La poesía toma por asalto la ciudad en estas tardes lluviosas. Que mejor que un libro de Adriana Tafoya, esa voz de giros a veces indefinibles pero siempre precisos, la lucha de los contrarios en iridiscencia continua, además de abrazar el mundo para difuminarlo en varias existencias.
La poesía de Tafoya es una caja de sorpresas, no me refiero que hay varias Sor Juanas encerradas (o quizás sí), abre el lenguaje y nos hace entrar por puertas insospechadas que lo mismo dejan ver un tibio paisaje de la existencia, el calor de la piel, o el retrato de un mundo de retrete, láminas y lodo; y también se mece en una introspección sobre el desmoronamiento de la carne y el espíritu, reflexión de un eterno femenino que sabe lo quiere y como lo quiere, que lucha a brazo partido en un mundo que le había asignado un rol muy lejano y menor a los sueños de inmensidad que esta escritura refleja, propone y dispone.
El libro Los rituales de la tristeza, reúne dieciocho poemas que se entrelazan a través de sentimientos que penetran varios universos; de la vida cotidiana en sus más sencillos ejemplos, de la contradicción social al embeleso por descubrir que la palabra cambia cuando nombra lo que nombra, aún cuando nombra lo que no nombra. La palabra es diáspora, o a manera de Lezama Lima, esfera imagen que apunta en diversas direcciones para conectar con un hilo de Ariadna diferentes realidades y así crear una realidad diferente…influyente e itinerante.
“SE ENCIENDE LA LLUVIA
Veo el sol traspasar las rasgaduras de las láminas
perfumando con petróleo
la cocina-alcoba-estudio-comedor..
cuánta agua se desangra de cartón
de una caja de martillos
y un frasco
de veneno.
En esta poesía la imagen se torna diáfana y convive con el retrato cotidiano de paredes desteñidas, mojados pasadizos, escalerillas y desvanes, se llena de cenizas, aserrín y ciudad. Luego, de un poema, sin forzar la bisagra expresiva, entramos a una habitación que se hunde en el corazón del hombre, en el clamor que nace desde lo hondo, que se vuelve espejo cóncavo de los sentimientos de uno y la tribu.
QUIÉN SABE HASTA QUÉ GRADO
Uno puede entregar un hijo
al arco de la noche.
Quién sabe cuánto pueda llorar un padre
la muerte de su hijo
en la oscura llamada de la noche”.
Y la respuesta es la palabra y la respuesta es la poesía “que significa, que da significado” .Adriana Tafoya emprende un trabajo escritural que inunda el significado de imágenes y que invade de imágenes el significado, en sus poemas logra la conexión intrínseca de estas dos instancias creativas del lenguaje.
“y la fría tijera del poeta
al igual que el estilista
corta
busca esperanza
corta…”
Y cada corte en vez de cercenar hilvana, esta escritura tiene el deseo lentamente trágico, enloquecedor, calcinante, de apoderarse de una totalidad a través de la poesía. En esa lucha de los contrarios, en ese construir desde la desconstrucción, en esa contradicción y dialéctica aparecen distintas coordenadas que resuelven cierto alegato entre lo humillante del contexto y la mirada irónica, crítica y arrebatada, el poeta desde la antigüedad es un ente social que espeta la concupiscencia del poder, Catulo enfrentaba a los otros poetas echándoles en cara su sumisión al príncipe.
“SIEMPRE HAY MALOS POETAS
(afortunadamente
nos vienen a leer-en verso sus incontinencias)…
Didácticos y amorosos, candentes, juguetones, hedonistas, desnudistas, eróticos, los poemas de Adriana Tafoya lo mismo explotan contra la injusticia que abogan por los sentimientos a flor de piel, por ejemplo Llena la canasta de hongos…Tintura donde nunca amanece, Gota en el cairel de Gabriela…y sobre todo ese decantado discurso que lleva a la poesía hacia las fuentes de lo primigenio, partiendo de la memoria del mundo estampada en el paso del tiempo en nuestro diario devenir personal, en nuestra vida que a cada día nos acerca al destino de “la cobija de un hombre solo”, me refiero a ese poema que ya sin duda es una elegía de la poesía actual “Viejos rituales para amar a un anciano”.
En el campo de batalla literaria el hecho amoroso sale en busca de su nombradía, el reflejo en el reflejo, el recuerdo en el recuerdo, el olvido en el olvido, el amor en el amor. Y cuando hay amor lo único cierto y futuro es el desamor.
“TE RECHAZO
aunque te descalces incluso
del cuerpo.
De la plenitud a la decadencia, del brillo a la opacidad, de la felicidad a la impotencia, en los poemas de Tafoya desfila la comedia humana. Una plenitud que se multiplica a través de las palabras, a través del poema se alcanza la expresión cíclica y caleidoscópica del ser social al ser individual, de lo personal a la historia:
Contigo terminará la historia.
Otros amados nacerán,
pero hombres
ya no.
Los rituales de la tristeza es un libro de poemas que al igual que los otros títulos de la autora despliega una poesía personalísima, presenta una voz que parte de los contextos sociales que perturban, basados en el que no tranza no avanza “y además emborracharse”, o bien en los ultrajados que nos habitan y partir de ese carácter múltiple del discurso poético no propone una reflexión continua, qué es la poesía si no un rayo de sensibilidad y lucidez que se hereda de generación en generación, Adriana Tafoya tiene los guevos que a muchos les faltan para subrayar lo inmundo del mundo, pero y sobre todo tiene un voz poderosa que también nos reconforta con la vida y con nosotros mismos, todavía podemos creer, todavía podemos aspirar a lo imposible, trascendernos a nosotros mismos.
para aprender
y entregarse
al singular acontecimiento
de la muerte.
Finalizo con palabras de Hortensia Carrasco en el Epílogo:”La tristeza en este libro no es una especie de congoja efímera que vuelve patéticos a los humanos, que espera lástima; es una tristeza que parte de una crítica reflexiva sobre el comportamiento de la humanidad”.