*Patología Ciudadana
*Latinoamérica Arde
*Marcelo y sus Lujos
Entre muchos mexicanos, pensemos que no la mayoría para no sentirnos tan mal, existe un atávico temor a remover al presidente o a que su relevo resulte “peor a la enfermedad”. Los priístas en el poder, por ejemplo, aducen que sería tanto como reventar al país destinándolo a un fin incierto como inseguro en medio del caos social y económico; otros repiten la sentencia, atribuida a Franklin D. Roosevelt, acerca de que el jinete no debe bajarse a mitad de la jornada; pero ello es posible cuando se tienen firmes las riendas y no se ha sufrido un colapso durante la carrera.
El ya próximo cuarto informe presidencial apenas reflejará, con perdones incluidos, el drama del año reciente –de septiembre a septiembre-, con el sello de los genocidios, la caída de la economía y la mayor corrupción de nuestra historia reciente. Nada hay que pueda justificar la burla de los cambios en el gabinete de personajes poco activos con otros de dudoso comportamiento o los trueques de funciones cual si se tratase de una de esas tómbolas colegiales con las madres de los escolapios rifando cuanto se les ocurre por causas poco claras.
Desde luego, la clase política hace lo imposible por evitar que la ciudadanía no pensante tome conciencia de cuanto sucede cerca de México o en el mismo continente mirando hacia el sur e incluso a las potencias del norte: las acciones judiciales contra los mandatarios depredadores son, siempre, plataformas para nuevos despegues gracias a la limpieza que entrañan de los espacios contaminados y a la fortaleza institucional para cambiar de liderazgo sin prejuicio para el gobierno; al contrario: insisto en las bondades de los efectos.
Por ejemplo, en 1974, la estrepitosa caída de Richard M. Nixon, tras el escándalo de espionaje conocido como “Watergate” –el nombre del edificio en donde despachaban los demócratas rivales-, aunque lo que le asfixió fue la evasión tributaria y las grabaciones insolentes que él creyó exclusivas para uso del propio mandatario, no devino siquiera en una crisis que hubiese posibilitado el avance de la potencia soviética, en esos tiempos, aun cuando no se explicará ésta cómo podría perder el poder un mandatario tan poderoso por un incidente digamos tan de poca monta comparándolo con las atrocidades de otros a lo largo y ancho del planeta. Pero no pasó nada: llegó Gerald Ford, sin haber sido electo siquiera como vicepresidente, a la oficina oval, colocó sus piernas sobre el escritorio de la misma y siguió con el juego previsto.
Casos similares se han dado en Brasil, Argentina, Perú, Venezuela, Chile, Colombia, ahora Brasil y otras naciones sudamericanas sin que los procesos contra presidentes o ex mandatarios, escandalosos eso sí, asfixien el tejido político de sus naciones. Al contrario, en no pocos casos han determinado el fin de las dictaduras disfrazadas sin agobio de las instituciones ni persecuciones posteriores. En cada caso, la opinión general, dentro y fuera de cada país, ha sido por demás favorable y las consecuencias también sin catástrofes ni terremotos sociales.
¿Por qué en México, en cambio, tenemos tanto miedo a insistir en la necesidad de un cambio en el timón de mando de la República considerando la ilegitimidad de un mandatario quien sólo cuenta con el respaldo de tres de cada veinte ciudadanos? ¿Es éste uno de los grandes atavismos que pervive en plena debacle moral de la clase política y la partidocracia que requiere de un “presidente fuerte”, como consideró el villano bartlett bajo los pantalones del falso austero miguel de la madrid? Por supuesto, sin presidencialismo tampoco habría partidocracia… y entonces los mexicanos podríamos librarnos de los dos flagelos que han enturbiado a la democracia en cierne desviándonos de toda ruta posible hacia ésta. Y, desde luego, hemos ido a peor desde hace ya varias décadas.
No hace mucho, ante un joven auditorio en Tamaulipas, reconfirmé que los mandatarios más cercanos –digamos calderón y peña-, son los más odiados aun cuando menciono para ser señalados a quienes han ocupado la Presidencia desde los años sesenta… esto es desde el genocida díaz ordaz hasta el también genocida peña nieto. ¿Creerá enriquito que la historia terminará con él y quedará exento del juicio de la historia? No será así y, más temprano que tarde, será emplazado para responder por los crímenes de estado por él conocidos y minimizados –acaso ordenados-, ultrajando la inteligencia del colectivo, sobre todo si se produce, como es de esperarse, una tercera alternancia, el mayor temor de los caravaneros –expertos en doblar la cerviz mientras repiten sin cesar “sí, señor presidente”-, al servicio del PRI-Gobierno tal y como se desprende de las definiciones de Enrique Ochoa Reza, flamante dirigente nacional del instituto con escasa o nula militancia.
Tenemos a la vista el caso de Guatemala en donde el presidente Otto Pérez Molina ha sido arrasado por una multitud indignada contra las jugarretas de los libros de ingresos y egresos paralelos, desviando recursos fiscales hacia cuentas personales y cerrando los agujeros respectivos, en una nación hondamente castigada por los excesos tributarios y la escasa productividad –la única verdadera riqueza-, a la zaga de las naciones con pobreza extrema –y sin embargo menor a la de algunas regiones del país, digamos Chiapas, en donde la demagogia adelanta el fuego del inframundo-. Ahora, allí mismo, del otro lado de nuestra frontera sur, las medidas anticorrupción son consideradas un éxito por los organismos internacionales lo que demuestra la trascendencia de cortar las raíces podridas de tajo.
Pese a los desesperados intentos por permanecer en el poder por parte de Pérez Molina, general retirado pero quien fuera jefe del Estado Mayor Presidencial –lo señalo para que luego nadie se extrañe de las similitudes-, y mandatario de Guatemala desde enero de 2012 –esto es once meses más de cuantos lleva peña nieto aunque las transiciones se dieran en el mismo año-, no pudo librarse de las acusaciones severas en su contra, antes y después de su malograda gestión. Y estoy seguro, como lo estuve en otros casos similares, que ello reforzará, sin duda, la perspectiva democrática del pequeño país vecino con el cual las fronteras son sólo líneas en los mapas ante la anarquía prevaleciente, sobre todo por la corrupción de las autoridades mexicanas. Así está sucediendo a un año de distancia.
¿Por qué, entonces, hay quienes postulan que peña nieto es inamovible aun cuando sea un clamor general, sonoro además, la necesidad de su retiro, sea por la enfermedad que le consume o por sus desatinos extremos en los tres años y medio recientes? Sólo se entiende bajo el raciocinio de la complicidad de algunos empresarios a quienes ha convertido en multimillonarios sin obras siquiera espectaculares de por medio. Lo del aeropuerto capitalino comienza a ser una panacea como los anunciados ferrocarriles de alta velocidad a Toluca y Querétaro –el segundo pospuesto indefinidamente para furia de los chinos indemnizados pero sin afectar las comisiones de las hermanas Ana Cecilia y Verónica peña Nieto-, cuyo saldo, hasta ahora, es la deforestación del histórico Monte de las Cruces y hasta Lerma; mientras se construye un “doble piso” para simular que se trabaja. Una vergüenza.
No hay pretexto para cobardes y timoratos, tampoco para quienes defienden el peñismo porque gracias al mismo le han hincado el diente a una República saqueada y depauperada por un puñado de ladrones y asesinos. No hay un solo gobernador que se salve, inmersos en una marea de amoralidades sin fin, lo mismo en las entidades fronterizas que en las rivereñas o el centro de un país abandonado a su suerte, comprado a precios de oferta por los consorcios estadounidenes e hispanos, sobre todo, sin límites ni rubor alguno por parte de una administración execrable. Desde luego, peña nieto ya perdió la historia. ¿Para qué continuarla si apenas tiene ánimo para gobernar y delega funciones a sus tres favoritos: Luis Videgaray Caso, Aurelio Nuño Mayer –ahora flamante secretario de Educación aunque él y su patrón desconozcan los nombres de las capitales de los estados-, y Salvador Cienfuegos Zepeda, el general con apellido de guerrillero y nombre contrario a sus personales ambiciones. Mucho cuidado con este triunvirato de aduladores en torno a un mandatario mermado y confuso.
¿Cambios? El único posible es el despertar de una ciudadanía tantas veces engañada.
MIRADOR
En ausencia de un bloque latinoamericano, lo suficientemente fuerte, política y económicamente, para ser contrapeso a las potencias del norte para las cuales “América” comienza en Alaska y termina en la Isla de Pascua o en la Tierra de Fuego, las rencillas no terminan al sur de nuestras fronteras. Guatemala se sacude por su gobierno rapaz y entre Venezuela y Colombia se agitan los tambores de guerra como tantas otras veces al tiempo que siguen los juicios contra Cristinita Kirchner, en Argentina, y Dilma Rousseff y Lula da Silva, en Brasil.
Hace un año, en Valledupar, Colombia, recogí la inquietud a un paso de la frontera con Venezuela y muy cerca de Maracaibo. Me decían que era “triste” observar a las caravanas de venezolanos cuyas arribazones frecuentes a su país eran demostración de la escasez del otro lado de las líneas:
–Vienen a comprar todo, desde zapatos hasta despensas. No hay nada allí porque está desolado por la dictadura de Maduro.
Pese a lo anterior, fue el presidente venezolano, Nicolás maduro Moros, quien tomó la decisión de deportar a centenares de colombianos bajo el supuesto de ser perniciosos para la estabilidad de la cuna de Bolívar –aunque en Santa Marta, Colombia, muriera el gran libertador-, lo que ocasionó el éxodo de miles más antes de ser víctimas de una expulsión injusta. Según el hijo putativo de Hugo Chávez Frías, quien de modo alguno merece ser comparado con Bolívar, los vecinos sólo arrebataban comida, imponían otros estándares y desquiciaban la economía y la política de Venezuela.
No se olvide que distintos gobiernos colombianos han señalado a los dictadores venezolanos –Chávez y Maduro, a quien es menester reconocer su enérgica defensa de México en ausencia de voces contundentes en nuestro gobierno-, como proveedores, debajo de la mesa, de los guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y otras células parecidas.
¿Y México? Ya ni como mediador sirve nuestro deplorable gobierno.
POR LAS ALCOBAS
No hace mucho descubrieron a Marcelito, el carnal, en uno de los hoteles de mayor lujo de París, la ciudad luz, dilapidando treinta mil pesos por noche. Pero no sólo eso: parece que quiere quedarse allí porque no existen tratados de extradición con Francia. Conociéndolo, no dudamos que se divorcie de su actual mujer, la hondureña Rosalinda Bueso –quien fuera amante del ex presidente de su país, Manuel Zelaya Rosales, imitador a ultranza de fox y denunciado penalmente por lo cual debió renunciar al cargo -otro más-, para casarse con alguna francesita, quizá Florence Cassez, dado que el tiempo es inexorable y se nota en el caso de Rosalinda.
Cuando despachaba en la jefatura de gobierno, sus asistentes me dijeron:
–Te vas a sorprender cuando lo veas. Ya no es prepotente y tiene una gran sensibilidad social.
Desde luego, como izquierdista resultó más fascista que Franco, el inmundo “caudillo” español.
– – – – – – – – – – – – –
E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com
Búsquenos en Facebook con VIDEOS y MENSAJES cada día.
LA PRESUNTA SALIDA DE peña NO SERÍA DEVASTADORA SINO AL CONTRARIO: VENDRÍA COMO UN RESPIRO NECESARIO PARA ASEGURAR UN PASO HACIA LA DEMOCRACIA, HASTA AHORA TRAICIONADA POR LOS DIVERSOS MANDATARIOS QUE LA CONVIRTIERON EN BANDERA SEMÁNTICA. CON #cerocobardía ES POSIBLE.