Los rituales de la tristeza: Los rituales de la poesía

Por: Víctor M. Navarro

La poesía toma por asalto la ciudad en estas tardes lluviosas. Que mejor que un libro de Adriana Tafoya, esa voz de giros a veces indefinibles pero siempre precisos, la lucha de los contrarios en iridiscencia continua, además de abrazar el mundo para difuminarlo en varias existencias.

La poesía de Tafoya es una caja de sorpresas, no me refiero que hay varias Sor Juanas encerradas (o quizás sí), abre el lenguaje y nos hace entrar por puertas insospechadas que lo mismo dejan ver un tibio paisaje de la existencia, el calor de la piel, o el retrato de un mundo de retrete, láminas y lodo; y también se mece en una introspección sobre el desmoronamiento de la carne y el espíritu, reflexión de un eterno femenino que sabe lo quiere y como lo quiere, que lucha a brazo partido en un mundo que le había asignado un rol muy lejano y menor a los sueños de inmensidad que esta escritura refleja, propone y dispone.

El libro Los rituales de la tristeza, reúne dieciocho poemas que se entrelazan a través de sentimientos que penetran varios universos; de la vida cotidiana en sus más sencillos ejemplos, de la contradicción social al embeleso por descubrir que la palabra cambia cuando nombra lo que nombra, aún cuando nombra lo que no nombra. La palabra es diáspora, o a manera de Lezama Lima, esfera imagen que apunta en diversas direcciones para conectar con un hilo de Ariadna diferentes realidades y así crear una realidad diferente…influyente e itinerante.

“SE ENCIENDE LA LLUVIA

Veo el sol traspasar las rasgaduras de las láminas

perfumando con petróleo

la cocina-alcoba-estudio-comedor..

cuánta agua se desangra de cartón

de una caja de martillos

y un frasco

de veneno.

En esta poesía la imagen se torna diáfana y convive con el retrato cotidiano de paredes desteñidas, mojados pasadizos, escalerillas y desvanes, se llena de cenizas, aserrín y ciudad. Luego, de un poema, sin forzar la bisagra expresiva, entramos a una habitación que se hunde en el corazón del

hombre, en el clamor que nace desde lo hondo, que se vuelve espejo cóncavo de los sentimientos de uno y la tribu.

QUIÉN SABE HASTA QUÉ GRADO

Uno puede entregar un hijo

al arco de la noche.

Quién sabe cuánto pueda llorar un padre

la muerte de su hijo

en la oscura llamada de la noche”.

Y la respuesta es la palabra y la respuesta es la poesía “que significa, que da significado” .Adriana Tafoya emprende un trabajo escritural que inunda el significado de imágenes y que invade de imágenes el significado, en sus poemas logra la conexión intrínseca de estas dos instancias creativas del lenguaje.

“y la fría tijera del poeta

al igual que el estilista

corta

busca esperanza

corta…”

Y cada corte en vez de cercenar hilvana, esta escritura tiene el deseo lentamente trágico, enloquecedor, calcinante, de apoderarse de una totalidad a través de la poesía. En esa lucha de los contrarios, en ese construir desde la desconstrucción, en esa contradicción y dialéctica aparecen distintas coordenadas que resuelven cierto alegato entre lo humillante del contexto y la mirada irónica, crítica y arrebatada, el poeta desde la antigüedad es un ente social que espeta la concupiscencia del poder, Catulo enfrentaba a los otros poetas echándoles en cara su sumisión al príncipe.

“SIEMPRE HAY MALOS POETAS

(afortunadamente

nos vienen a leer-en verso sus incontinencias)…

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