Por: Guillermo Robles Ramírez
En nuestra entidad estatal la prohibición de los casinos para adultos y casinitos para los menores edad, es decir, aquellos lugares de video juegos se tomó esa medida para poder contrarrestar principalmente al crimen organizado que estaba acaparando ese mercado.
Los resultados con respecto a si bajó la delincuencia organizada o no es difícil de medir, puesto que los medios de comunicación han dejado de publicar actos de violencia viniendo de estos grupos criminales y no precisamente por orden de gobierno sino por la seguridad principalmente de aquellos compañeros quienes cubren la fuente policiaca y los dueños de los periódicos.
Sin embargo, no todos los estados de la república mexicana tomaron esas decisiones, tan solo falta con observar al estado más cercano que tenemos, es decir, Nuevo León, en específico en su municipio de Monterrey, en donde continúan la apertura de los casinos.
Los casinos del país son cada vez más recurrentes por la ciudadanía, convirtiéndose en un problema para la salud mental de su “clientela”. Antes de que se instalaran en México, eran exclusivos en lugares como Las Vegas, en donde ahí su concepto ha sido más de lugares de entretenimiento que los conceptos que han pretendido disfrazar en el país donde nada más han traído lágrimas y desgracias a los hogares.
En el pasado se veía como una diversión donde siempre había un show como espectáculo principal, donde se presentaba algún artista internacional; pero eso nada más en las ciudades como en Reno, Nevada y Atlanta, Georgia, pero principalmente en Las Vegas, Nevada.
Su concepto en nuestro país no ha sido nada parecido sino todo lo contrario; se ha convertido en un lugar donde los mexicanos se han refugiado ante la desesperación de no ganar lo suficiente para la manutención de sus familias, prefiriendo gastarse doscientos pesos o más con la creencia que va salir ganando un poquito arriba de lo que les metieron a las maquinitas.
Pero hay de todas las escalas porque existen quienes no se conforman con doscientos pesos y tienen más dinero como para invertirle cantidades grandes para ver si el azar de la máquina se los multiplica, pero cuando esto suceda realmente viene siendo una parte proporcional de lo que estuvieron apostando, pero al final, al hacer las cuentas se dan cuenta que no ganaron sino todo lo contrario salieron perdiendo.
La falta de oportunidades laborales y crecimiento en el poder adquisitivo en las familias mexicanas han orillado a muchísimas personas a tener jugar a la apuesta para multiplicar su dinero, pero al verse frustrado los orilla a cometer otros delitos como es el robo, hasta la postura de empeñar un patrimonio familiar como puede ser un vehículo, un terreno o simplemente hasta la casa.
Esta adicción a los juegos, se va convirtiendo en una enfermedad conocida como la ludopatía, siendo un padecimiento que se caracteriza por la necesidad de jugar dentro de los casinos principalmente pero orillados y fomentados ante situación económica del país, y si a esa enfermedad mental le agregamos que existen los casinos como los lugares favoritos para la extorsión política de los funcionarios federales ya que son ellos los que otorgan los permisos y también son víctimas del “pago por derecho de piso o de uso”, por parte del crimen organizado, estos dos factores lo hacen potencialmente peligrosos porque a final de cuentas los civiles son utilizados como escudos humanos y parte del aterrador pensamiento de los criminales.
Pero es tanta la necesidad por sacar dinero y también la enfermedad de la ludopatía que puede caer una granada o rafageados en las afueras de los casinos y tranquilamente los adictos al juego seguirán yendo a estos “centros de entretenimiento”, como son reconocidos ante las autoridades federales, sin importar si ganan o los espera la muerte siendo claro que es más fuerte la necesidad por jugar, escuchar y respirar el ambiente de los casinos.