Moscú (PL) La reconciliación con Turquía lleva a Rusia a abrirse paso en una nueva fórmula de alianza regional, anudada apenas por intereses específicos y coincidentes entre esas dos naciones.
El dilema radica en cómo armonizar conceptos como terrorismo e integridad territorial, empleados en sentidos diversos o diametralmente opuestos por las partes en esa tácita alianza tripartita pues también incluiría a Irán.
Rusia trata de atenerse a todos los parámetros internacionalmente reconocidos: la agrupación Estado Islámico (EI) y el grupo Al Nusra en su nueva modificación, son el objetivo contra el cual se debe dirigir toda la acción bélica. Moscú también considera que el respeto a la integridad territorial de Siria está dado, en primer lugar, por el reconocimiento de sus autoridades, con las cuales se deben pactar todas las acciones militares.
Además, el Kremlin estima que jugar con el pertrecho a grupos armados opositores, sin diferenciar si son terroristas y con el propósito de derrocar a un gobierno legítimo, es un maniobra peligrosa, algo que ya parece demostrar el EI.
Por ello, a la hora de definir su posición, Rusia considera necesario acordar con el presidente Bashar Al Assad toda acción en el terreno contra los grupos terroristas, sin crear divisiones territoriales internas en el estado levantino.
Irán, por su parte, participa a través del movimiento de resistencia Hizbulah en apoyo al ejército sirio contra formaciones terroristas.
De su lado, Turquía, acusada por Damasco de entrenar, pertrechar y financiar a formaciones armadas con el abierto objetivo de derrocar a Al Assad, maneja el término de terrorismo para referirse tanto al EI como a grupos de resistencia kurda.
De hecho, aunque el presidente ruso, Vladimir Putin, y su par turco, Recep Tayyip Erdogan, decidieron descongelar las relaciones entre ambos países, suspendidas tras el derribo de un caza ruso por fuerzas turcas en Siria, en noviembre de 2015, mantienen fuertes diferencias en cómo actuar en Siria.
Erdogan lanzó la propuesta de una alianza Moscú-Ankara-Teherán para combatir al Daesh (acrónimo en árabe del EI).
Moscú está interesada en una lucha a fondo contra las formaciones armadas en Siria, pues en ellas combaten muchos rusos procedentes de las repúblicas del Cáucaso norte que son una amenaza potencial al regresar a este país.
Siria, además, constituye un aliado de confianza en la región con el que ya acordó, incluso, instalar una base aérea permanente, la primera en muchos años fuera de sus fronteras.
Pero el diverso tratamiento al concepto de terrorismo lleva a Ankara, por ejemplo, a calificar de esa forma a las formaciones kurdas en Siria e incluso a lanzar operaciones militares en suelo sirio bajo ese pretexto.
Algunos expertos consideran que Ankara busca reducir la oposición de Moscú a acciones como las de su ejército en Siria.
Rusia parece entender que sin comprometer a Turquía dentro de un futuro esquema de solución a la crisis siria, será muy difícil desatar ese nudo gordiano.
Todo ello ocurre cuando en el bloque europeo aparecen grietas sobre las sanciones a Rusia, con manifestaciones de algunos parlamentos del viejo continente o la reciente visita del presidente eslovaco a Moscú, que hablan de un tácito reconocimiento del fracaso de la mencionada política de presión.
Aunque Rusia está aún lejos de una salida definitiva a la crisis económica, agudizada por la caída del precio del petróleo, las medidas internas del Gobierno comienzan a dar frutos concretos que preocupan al bloque comunitario.
De hecho, Alemania concilia con Rusia los términos para una segunda línea dentro del proyecto Torrente Norte con vistas al suministro de gas ruso de forma directa al estado germano, que busca convertirse en distribuidor de ese combustible en Europa.
Tales circunstancias permitieron a Putin evitar mayores consecuencias sociales dentro del país en medio de un período electoral donde por primera vez se hacen coincidir los comicios legislativos nacionales con elecciones regionales y municipales que debieron efectuarse en diciembre de este año.
El regreso al sistema de elección de 225 diputados por listas de partido y 225 por circunscripciones de un solo mandato, activó aún más a los 14 de 70 partidos existentes que lograron inscribirse para la contienda en las urnas.
Aunque el gobernante partido Rusia Unida (RU) cuenta con entre un 44 y un 47 por ciento de los votos, de acuerdo con varios sondeos, ello se aleja de la cifra de casi 51 por ciento alcanzada como promedio a nivel nacional en 2011.
Putin ha realizado cambios en la dirección de sus representantes especiales en los distritos nacionales, de ministros, de otros funcionarios de dudosa reputación, y de varios jefes de órganos de seguridad y de las fuerzas armadas.
RU es secundado en algunos estudios de opinión por el Partido Comunista de la Federación de Rusia, con más de 10 por ciento, y en otras por el Partido Liberal-Demócrata, de Vladimir Zhirinovski, tras lo cual se sitúa Rusia Justa, de Serguei Mironov.
Los resultados son contrarios a los que aspiraba la llamada oposición fuera del sistema, es decir, sin representación en la Duma Estatal (cámara baja).
Ni la formación Parnas (Partido de la Libertad Popular), ni el Partido de Desarrollo (antigua Fuerza de Derecha) o la legendaria agrupación Yabloko llegan al uno por ciento de preferencia.
Sin embargo, los especialistas llaman a seguir de cerca los resultados de sondeos del Centro Ruso de Opinión Pública, que indican la existencia de un 20 por ciento de los interrogados sin una preferencia definida cuando se acercan los comicios del 18 de septiembre.
Además, el 12 por ciento de los interpelados afirmó que se ausentaría a los comicios y otro 13 por ciento se mostró indeciso al responder.
De cualquier forma, la popularidad de Putin, superior al 75 por ciento en los últimos meses, se presenta como carta de triunfo para el gobernante RU, y los éxitos en política exterior, como en el caso sirio, avalan tal posibilidad.
Rusia: entre nuevas alianzas y los votos electorales
Por Antonio Rondón