(Agencias) Panamá marcó y se asustó, cuando se suponía que debía ser Chile quien sintiera el miedo en el cuerpo al perder la doble ventaja que poseía, el empate y la victoria, para alcanzar los cuartos de final donde le esperaba México. Más aún, cuando el gol de Camargo llegó precedido de dos fallos increíbles, primero de Jara en la salida del balón, y después de Bravo que se tragó el disparo potente pero previsible y centrado del extremo panameño. Vistos los grandiosos desastres de Brasil o Uruguay, lo normal es que la selección chilena -muy cuestionada por su afición- sintiera un escalofrío. Pero el gol, a los cinco minutos, fue una leve brisa, una gota de agua en el océano rojo de Chile que sólo sufrió en sus propias pérdidas el balón y en el juego aéreo, por la descomunal diferencia de centímetros de sus centrales (Medel y Jara) frente a los delanteros panameños (Nurse y Tejada).
El espejo de Panamá se rompió en mil pedazos y su suerte duró un cuarto de hora. Chile no se descompuso, ni perdió los nervios ni optó por las soluciones individuales. Eligió la paciencia, bien instruido por Marcelo Díaz que mantenía el termómetro a temperatura ambiente, eligiendo siempre las mejores opciones para crujir el muro defensivo de Panamá. Un muro de papel, con tantos postes como agujeros, presa fácil para la explosividad de Alexis, el dinamismo de Vidal y el remate de Vargas que rompía al fin su triste sequía. Por las bandas, los defensas panameños resultaban poco aplicados, continuamente superados por Beausejour y Fuenzalida.
El gol chileno era solo cuestión de paciencia. Y no tuvo que agotarla, porque al cuarto de hora, Vargas cazó un rechazo del portero Penedo, tras un disparo de Vidal, y restituyó el orden establecido. Con la mente suelta y el corazón tranquilo, la productividad chilena aumentó estrepitosamente. Oportunidades de Alexis, de Aranguiz, un cabezazo de Vidal que sirvió para comprobar que Penedo o es un buen portero o tenía su gran día. Panamá anotó un contragolpe, dos contra dos, que Tejada resolvió con una falta de tacto increíble. Quien si tuvo un tacto con la cabeza envidiable fue Varga que apuntó su segundo gol tras un centro de Beausejour, con lo defensa panameña convertida en estatuas de sal.
Cuando Hernán Bolillo Gómez, técnico de Panamá, dio entrada tras el descanso a Torres y Arroyo, costó entender la presencia inicial de Tejada y Nurse: los nuevos, corrieron, combinaron, presionaron a la defensa y remataron; los que se fueron no habían hecho nada de eso y tampoco defendieron. Un disparo de Arroyo y otro de Torres encogieron el alma de Chile. Hasta ahí llegó Panamá. Porque Alexis, después, se sacó un gol de bandera, con una volea que depositó el balón en la red en una décima de segundo.
Pero Chile es grande en ataque y débil en defensa: sufre para sacar el balón y lo saca mal y en el juego aéreo es un juguete que sus rivales rompen con facilidad. Más aún cuando su portero, Bravo, a diferencia del panameño Penedo, tiene un mal día, de esos que empiezan mal y acaban peor. Un libre indirecto de Panamá lo cabeceó absolutamente solo en el segundo palo Arroyo y el Bravo se volvió a tragar el gol al reaccionar tarde al previsible remate. El final, sin embargo, sí fue feliz para Alexis que hizo el doblete con un cabezazo placentero. Panamá se fue con honor y Chile se queda con dudas. Su defensa le resta credibilidad y jerarquía para defender el titulo americano. Tanto como brillan los galones de sus delanteros.