- Duro sobre Mojado
- Nostalgia Circense
- Una Gran “Fábrica”
Solía decir el extinto cacique yucateco, víctor cervera –el segundo apellido me lo reservo por falta de progenitora-, muerto en agosto de 2004, cuando más requería de los reflectores de la política para dejarse ver y aspirar a posiciones más encumbradas, no sólo la de gobernador espurio de su entidad –tergiversando el sentido de la Constitución al grado de perpetuarse veinte años en el poder de los cuales una década ejerció como gobernador, interino, substituto y supuestamente “constitucional” en una tercera reelección-:
-¡Dios mío! –clamaba el autócrata-. ¡Mándame siquiera un huracancito…!
Y es que con las catástrofes naturales el pueblo sufre y la clase gobernante sonríe por la oportunidad, no fácil pero sí útil, de mezclarse con los damnificados unas horas y con ello rescatar la imagen de servidores públicos, grandes administradores de la “justicia social” a veces con el agua llegándoles a los pantalones y, en ocasiones, con los techos a punto de desplomarse tras alguno de los temibles terremotos que hemos padecido y se repetirán en el futuro, cada vez más catastróficos por la necedad de seguir construyendo lo mismo sobre las zanjas, el paso de los vientos naturales y las hondonadas de la tierra que en el Distrito Federal son consecuencia de la corrupción ingente.
Hace unos días se recordó a los sepultados por los terremotos de 1985, treinta años ya, presumiéndose de que los constantes simulacros nos hacen ser más fuertes potencialmente. Pero, ¿es así? Las alarmas sísmicas suelen funcionar cuando los movimientos telúricos son breves y no se escuchan al llegar los sismos de mayores graduaciones, digamos de más de seis puntos en la escala Richter, acaso porque la negligencia oficial es tanta que se hace negocio hasta con esto, digamos comprando lo barato que conlleva el costo de varias vidas. Pero, claro, ni quien se ocupe de fincar responsabilidades. De hecho, los “simulacros” últimos han sido un escandaloso fracaso… y así hasta que vuelva a enlutarse el país.
¿Hubo seguimientos judiciales, acaso, contra los constructores ladrones que escatimaron en materiales sólidos en los edificios colapsados en el centro y otras colonias de la ciudad?¿Al arquitecto que diseñó el conjunto habitacional de Tlatelolco, Mario Pani Darqui, del cual se cayeron doce edificios y cuatro más debieron reducir su altura, o al entonces presidente miguel de la madrid cuya tardía reacción fue tanto como permitir que la asfixia se llevara a muchos de quienes quedaron sepultados bajo los escombros? Medroso, como fue –y no por muerto le vamos a dejar una aureola-, esperó una barbaridad hasta conocer las dimensiones de la mayor tragedia urbana de nuestra historia, con él, claro, en su segura habitación de Los Pinos. La impunidad a favor de estos sujetos es la más indignante de cuantas se recuerden.
Sostengo, y sigo en la misma línea año tras año, que es irresponsable, atávico, ilógico, dotar de materiales similares con los que construyeron sus casuchas los infelices damnificados; tarde o temprano volverán a pasar por esta amargura, la de perderlo todo, incluso en ocasiones a sus familias, bajo el elevado riesgo de rehabilitar sus existencias en las zonas derruidas, una y otra y otra vez. Por ejemplo, hablando de los huracanes –los tsunamis ya llegaron a Chile-, ¿cuánto se habría ahorrado si en lugar de levantar los postes de luz y teléfonos en los mismos sitios, se excavara para protegerlos? De igual manera, ¿por qué no se hace un gran esfuerzo para evitar que los mismos cauces de los ríos se llevan las vidas humanas como si se tratara de rastrojos inservibles?
Sigo preguntándome, al calor de las exhalaciones del Popocatépetl, ¿Qué detiene al gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle, uno de los favoritos de su partido y de Los Pinos por otras razones, para evacuar a los pobladores de las faldas de este mítico y por ahora hermoso volcán?¿Y al gobierno federal tan entretenido en programar giras presidenciales por donde la destrucción es casi total y las promesas, pese al escepticismo, parecen cantos de sirenas? Pero allí están, miles, rogándole a “Don Goyo” –así llaman al Popo- su propia benevolencia con acentos de idolatría que, de ningún modo, justifican la parálisis institucional al respecto.
Otra muestra de la indolencia: hasta la fecha todavía existen, y en muchos casos habitadas, ciento veinte mil obras cuarteadas, obviamente en peligro de caerse, tras los terremotos ¡de 1985! Treinta años después volteamos hacia el ruinoso escenario defeño y nos encontramos con la misma actitud, pastueña e irresponsable, de las autoridades; y, además, miles de quienes se fueron de la ciudad, asustados y afectados… ¡ya regresaron! Esto es como si creyeran –no es así, por supuesto- que los sacudimientos de la tierra son cuestiones del pasado como la extinción de los dinosaurios; por desgracia, no es así y es evidente que la capital del país, no sabemos con precisión cuándo pero no dentro de mucho tiempo, sufrirá otra serie de devastaciones, cada vez más brutales porque el número de víctimas –Dios nos ampare- será mayor. ¿Basta con la conciencia impuesta por los simulacros, sobre todo en las escuelas que no han corregido sus fallas estructurales? Bien conocemos la respuesta.
En Guerrero, Oaxaca y Tamaulipas, sobre todo, el presidente peña ha vuelto a seguir los viejos protocolos sobre las catástrofes. ¿Se ha indagado, siquiera, sobre el célebre Fondo Nacional de Contingencias, creado durante el régimen ominoso del señor de la madrid en una pomposa ceremonia en el Museo Nacional de Antropología e Historia? Ni siquiera eso. Pagamos, y mucho, por el rescate de los infelices quienes siguen asentándose bajo los cerros desgajadas –la tragedia se cernió, hace dos años, sobre la comunidad cafetalera de La Pintada, acaso el espejo del 2013 rebosante de incumplimientos y no pocas reformas contrarias a los intereses generales pero con consensos entre miembros del abortado “Pacto por México” con sabor a chantaje-, y las rúas de agua frenética que, sin remedio, vuelven a su cauce. Y así 2014 y ahora 2015.
¿Ya olvidamos que la naturaleza corrigió el linde de las playas de Cancún, tras los huracanes de 2005, y que los sectores turísticos volvieron a trazarlos como estaban antes de la tragedia? Dijeron que eran las mejores arenas –artificiales todas-, de la región y que, de no volver al antiguo entorno, los visitantes mermarían hasta abandonar la zona. Por fortuna, la promoción de Cancún y la Rivera Maya –que suele ser un corredor natural de meteoros de alta dimensión-, ha mantenido el flujo turístico… y los riesgos de que las catástrofes se prodiguen sin remedio porque, para colmo, los agujeros de la atmósfera, causados por el ozono han producido fenómenos como el llamado del “niño” y el consiguiente cambio climatológico que es ya alarmante para los pobladores de este universo nuestro.
Ahora, los desastres continuos por las riberas del Golfo y del Pacífico, lo mismo en Guerrero y Tamaulipas –las más afectadas junto a Oaxaca y Colima-, se nos vino encima, ese 2013, “Miguel” –recordatorio acaso de aquel ex presidente irresponsable y tramposo-, sobre las costas de Sinaloa y las estrujó. Ya había pasado “Ingrid” por el Golfo… y los golpes siguen dándose. Más de cien muertos, muchos más, acreditados –sólo en La Pintada “desaparecieron” más de cincuenta seres humanos-, a las catástrofes naturales, pero también a la malsana demagogia que requiere de estas tragedias para alimentar la idea sobre un gobierno con preocupaciones sociales que no se reflejan en las leyes ni en la protección a la macroeconomía por encima de la pobreza ancestral de millones de mexicanos. Y dos años después estamos con los dedos cruzados.
Cada que se siente un fuerte viento las dudas se prenden con alfileres. Y México ruge de desesperanza.
Debate
Los “verdes” se salieron con la suya a cambio de brindarle migajas al PRI en las urnas electorales. Son unos sinvergüenzas a quienes detestan también hasta los animalistas y quienes hacen de su vida una cruzada ecológica; menos mal que éstos se han separado de la politiquería aun cuando sostengan una tesis para mí inaceptable: la “igualdad”, en cuanto a derechos de seres humanos y animales.
Hace unos días, en la Universidad de Ixtlahuaca, sostuve un curioso debate sobre la preminencia de los seres racionales ante dos valientes jóvenes, pero igualmente obcecados por las ideas anglosajonas a favor de las mascotas y sus derivados.
Cuando me hablaron de que era necesario asegurar la “igualdad” entre mujeres, hombres y animales –no sé si en este orden les agrade que los cite-, me atreví a sugerir que se abriera una oficina especial de expendedores de licencias de manejar para perros y gatos, sin omitir a los simios que se quedaron sin chamba al ser expulsados de las carpas. Hubo risas, sí, y algunos sugirieron que se trataba de una comparación perversa… porque no supieron resolverla.
También asistí hace un año al Cirque du Soleil –me arrepiento de haber gastado tanto no de asistir a un espectáculo único en perfecta consonancia con la música maravillosa-, y me encontré con que en los telones rememoraban la época en la que los elefantes, cebras, caballos y perros poblaban los circos populares. Ahora, son parte de una elite y sobre el escenario cuatro hombres imitan a los sabios equinos de antaño. La hipocresía rebasa nuestro entendimiento.
Me enfadó estar en donde no pertenezco. Pero lo hice queriendo rememorar otras épocas al lado de mis hijos. Nada de esto ocurrió; la nostalgia me invadió y no me conformé con la parodia humana de las jacas jocosas. ¿Por qué tanta demagogia?
¿Y tan tremenda cerrazón? Me dicen algunos que se debe a la caducidad personal. Más bien creo que van perdiéndose los valores más cercanos a la humanidad exaltando a los animales en nichos superiores a los de nuestros congéneres.
La Anécdota
No es momento para sonreír sino para reflexionar sobre el fondo de lo que se contaba en la década de los setenta del siglo pasado, cuando gobernaba echeverría –en minúsculas-, y no dejaba de viajar entre cada negligencia. Dicen que cuando llegó a Venecia, dada su incultura de origen, aquel mandatario, sorprendido por el nivel de las aguas, no pudo reprimir un conmovido discurso que comenzó dirigiéndose al público, poco, que le aguardaba:
-¡Señores damnificados!
Sucede que la industria de la catástrofe suele ser, sin duda, una de las aportaciones más notables de nuestro curioso sistema político.
HUBO UN MANDATARIO, ernesto zedillo, QUE EN PLENA GIRA POR CHIAPAS, EN DONDE LAS INUNDACIONES ERAN TREMENDAS, TUVO LA OCURRENCIA PUERIL DE ASEGURAR QUE LOS “TSUNAMIS ASIÁTICOS”, REFIRIÉNDOSE A LOS SACUDIMIENTOS INTERNACIONALES DEL DÓLAR, NO NOS AFECTARÍAN. SÓLO ÉL SONRIÓ, DESDE LUEGO, AUNQUE ALGUNOS DE SUS INCONDICIONALES FORZARON EL GESTO COMO HACIENDO UNA MUECA IMPOSIBLE DE DESCIFRAR.
PARA COLMO, LA INSENSIBILIDAD DE ALGUNOS, SIN CASTIGO, HA CONVERTIDO CADA DRAMA EN PARTE DE LA CADENA DE LAS INMORALIDADES PÚBLICAS.
LO MISMO AYER Y HOY.