- El gran pero de la película viene en el último acto cuando la narración se torna incoherente.
Como otras películas del verano, “La leyenda de Tarzán” es muy entretenida, pero desde el punto de vista cinematográfico tiene grandes errores inexplicables, la diferencia es que en éste caso parece como si sus realizadores hubieran querido sabotearla.
Un americano que busca pruebas de que el gobierno belga del Rey Leopoldo esclaviza a los pobladores de Congo convence a Lord Greystoke, antes Tarzán, de aceptar la invitación del rey para visitar su tierra natal. Emprenden el viaje junto a Jane, para investigar la verdad en el corazón de Africa, ignorando que van directo a una trampa.
Los guionistas Adam Cozad y Craig Brewer adaptan con éxito el personaje de Edgar Rice Burroughs a una trama inspirada en la historia real de la explotación africana y que también cuida -dentro de lo que cabe- las perspectivas actuales de conducta social -como el rol de la mujer y el racismo-. Lo malo es que parece que a los productores se les perdió el libreto y acabaron la película como pudieron.
Famoso por las películas de Harry Potter, David Yates demuestra de nuevo que es un gran narrador y que sabe cómo manejar sus personajes. Se centra en la historia principal y sabe entretejer los detalles para que la historia fluya -a medio camino entre la acción y el romance- sin que te sorprendan los “poderes” del héroe sobre las bestias.
Equilibra las actuaciones también, el “Tarzán” de Alexander Skarsgård es duro y serio, por lo que hace de Jane un personaje emotivo y abierto que genere simpatía -ella ayuda a transmitir el lado sensible del héroe. Por su parte George Washington Williams (Samuel L. Jackson) sirve de comparsa cómica, pero por contraste ayuda a resaltar los atributos físicos del hombre mono. El villano, bien interpretado por Christopher Waltz, es la encarnación de la racionalidad para enfrentar al salvajismo.
El gran pero de la película viene en el último acto cuando la narración se torna incoherente, como si el editor hubiera enloquecido y quemado escenas cruciales, dejando unas pocas para armar el final. Es evidente que hubo un conflicto interno y “remediaron” lo que fuera que pasó, improvisando. Alguien ya emocionado con el filme -que es muy entretenido a esas alturas- puede que no le de importancia, pero para el cinéfilo exigente o el crítico esos cortes le rompen la película.
La verdad me divertí mucho con “La leyenda de Tarzán”, como audiencia, como crítico reconozco que tiene muchas y graves fallas.