Rio de Janeiro, 14 ago (PL) Los cínicos y los tacaños nunca podrían ser campeones olímpicos, porque les parecería una mala inversión, o demasiada complicación para tan poca remuneración.
Resulta que, según los precios actuales del mercado, las medallas de oro entregadas en Rio-2016 valen apenas 564 dólares, irrisoria cifra comparada con los miles que cuesta llegar a los Olímpicos.
Hay deportistas que entrenan toda una vida y ni siquiera avanzan a una final, o suben al podio, de ahí la importancia del patrocinio estatal o de marca para costear entrenamientos, viajes y hospedaje.
De hecho, desde 1912 no se entregan preseas íntegramente de oro, pues son básicamente de plata con apenas una cobertura aurea: para ser precisos, 494 gramos de plata y seis de oro.
Las medallas entregadas aquí son más baratas que las concedidas hace cuatro años en Londres, donde costaron la cifra record de 708 dólares, que tampoco alcanzaría siquiera para cubrir el pasaje.
Claro, existen valores intangibles, como la consagración olímpica o la dignidad deportiva, que justifican el tiempo y el dinero puesto para probarse contra los mejores deportistas del mundo.
Igual, ser una estrella mundial del deporte puede ser altamente redituable en materia de publicidad y contratos con clubes de varios deportes, aunque no hay dinero que compre la gloria olímpica.