No existe mexicano en el país que no se dé cuenta de la gravedad de la inseguridad no solo en su propia localidad, sino también lo percibe por donde quiera que viaje dentro del país.
Antes se pensaba que estando dentro de la casa era el mejor lugar para resguardarse de todo peligro, pero ahora hasta aquellos domicilios equipados con lo más moderno de seguridad, es decir, cerco eléctrico, bardas de más de cinco metros, portones de seguridad, cámaras de vigilancia, y aun así quienes se proponen de entrar a ese domicilio lo logran hacer, ya sea de manera violenta o con inteligencia.
Desde lo más moderno hasta lo que también era considerado como la mejor alarma, o sea, el perro también conocido como el mejor amigo del hombre, también es neutralizado con un simple trozo de carne envenado.
Aquellos viajes supuestamente seguros en las diferentes carreteras del país ya sea en transporte público, o particular, tampoco son seguros porque no falta el ingenio o las mañas de los delincuentes para despojar a todos los pasajeros de sus pertenencias ya sea porque va infiltrado dentro de los mismos pasajeros o porque los espera un vehículo para interceptarlos, o bien, obstruyen la autopista o carretera federal con alguna otra unidad o un tronco obligándolos a detenerse.
Lo mismo sucede dentro de las ciudades en donde millones de ciudadanos son víctimas de un asalto durante el trayecto al trabajo, escuela, oficina, o bien, regreso a sus domicilios.
No se diga el sector comercial, pues no hay alguno que se haya escapado de un asalto o robo dentro del establecimiento y no siendo suficiente con ello todavía barren con las pertenencias de la clientela.
Sin lugar a dudas, la delincuencia de robo común, sin contabilizar a los del crimen organizado han rebasado la capacidad de las autoridades, tanto en número de elementos policiacos como en capacidad de competencia no solo para atrapar a los ladrones, sino para darle un seguimiento jurídico en la cual aseguren una tranquilidad a los ciudadanos; sucediendo todo lo opuesto, o al menos ese es la percepción de los mexicanos, en donde más rápido sale el criminal de la cárcel que en tarde en atraparlo y llenar esa tediosas e inútiles papelería de procedimientos legales.
Nada de lo mencionado anteriormente suena ajeno a la realidad que día a día viven todos los mexicanos. Es más, ni siquiera lo vemos como algo nuevo, y eso es lo peor, porque ya lo estamos considerando como parte de nuestra vida, es decir, la delincuencia ya forma parte de nuestra cotidianidad.
Ésta situación no es buena, ni sana, ni mucho menos de conformismo sino simplemente la gente tiene que continuar haciendo su vida, porque es imposible encerrarnos en una burbuja para aislarnos de todo.
Ante la impotencia de los ciudadanos de no tener resultados de la misma autoridad, aunque éstas se cansen de repetir en sus discursos políticos que la lucha contra el crimen o los índices criminales van hacia la baja, cuando en realidad la gente cada vez denuncia menos por la nula respuesta y que continua la misma situación de inseguridad en el país.
El temor de ser víctimas de las represalias por la fuerte convicción que los elementos policiacos no tienen discrecionalidad en proporcionar la información de los denunciantes, siendo la mejor manera de callar a la ciudadanía bajo la amenaza y desistir de la denuncia.
Por ésta razón y otras muchas más en donde la gente observa la miopía de las autoridades, así como la misma de ediles y gobernadores, han decido en agruparse entre la misma comunidad y hacerse justicia por su propia mano. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013) www.intersip.org