Desafío: El Fenómeno ‘Bronco’

Por Rafael Loret de Mola

  • De Pecados Capitales
  • El Fenómeno ‘Bronco’
  • ¡Salven a Los Pinos!

En el mundo moderno los pecados capitales de la antigüedad parecen de poca monta al lado de las perversidades que vivimos a diario en todos los niveles, incluso los familiares y personales, considerando que son frutos de la modernización y quien lo dude queda encriptado dentro de cientos de descalificaciones con correos hacia el pasado sin saber que entonces los castigos solían ser severos –la guillotina durante la Revolución Francesa con la pretensión de aniquilar a la aristocracia o la hoguera ordenada por la Inquisición para rendir a los “herejes” espiados por cuantos cruzaban sus pasos-, y aplicados sin ton ni son.

Es natural que la persecución moral, que más bien era inmoral, se distendiera con el transcurrir de las épocas aun cuando otros vicios ocupan el lugar de las antiguas infracciones condenatorias del alma. Si ayer se preservaban las bibliotecas sólo para los frailes por considerar pecaminosos los pensamientos de otros, en la actualidad la clase política sigue temiendo a la crítica aun cuando disimule sus acciones y pretenda, como en otros tiempos, proponerlas como acciones diabólicas e insensatas para “desestabilizar el país”, por ejemplo. De ello se guía la clase política para entrelazar cuestionamientos severos a sus adversarios proponiendo que sólo el grupo afín es el poseedor de la verdad absoluta, impoluta diríamos, sin el menor sentido de autocrítica.

Recuerdo que no hace mucho escribí sobre las camionetas Suburbans de Andrés Manuel y el consiguiente disgusto de éste por considerar que se le afrentaba en un retén, aun cuando los soldados lo trataron con algodones. Los demás miembros de la sociedad, por supuesto, sufrimos lo nuestro sin que ningún legislador, mucho menos los de MORENA, insista en el absurdo de proceder contra los viajeros comunes rastreándolos sin remedio mientras los cargamentos de drogas cruzan, sin problemas, por veredas paralelas a las autopistas abiertas para su uso exclusivo.

Lo peor es que resulta inútil situar a las entidades por donde pasan porque hasta el presidente las desconoce; y este fenómeno, la verdad, JAMÁS se había dado en la historia de los presidentes de México ni siquiera cuando andaban en carruajes que tardaban semanas en cruzan el territorio nacional. El Benemérito Juárez debó sortear las líneas enemigas para poder su andar por el país y llegó al borde, a lo que entonces se conocía como “Paso del Norte” y hoy es la violenta Ciudad Juárez, Chihuahua –cuyos horrores siguen aunque en menor escala que las matanzas y masacres de los tres estados ingobernables: Michoacán, Guerrero y Tamaulipas-, tratando de salvar a la República, como lo hizo, de los traidores conservadores quienes optaron por traerse a un príncipe extranjero, el enajenado barbado de Miramar, entregándole a su país en el episodio más repelente de nuestra crónica fundamental.

Hoy, las lesiones de la conciencia son otras. Si ayer se hablaba de la lujuria –ahora es un placer considerado legal y hasta necesario- hoy puede hablarse de la depravación hasta su último nivel en el cual cohabitan todo tipo de perversiones bajo el falaz argumento de que todos podemos hacer con nuestro “cuerpo” cuanto queramos, incluso incinerarlo como los otrora extremistas cuyas vidas cobraban forma con sus muertes.

¿Pereza? Muy superada ya por los miembros del gabinete aunque ahora la nombramos negligencia, extrema en todos los casos, sobre todo cuando llegan retrasados a las grandes catástrofes o ni siquiera se asoman a ellas. El señor de la madrid, situado ahora en el inframundo, no supo cómo reaccionar tras los sismos devastadores de 1985 y su criminal ausencia no puede ni siquiera cuantificarse en víctimas; los fox, como sabemos, no tuvieron arrestos siquiera para presentarse en Pasta de Conchos, Coahuila –subrayo el nombre de las entidades con la esperanza de que alguien se los lea al mandatario federal en funciones-, en febrero de 2006, donde murieron calcinados, casi al instante, 65 mineros víctimas de temperaturas superiores a las de los crematorios y engañando a los familiares sobre la posibilidad de hallarlos con vidas durante varios días; ni qué decir de los calderón, ella y él naturalmente –igual que marta y vicente, felipe y margarita quien busca ser candidata presidencial bajo el síndrome Hillary-, cuya apatía fue notable en torno a uno de los mayores dramas que recordamos: el incendio de la guardería ABC de Hermosillo en donde perdieron la vida cuarenta y nueve bebés y cuya concesión encabezaba Altagracia Gómez del Campo, prima de Margarita, la postulante, quien la protegió bajo el peso de la impunidad presidencial.

Si me hablan de la gula señalo, de inmediato, a Agustín Carstens Carstens –quien no está enfermo de la tiroides sino su volumen se debe a la glotonería-, quien cuenta, en frente de los pobres, los dólares que administra como si se tratara de un cajero. Pero no deja de comer en espléndidos festines pantagruélicos, como sello de la casa. El viejo pecado ahora posee a los sibaritas quienes se acogen al término “gourmets”.

La envidia nos ha llevado al odio hacia cuanto se tiene fuera del alcance. Algunos misántropos, como los verdes con todo y la jauría de los “charritos” de plata –o churreros como me indicaron los verdaderos charros mexicanos quienes insisten en que para serlo se requiere un poco de gallardía-, proponen que los animales deben ser tratados como superiores en la escala zootécnica porque entre los seres humanos hay demasiado pederastas, por ejemplo, o sinvergüenzas como los del PRI… al que se aliaron para conservar un estatus que no merecen. La envida es ahora intolerancia.

Y en cuanto a la avaricia los prevaricadores del gobierno han roto los límites. JAMÁS había sido tan notoria la desvergüenza de la clase gobernante ni su insistencia en seguir cometiendo el delirio ansioso de la posesión de bienes muebles e inmuebles como signo de estatus. Nos están robando a manos llena y no parece existir una fórmula para detener la cruzada, no contra el hambre sino a favor de la especulación miserable con el estímulo de los consorcios trasnacionales que mandan. De otra manera, como mínimo, se habrían confiscado las casitas blancas, supuestamente en donde fundó su nido la gaviota, o las mansiones de videgaray, murat, osorio chong y toda una parvada de delincuentes peñistas.

La soberbia es hoy prepotencia inaudita con grandes dosis de xenofobia. Se maltrata a los humildes por considerarlos inferiores o “males necesarios” cuando ellos son quienes nos proveen de casi todo, desde alimentación –porque cosecha- hasta vivienda –partiéndose los lomos en la albañilería-. Y no nos olvidemos de las joyas que surgen de la brutalidad de las condiciones infrahumanas de los mineros –mucho peor a la esclavitud de los africanos que encuentran diamantes-, bajo el flagelo de la complicidad: por esta razón las tres más grandes fortunas de México, incluyendo la de Carlos Slim Helú, provienen de las cuevas infernales un cuando los extranjeros dominan las escenas dantescas. Igualmente la soberbia, convertida en prepotencia, domina el ámbito político mediante la partidocracia absurda que ya dio muestras de su poderío al detener la reforma política para el Distrito Federal y dejar a la capital al aire. Sólo falta que se proponga una solución dantesca.

Y, finalmente, la ira se ha convertido en barbarie. Ya no es necesario llegar a los referentes de Tlatelolco o el Jueves de Corpus –como dolorosos tatuajes en la piel de México-, ante la secuencia de genocidios en los últimos meses: Tlatlaya, Tanhuato, Iguala, Vallarta y Apatzingán… más otras matanzas resguardadas de la curiosidad pública o tratadas con las pinzas de la subjetividad. Cada día, en algún punto del país, los tiroteos –no casuales- causan bajas de “guerra”. Si el de calderón fue el sexenio de la violencia, el actual debe considerarse el de la barbarie, extendido el peor de los pecados capitales.

Por cierto, hoy me hago una pregunta: si calderón hubiera constituido, durante su deplorable régimen, un obstáculo para las mafias, perjudicándolas, ¿podría posibilitar, como lo hizo el año pasado, la candidatura de su adorada “Cocoíta”, y por segunda vez, al gobierno de uno de los estados, Michoacán señor presidente para que aprenda un poco, con mayores elementos de ingobernabilidad? No basta, por tanto, con viajar en clase turista.
Pensemos, informémonos y actuemos.

Debate
Aunque su carrera política se ha dado en el PRI –“todos lo hemos sido, me dijo uno de sus cercanos operadores, en algún momento, como los que nacemos guadalupanos”-, el fenómeno de Jaime Heliodoro Rodríguez Calderón, apodado “El Bronco”, es digno de análisis. Como candidato independiente, con apoyos no revelados de empresarios a quienes convenía el doble juego, ganó el gobierno de Nuevo León.

Ex alcalde de García, ex diputado federal y local, dejó treinta y tres años de militancia priísta para lanzarse convencido, dijo, de que no podía seguir siendo parte de la ingente corrupción del sistema. Y, en pocas semanas, remontó en las encuestas, de acuerdo a la empresa SABA Consultores –una de las más reconocidas-, para situarse por encima de sus adversarios con un 36.4 por cierto de las preferencias seguido por la priísta y ex conductora televisiva, Ivonne Álvarez que mantuvo el voto duro con un 30.1 por ciento y por el panista Felipe de Jesús Cantú que bajó varis peldaños hasta ubicarse en 19.9 por cierto entre las preferencias públicas. Un desastre para las opciones “institucionales”.

Fue un verdadero acontecimiento pese a su otrora formación priista; al jugar como independiente abrió una rendija a la posibilidad de que la ciudadanía, al fin, se impusiera a la partidocracia y con ello construirse una avenida sin intermediarios falaces ni iconos de piedra ni mesías intolerantes. La clase política se vería obligada a rectificar con todos y sus gamboas, bartletts, manlios y demás fauna nepotista.

Poco, muy poco duró el brillo. El signo ahora es el de la decepción y, para colmo, se señala a la vía independiente como una especie de “volado” merenguero. Quién no tenga amplios recursos que ni se le ocurra entrarle. Arruinó e infectó este cauce un personaje cuya egolatría ahora cabalga por los hipódromos vacíos.

La Anécdota
Es una súplica de lo más sentida: ¡que ya no hable peña en público! Él mismo es espejo de cuanto representa: la corrupción, la negligencia, la prepotencia, la ira, la pereza y tantas otras cosas más; pero también de la enfermedad. Digamos que ni siquiera vicente fox, con sus desórdenes mentales y sus medicamentos –Prozac, para más señas- para estabilizarlo a diario, llegó al extremo de no saber siquiera los nombres de la entidad que visitaba.

El señor peña llamó “estado de Lagos de Moreno” a Jalisco, y se detuvo un buen rato tratando de recordar el nombre de Guanajuato antes de claudicar y aclarar “León, es decir León como parte del estado al que pertenece”, durante la puesta en marcha de la ampliación carreteril entre las ciudades citadas. Como viaja en helicóptero ni siquiera mira por la ventanilla para enterarse de la geografía elemental. Me imagino que tampoco sabe dónde quede el Pánuco o el Balsas, el Usumacinta, el Papaloapan o el Grijalva. Vaya ni siquiera podría recordar que el Bravo es la frontera y pueden los vecinos confundirlo tanto que pretendan señalarle al Suchiate como la franja limítrofe apoderándose de todos los territorios intermedios.

No creo que sólo se trata de incultura o desfachatez; el hombre está enfermo y grave aunque lo quieran ocultar pero es imposible hacerlo cuando abre la boca. Debe irse, por su bien y el de todos los mexicanos. Estamos en riesgo.

Otros pecados capitales deben ser agregados a la lista original.
Por ejemplo, la demagogia que concluye indeclinablemente en la aristocracia soberbia dispuesta a seguir explotando a las mayorías;
o la manifiesta esclavitud, en minas y parcelas (desde Guerrero hasta Baja California Sur),
de quienes se escudan en el altruismo (la Fundación Fox, por ejemplo) para desviar la atención.
Sigámosles los pasos.

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