Por Alberto Aranda
(N22) Un Diego Rivera coleccionista y uno académico son las dos facetas que nos presentan las muestras que recientemente se inauguraron en la casa que ocupó en San Ángel. La primera, Diego Rivera. Director de la Escuela Central de Artes Plásticas 1929 – 1930 nos permite conocer un momento en el que el muralista pensaba que las utopías podían hacer frente a la educación tradicional de la época:
«Nuestra intención es revisar al Diego Rivera integral, multidisciplinario como era, con muchos talentos y un artista muy representativo de lo que entendemos como vanguardia, que es un movimiento muy general que intenta incidir en la vida cotidiana en todos los órdenes de vida, entonces el trabajar en la Academia para él a partir de un plan de estudios, muy revolucionario, supuso querer dar un paso en el futuro del arte», explicó Luis Rius Caso
En aquel entonces, suponía un gran esfuerzo para todos los obreros el dar el paso que Rivera quería, «porque tenían que trabajar en las mañanas, estudiar en las noches y no quedaba tiempo para descansar, además había que seguir un poco el trote que tenía diego rivera que era un trabajador incansable, pero además el hecho de trasladar a los obreros a la esfera del arte afectaba muchos intereses, sobre todo de arquitectos de la época, entonces se revelaron, se armaron polémicas muy intensas».
Kurt Stavenhagen y Diego Rivera fueron amigos por años. Uno de sus gustos fue coleccionar piezas prehispánicas. La Casa Estudio recientemente recibió bajo su resguardo las 85 piezas que el muralista reunió, de las cuales se presentan 34 junto con las que el matrimonio de Lore y Kurt Stavenhagen adquirieron.
«Tenemos la información de que intercambiaban piezas o incluso cuando uno no tenía dinero para comprar alguna pieza, mandaban a la persona para que la vendiera con el otro para que la compraran, porque sabían o conocían de las piezas y se fijaban mucho en la parte estética, que es lo que generalmente no se ve en el tema la arqueología», comentó Adriana Clemente Mejía, curadora.
La exposición está sustentada en la parte estética de las piezas y se colocaron en tres núcleos temáticos en donde la figura humana, la mujer, la vida cotidiana y las figuras zoomorfas cobran vida.
«Es comparar la obra que Diego hizo con estas piezas prehispánicas, resaltando la estética de éstas: el movimiento, las formas, el ritmo, los decorados. Incluso la obra muralística de Rivera la presencia prehispánica está constante, y en el caballete cuando se trata de retratos que fueron pintados en el estudio, él siempre integra las colecciones que hay en el estudio a sus cuadros ya sean los Judas, las piezas prehispánicas o el arte popular», finalizó Adriana Clemente.