Si usted, prudente conductor, cree que los problemas de vialidad son culpa sólo de la Policía y Tránsito Municipal, sepa que nueve de cada diez personas que son detenidas por un agente policíaco intentan sobornarlo, cuatro de cada cinco carecen de licencia para manejar actualizada y sólo cinco de cada cien quejas contra gendarmes resultan tener elementos serios.
A la culpabilidad de los ciudadanos que manejan, también cabe agregar que muchos policías tienen motivos de sobra para corromperse atraídos por el dulce canto de las sirenas representado, a veces, hasta por billetes ofrecidas por una gran cantidad de conductores corruptos.
Esta manida mezcla de corrupción ciudadana y policíaca ha ocasionado un terrible dolor de cabeza a las autoridades municipales del todo el país que no encuentran una cura que resuelva a corto plazo el problema de vialidad; por un lado, la pobre cultura del conductor, por otra, la dudosa ética policíaca.
A esto se añaden otros problemas como la pésima disposición de las calles, los cuellos de botella en hora pico, la falta de sincronía de semáforos, el siempre cuestionable criterio policíaco, el fenómeno del “cafre”, la falta de señalización, de presupuesto y el mal estado de las calles, entre otros motivos que, sumados hacen un verdadero suplicio tener un vehículo y manejarlo.
Nunca habrá policías y tránsitos suficientes para ningún municipio del país, o al menos de acuerdo a los estándares mundiales entre el número de habitantes y la cantidad de elementos de seguridad.
Pero el rezago no lo es fundamentalmente en cantidad, sino en calidad. Si bien es cierto que los actuales agentes municipales del país han pasado por la prueba de confiabilidad y han tenido un proceso de capacitación, las estadísticas reales son crudas y contrario a lo que se espera de ellos.
Solo el 35 por ciento de ellos terminó la secundaria y sólo el cinco por ciento concluyeron su educación profesional. Esto deja ver un bajo nivel académico y falta de costumbre a la disciplina en las aulas; sin embargo, deben ser disciplinados en su trabajo, memorizar un grueso documento sobre la técnica policíaca, aprender a usar un criterio en situaciones polémicas y hasta tener en cuenta normas de urbanidad para atención al público.
Muchos de éstos policías rasos hubieron de concluir la primaria, secundaria y preparatoria con el sistema de educación para adultos. Sin embargo, allí no enseñan modales y aún se escucha a algunos gendarmes solicitar el alto a quien se pasó un semáforo en rojo con frases coloquiales como: “oríllese a la orilla”, “se pasó un alto en rojo”, y el clásico “identifíquese con su identificación”.
Otras letanías, pero muy divertidas son: “iba usted muy rápido a exceso de velocidad” y “anda usted en mal estado de ebriedad, como que un poquito intoxicado”.
Ahora vamos a los conductores. Si usted porta su licencia para manejar sepa que es parte del 20 por ciento que la tienen actualizada y están dados de alta en el padrón de conductores. Empero, lo más seguro estadísticamente es que no la tenga y la pregunta es: ¿Qué hace cuando un agente de tránsito lo detiene y se la pide?
Si acostumbra admitir que ha fallado, que no ha cumplido con su obligación de hacer un examen de manejo o pagar la reposición, si recibe con honestidad la multa del oficial de tránsito sin repelar y luego acude a pagarla (sin pedir descuentos) con el aprendizaje de que equivocó, ¡felicidades!, es usted parte de un puñado de conductores muy, pero muy selecto.
Pero el otro puñado usted ya sabe a cuál pertenece. Policías de diferentes partes del país han coincidido, que la ciudadanía es corrupta, pues nueve de cada diez conductores que son detenidos prefieren la vía del “fast track” y ofrecen una clásica “mordida”, al oficial que con frecuencia se acepta.
Pero la falta de licencia y la debilidad por corromper policías son sólo algunos de las monerías de los conductores, pues su estuche contiene también interesantes estadísticas sobre exceso de velocidad.
Otros conductores que son los principales causantes de accidentes viales, son aquellos que manejan bajo el efecto del alcohol exceso de velocidad, no respetar la luz de semáforo o altos en esquinas y no guardar la distancia prudente con el vehículo delantero. Un claro ejemplo sobre este puñado de conductores que son la mayoría de quienes están detrás del volante y que son corruptos está el famoso caso de la Lady 100 pesos.