México, 3 oct (PL) El triunfo del no en el plebiscito respecto a los acuerdos de paz firmados entre el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejercito del Pueblo es una noticia devastadora, afirma hoy el diario La Jornada.
Pese al estrecho margen y escasa participación en las urnas, la negativa al proceso pacificador más arduo, consistente trascendente en ese país deja la impresión de que la mayoría de los colombianos está a favor de proseguir el conflicto armado, afirma el editorial de La Jornada.
El rechazo a los acuerdos de paz parece constituir, además, una bofetada a los empeños de gobiernos, organismos internacionales y personalidades de la escena internacional que respaldaron en forma activa y entusiasta las tratativas entre el Palacio de Nariño y la organización guerrillera más antigua de América, acota.
También una señal de respaldo a los sectores e intereses guerreristas y militaristas del país sudamericano, empezando por el expresidente Álvaro Uribe y los sectores más recalcitrantes de las fuerzas armadas y la miríada de empresas que han medrado desde hace décadas con el negocio de la seguridad y la venta de armas.
Afirma el rotativo que el gobierno del presidente Santos ha quedado, con el inesperado resultado del plebiscito, en una posición debilitada, en tanto la agrupación guerrillera se ve colocada en una situación indefinida y de grave peligro para sus integrantes, los cuales ya habían empezado a concentrarse para preparar su desmovilización y la entrega de armas.
Uno de los factores principales que determinaron este resultado catastrófico fue la campaña publicitaria de intoxicación de la opinión pública por las derechas oligárquicas que tienen como objetivo demencial la aniquilación total de las FARC o, cuando menos, la rendición incondicional de sus combatientes sin más destino que la prisión, explica el texto.
Y argumenta que, significativamente, ese operativo propagandístico tuvo un impacto mucho mayor en las grandes ciudades, en las que se encuentra la mayor parte de los electores, y en las que el No resultó mayoritario.
Apunta que lo que sigue es incierto. La derrota del bando de la paz no significa en automático el reinicio de las hostilidades, pero representa un impulso en esa dirección, por más que en términos estrictamente legales la única consecuencia vinculante es que ambas partes deberán renegociar la paz en términos distintos.
Será -advierte- una perspectiva difícil de concretar, habida cuenta de las enormes dificultades que tuvieron que sortear para lograr un documento aceptable para el gobierno y para la insurgencia, y del poco tiempo que le queda al mandato de Santos.
Por otro lado, tanto las FARC como el gobierno han adoptado decisiones pacificadoras de trascendencia que no pueden revertirse fácilmente: la primera aprobó en asamblea su conversión en fuerza política, en tanto que el segundo decretó el fin de las hostilidades.
Aunque ninguno de los bandos dispone ahora de un marco legal definido y claro para aplicar tales determinaciones, cabe esperar que pueda ser mantenida la frágil tregua de facto que se estableció con el telón de fondo de las negociaciones de La Habana, concluye el editorial.