Había una vez un rey que tenía tres hijas y quiso saber cuál de las tres lo quería más. Un día le preguntó a la mayor:
– Hija mía, ¿tú cuánto me quieres?
– ¡Ay!, padre, yo más que al aceite.
Y el rey quedó satisfecho con la respuesta.
Luego se dirigió a la segunda y le preguntó lo mismo y la hija le contestó:
Yo te quiero más que ¡al mismo pan!
El rey quedó contento también con esta respuesta y cuando fue a preguntarle a la hija pequeña, ella le contestó:
Yo te quiero más que a la sal
Esta respuesta no le gustó nada al rey, que se ofendió y envió a su hija pequeña fuera de sus tierras.
El cocinero lo había estado escuchando todo y, como vio que aquello era una injusticia muy grande, escondió toda la sal que había en el palacio, así que a partir de entonces todas las comidas se sirvieron sosas.
Cuando el rey las probaba, decía que no le gustaba y poco a poco fue perdiendo el apetito y cayó enfermo.
Médicos y magos llegados de tierras remotas, intentaron sanar al rey, con las más novedosas medicinas. Sin embargo, y a saber porque: Ni pócima, ni botica, ni las estrellas del cielo podían ayudarle.
Hasta que una mañana feliz de abril. Se presentó su hija pequeña en palacio, y cuando el rey, la vio, tan linda y pura, como una azucena. Cayó en la cuenta; y dijo abrazándola:
Hija mía, ¡cuán me arrepiento! De haberte desterrado.
Así que la miro, con los ojos del corazón y le pidió perdón.
Desde entonces, y si me equivoco, me corriges…
El reino junto con todos sus habitantes vivieron felices y comieron mucho pan con aceite y sal.
Este cuento infantil, al que se le desconoce el autor en su versión completa se le conoce bajo el título “Las tres hijas del rey”, y a esta anterior “Te quiero más que a la sal”.
Y cada vez que escucho lo malo que dicen que es la sal y que, por décadas, los políticos han tratado de poner medidas al sector restaurantero para prohibir el uso de la sal a la vista del consumidor, así como esas campañas publicitarias de gobierno sobre lo dañino que representa la ingesta de sal.
El miedo sobre la sal apareció por primera vez hace más de un siglo, es decir, en 1904 los médicos franceses informaron que seis de los pacientes que tenían la presión arterial alta por enfermedad del corazón, eran provocados por el consumo de sal.
En el año 2010 el “American Journal of Hypertension”, sometió a estudio 6 mil 250 personas y no encontraron pruebas sólidas de que el reducir la sal reduce el riesgo de ataques cardíacos, accidentes cerebrovasculares o muerte en personas con presión arterial normal o alta.
Las investigaciones realizadas entre a la sal y las enfermedades del corazón no les ha ido mucho mejor, ni antes del 2010, ya que existe una publicación en el 2007 de la Revista Europea de Epidemiología siguió a 1 mil 500 personas mayores de cinco años y no encontraron ninguna asociación entre los niveles de sodio en orina y el riesgo de enfermedad vascular coronaria o muerte.
¿Cuándo se le pondrá fin a la guerra de la sal? En lugar de crear políticas de anti sal, sería bueno que el gobierno haga una investigación clínica, controlado para ver lo que sucede a las personas que siguen dietas bajas en sal, ya que nunca se ha comprobado científicamente que la ingesta de sal hace a una persona hipertensa.
Por el contrario, los estudios muestran que una dieta baja en socio conduce a problemas de salud. Así como lo está leyendo, hay estudios en donde los sujetos que consumen menos de 2,300 mg. De sodio por día tenían tasas de mortalidad significativamente más altos que los sujetos que consumieron 2,300 mg. O más de sodio por día.
La sal es un control de azúcar en la sangre ya que ayuda a mejorar la sensibilidad a la insulina, y también la sal es un antihistamínico natural, además el cuerpo necesita sal para mantener el pH adecuado en el estómago, reduce los picos de adrenalina, mejora la calidad del sueño, entre otros más beneficios. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013) www.intersip.org