completo.
Hablar en estos días y en los que seguirán, y muchos más, de la Justicia Cotidiana y de su relevancia en la vida de los mexicanos, será evocar e invocar siempre estos tiempos de urgencia en lo justo; de importancia en la vida de cada día; de rescate de lo mejor de las personas; de su vida, de su libertad, de su patrimonio, de su trabajo, de su tierra, de su familia y de su tiempo.
Señor presidente: en las funciones judiciales de cada entidad federativa, donde nos hallamos a diario con la realidad más elocuente de nuestra sociedad, lo tenemos todos los mexicanos a usted presente.
Nos rescató en nuestro cotidiano quehacer de la molicie para traernos a la actualidad y dinámica de una nación.
En verdad su impulso ha sido definitivo, y para la comprensión de todos nos hizo ver el tamaño de nuestra encomienda y de qué dimensión es la complejidad que todos nosotros asumimos como comunidad judicial, que es una comunidad compleja, viva y fuerte.
La función judicial en el fuero común muestra 32 versiones locales, pero una sola presencia en la voluntad de avanzar, de cambiar para mejorar, de ser instituciones confiables, creíbles y eficaces para quien demanda justicia.
Desde luego, la justicia no es quimera, no tiene porqué seguir hablándose de sed de justicia en nuestro país, pues ahora mismo vivimos una revolución pacífica de la justicia en todo México, que, paulatina y tenazmente, irá cumpliendo con su cometido de dar a cada quien lo suyo de mejor manera, más comprometida, pero sobre todo, mejor atendida.
Este cambio histórico de calado profundo que usted impulsa, rinde y rendirá mejores frutos en beneficio de la sociedad.
Hoy con usted, señor presidente, al frente de las instituciones nacionales la justicia como virtud de una civilización y como función primigenia y fundamental del Estado, es protagonista importante de los trabajos conjuntos de todos nosotros.
La justicia es demanda antigua de la humanidad, es un viejo apetito no siempre saciado. Es una búsqueda constante al construir civilizaciones. En los tiempos que corren no es diferente. Los pueblos y cada individuo en lo particular buscan vivir en un mundo justo, en un ambiente propicio para su desarrollo.
El derecho es utópico y plantea el deber ser, ese ideal al que aspiramos para vivir y conducirnos, cuyo determinante conspicuo, precisamente es eso, la justicia.
El derecho está destinado a hacer justicia mediante jueces talentosos, pero nunca máquinas deshumanizadas.
Leyes como estas que impulsa, que sepan fundarse en la realidad social y traducir el hoy en un mañana de más orden, armonía y respeto.
Nosotros, en la función judicial del fuero común, somos instituciones que viven cerca de las personas, de sus demandas de justicia de cada día, pero, sobre todo, de sus esperanzas de solución correcta de sus eventuales conflictos.
La justicia cotidiana como idea que usted nos ha impulsado a asumir con seriedad y responsabilidad, abarca muchos territorios de la vasta enciclopedia jurídica, pues va desde los dramas penales que se atienden y resuelven en el seno del derecho público, hasta los conflictos de intereses por cuestiones de contratos incumplidos, de vivienda, de herencias o de extinciones de vínculos familiares; ya en el derecho privado, y por supuesto que vemos esa justicia cotidiana en problemas de derecho social, como cuando las demandas versan sobre trabajo o sobre tierra en los campos del derecho laboral y del agrario.
El territorio a cubrir es tan ancho como rica es la vida de la sociedad mexicana y sus opciones y oportunidades de vida digna y productiva.
Señor presidente: a nombre de todos los participantes por la justicia cotidiana, le agradezco a usted el reconocimiento que nos ha entregado. Sin duda alguna todos sabremos inscribir en nuestro corazón, en nuestras mentes lo inscribiremos así, indeleblemente, que lo hemos recibido de manos de un presidente justo, y que por vez primera en muchas décadas el Ejecutivo federal le pone atención a este problema tan sensible que hoy ha movido la conciencia de todos los juzgadores del país.
La pluralidad de los participantes, la diversidad de las ideas planteadas en los ejercicios que bien coordinó la Consejería Jurídica, dieron como resultado soluciones que acordamos como las más viables para llevarlas a esa gente que le preocupa a usted, a esa justicia del día a día que tanto requiere nuestra sociedad mexicana. Hoy le digo señor, que la convocatoria hecha por usted movió nuestras conciencias y nos hizo trabajar juntos para tener soluciones.
Créame, señor Presidente, que jalamos parejo, y cuando digo que lo hicimos así fue, porque se supieron alinear esperanza y buenas intenciones para la solución de los conflictos; y particularmente para la Conatrib, le digo que este fue un ejercicio inédito. No se recuerda una participación tan activa de los tribunales locales en un proceso como éste.
Usted nos tomó en cuenta, usted nos pidió una opinión, usted entiende que nosotros somos los destinatarios de políticas públicas judiciales, y prácticamente nunca habíamos participado en el diseño de ellas.
Cuando venga lo que tendrá que venir en el proceso legislativo, que sabremos que será complicado, pero igualmente le volvemos a pedir que las dudas que surjan en el Poder Legislativo nos permitan esclarecerlos con una sola arma en la mano, que es la de la experiencia en la justicia cotidiana.
Queremos igual que usted una justicia pareja; queremos igual que usted una justicia que alcance a todos y a todo, y le repito lo que ya le he dicho con autoridad: cuenta con el apoyo de los poderes judiciales de los estados para alcanzar el propósito de avanzar juntos, para alcanzar el propósito de mover a México.
El pueblo mexicano sabe unirse en sus sentimientos más fuertes y en sus demandas más sentidas. Las voces de todos se levantan pidiendo y exigiendo esa justicia cotidiana de mayor extensión y calidad, más rápida y expedita, más confiable, una justicia más autónoma, una justicia más pareja.
Para que esa voz del pueblo pueda ser escuchada, es necesario que su impulso, señor presidente, se adopte y adapte en los diversos niveles de gobierno. Es necesario continuar con los trabajos que tienden a articular un nuevo y más eficaz federalismo.
Es necesario acompasar el paso de todos los gobiernos estatales, acompasar e igualarlos, a fin de marchar en el mismo sentido, con el mismo ritmo y a un mismo rumbo. No podemos tener funciones de justicia de primera clase en algunos estados, y de segunda clase en otros. No lo permita señor presidente.
Sabemos de esos jalones en nuestro marco normativo para tornarlo más eficaz y obedecible, en la articulación de un federalismo moderno y realista que usted impulsa, en el impulso de una justicia digna e independiente, son ya dados ya por su administración.
Primer Gobierno federal en décadas que atiende, como usted lo hace, con interés puntual, con atención comedida, con voluntad resuelta a la justicia del fuero común.
Usted no nos miró como el pariente pobre. Usted nos ha dado nuestro lugar y no tenemos más que agradecerle y responder con trabajo y responsabilidad social.
La función judicial mexicana atiende a los problemas mayores de la justicia; y uno de ellos, no al último en las prioridades, es, precisamente, la Justicia Cotidiana de la que usted se preocupa y ocupa en llevar pronto y directamente al pueblo mismo.
México sabe y reconoce que es su impulso al que nos colocó en esa palestra de funciones para el pueblo. No le fallaremos, señor presidente; ni a usted ni a la sociedad a la que nos debemos.
El sentido de estas palabras es confirmar que somos plenamente sensibles de su convocatoria, y estamos absolutamente comprometidos con esa justicia para el pueblo que usted alienta, y que los 32 Tribunales Superiores de Justicia del país estamos sin condiciones y sin límite con usted, señor presidente.
Por: Blas A. Buendía