Por más que digan las autoridades que el índice delictivo van a la baja, la percepción de la población es otra y la verdad de las cosas es que es un juego de palabras en contra de la realidad.
Efectivamente los índices indican una tendencia a la baja, pero no porque las cosas no estén sucediendo, es decir, la gente ya está cansada de estar denunciando los robos para que al final no les resuelva nada o en el mejor de los casos atrapen al delincuente y más tarda el proceso de su aprensión que su libertad.
Otro de los factores por el cual la gente también ha dejado a un lado la cultura de la denuncia es porque cuando está sucediendo algún acto ilícito el cuerpo de seguridad pública tarda mucho en llegar, pero tampoco es culpa de seguridad pública, sino porque en nuestro país no se cumple con las recomendaciones que marca la Organización de las Naciones Unidas en la cual dicen que por cada 100 habitantes debe de existir 300 agentes policíacos, en pocas palabras hay pocos policías para cubrir la demanda requerida en cualquier población.
El problema de la inseguridad no solo es culpa de las autoridades sino también del sector privado en donde no quieren invertir en contratar los pocos elementos que hay de seguridad pública, sintiendo en muchas de las ocasiones una obligación por parte de las autoridades el disponer uno de sus elementos para proteger a su propia clientela, siendo el caso muy cuestionado el de las instituciones bancarias.
El sector privado ante la imposibilidad de las autoridades locales de poderles brindar protección gratis como ellos pretende, hacen una inversión mínima para “dizque”, dar protección a sus clientes contratando a personas jubiladas o de la tercera edad poniéndoles un uniforme de guardia, pero con cero entrenamientos, y equipamiento.
Lo mismo sucede en las puertas y estacionamiento de las tan concurrentes plazas comerciales, en donde son contratadas estas personas y muy pocos de estos empresarios llegan a contratar los servicios de negocios dedicados a la seguridad privada, pero sin faltarles al respeto alguno para quienes hacen función de vigilantes o guardias de seguridad, la verdad es que motivo para dar lástima.
Ya sea porque son personas de la tercera edad o son adolescentes que muy apenas les quedan los uniformes con todos los pantalones guangos, al igual que las camisas, corbatas, sombreros y zapatos, como si estuvieran imitando al comediante mexicano “Clavillazo”, solo les falta repetir una de sus frases famosas: “¿cómo la ve desde Ay?”
Desprotegidos e incapaces quienes brindan sus servicios como vigilantes dentro y fuera de éstas plazas comerciales, así como aquellos contratados en las instituciones bancarias, siendo muy clásico su actuación cuando sucede algún acto ilícito, desde un robo común por muy simple que sea siempre que salen corriendo los rateros después de haber cometido su fechoría los “vigilantes”, solo se quedan mirando y cuando éstos se acercan a ellos para emprender la fuga, los “vigilantes” simplemente se hacen a un lado dándoles el paso, no porque es estén en complicidad con los ladrones, sino simplemente para no ir a parar al hospital por intentar enfrentarlos o ser embestidos en la huida.
Para los mexicanos siempre habrá una justificación y alguien a quién culpar, cuando la responsabilidad les corresponde a la banca y a los dueños de las plazas comerciales, que si bien comparamos con otros países como Estados Unidos, Inglaterra, España entre otros más, obligan a los propietarios de bancos y centros comerciales a contratar el servicio policíaco al Departamento de Policía, además son obligados a que el comercio en general tenga su propia instalación de sistema de alarma, incluyendo video cámaras que estén grabando el monitoreo de día y noche.
Por muy insignificante que se vea éstos equipos, está comprobado estadísticamente que el 60 por ciento de los actos de robo son frustrados o ayuntados cuando un ladrón detecta la presencia de cámaras.
En nuestro país los comerciantes realmente tienen interés de proteger su clientela, pero no quieren que les cueste nada, paradoja su interés con la realidad, cuando ni siquiera quieren contratar el sistema de las autoridades locales conocido como “botón de pánico”, que no es otra cosa que una alarma conectado al Departamento de Seguridad Pública, y que aquella minoría que sí lo tienen han logrado frustrar robo dentro del establecimiento y el despojo no solo de dinero sino también de pertenencias de los clientes y consumidores.
Es por eso que la percepción de los mexicanos más apegada a la realidad que los indicadores, siempre será al alza ya que cada vez es con mayor frecuencia el robo no solo de vehículos, sino también de negocios, y los consumidores que se encuentran adentros de éstos establecimientos, así como el mismo personal que laboran ahí, porque se aprovechan de la mediocridad de la vigilancia que prevalece en nuestro país.
Mientras nuestras autoridades no exijan a las instituciones bancarias y centros comerciales, al igual que el resto del sector comercial, a la obligatoriedad de contratar policías municipales, instalación de equipo de seguridad o bien compañías serias y registradas ante seguridad pública y estatal, las ratas de dos patas seguirán aprovechando la mediocridad de la “vigilancia”