Contaminación, accidentes y caos

Guillermo Robles Ramírez
Por Guillermo Robles Ramírez

La población en general cada vez se convence más y ve no solo con envidia, sino con un anhelo y un guajiro mexicano, aparte de sacarse la lotería, el ser un trabajador público, porque cada vez de manera descarada son puestos públicos no solo para hacer negocios sino otra manera de convertirlo en un modus vivendi sin que se sufra crisis alguna o devaluación del peso mexicano.

Pero no solo basta con ser un servidor público, sino también hay otras maneras de sacarle “jugo al tuétano”, siendo canonjías de solo unos pocos privilegiados.

Solo por mencionar un ejemplo, durante años las concesiones del trasporte público a nivel nacional, han tenido una serie de anomalías que no salen a luz pública por obvias razones y tampoco serán exhibidas en una solicitud de transparencia porque muchas de ellas se sabe muy poco, de cuáles fueron otorgadas por relaciones de compadrazgo o compromisos políticos, por amistades o de pago por favores o “cuotas”, permitiendo que solo un grupo de familias se enriquecieran de manera fácil sin ponerle atención a las necesidades y crecimiento de las ciudades, provocando nada más contaminación, accidentes, y caos.

Existe muy poca información de quiénes son los dueños de éstas concesiones, cuántas tienen por familia, durante cuánto tiempo han prevalecido con dichos permisos creando un caciquismo porque no se sabe hasta cuántas unidades están circulando en cada ciudad.

Tampoco se sabe con exactitud si se encuentran operando todas aquellas concesiones porque es muy común que algunos de los dueños rentan o revenden dichos permisos siendo tan descarados que ahora lo hacen hasta por internet no siendo extraño si algún día los vemos anunciadas en sitios Web como “Mercado Libre”, solo por mencionar uno de muchos.

Para ellos, el transporte público nunca será un buen negocio, siendo imposible vivir cobrando unos cuantos pesos o al menos eso es la queja más común por parte de los concesionarios cayendo en la incongruencia en lo que se dice, “negocio que no es negocio simplemente se cierra..” no hay que ser muy inteligente en la materia o conocer mucho sobre este tema, pero resulta tan obvio que sí tienen rentabilidad.

Tan así que en las rutas que tienen cada unidad de transporte público nunca son planeadas estratégicamente, es decir, son creadas conforme van creciendo las necesidades de la población, o sea, donde la gente necesita moverse para trabajar o ir a las escuelas. Pero lo que es peor que ni siquiera están autorizadas por los ayuntamientos sino son rutas creadas por los mismos concesionarios.

También la duración de las concesiones tiene un tiempo de vigencia, sin embargo, se ha hecho de ellas vitalicias dejándolas hereditarias a la misma familia, sin hacer un ajuste o una revisión actualizando la información y aplicando la ley.

Aunque este medio de trasporte muy necesario para la gente, está obligado a muchas cosas pero nadie los cumplen como a tener que pintarse de algún color que los identifique con la razón social, número de placas, símbolos decorativas que identifiquen la organización o concesionario a la que pertenecen, también están obligados a poner a la vista tarifas y prohibiciones como el “no escupir”, no viajar en el estribo”, “no fumar”, así como los teléfonos y direcciones de atención o quejas para los usuarios.

Ni subiendo las tarifas o cambiando las unidades se va a mejorar el servicio porque también tenemos el problema de la actitud de los choferes, aunque existe un reglamento para ellos, pero nunca se lleva a cabo.

Éste problema es de fondo y estructural, donde se requiere una logística más compleja de lo que parece y con vicios tan antiguos como la existencia del servicio público. Comenzando con nuevas reformas de reglamento de tránsito, así como la depuración de las concesiones recogiendo todas aquellas que tienen familias que por años las han tenido y nunca han hecho algo pegado a conforme a ley.

Deja tu comentario