Alguna vez ha escuchado palabras como “¡ahí voy!”, “¡ahorita!”, “¡sí está bien!”, “¡ya te dije, que ya voy!”, seguramente para quienes tienen hijos es el pan de cada nuestro. Lo mismo sucede para los docentes quienes con el batallar de día a día con los alumnos, reciben como respuesta.
Pero qué pudiera ser más importante que seguir alguna instrucción o simplemente poner atención a cualquiera de las indicaciones que se les da a esta nueva generación.
Muy apenas se les ve los rostros a donde quiera que uno voltee a verlos. Es como si fuera sacado de una de las mejores películas de terror o thriller, es decir, nadie habla, todos encorvados, cabezas hacia abajo, la vista perdida, caminan en automático sin importar quién viene en frente de ellos, tampoco se fijan si hay obstáculos en su pasar, o pozos.
No se trata de ninguna película de ciencia ficción sino de una realidad en donde toda la juventud estuviera en un modo de “zombie on”, es decir, en un estado enajenados por los dispositivos inteligentes, en donde su mundo son las redes sociales.
A cualquier parte a donde voltees a ver, podrás ser testigo que toda la juventud se encuentra en “zombie on”, en la cual caminan por las calles o plazas comerciales con la cabeza hacia el celular y “texteando”, sin fijarse que hay en frente, es decir, tienes que sacarle la vuelta porque si no ellos no se mueven en su trayectoria siendo fácil de chocar con ellos.
Cuántos accidentes ha escuchado o simplemente publicado como noticias que muchos de éstos jóvenes han caído en pozos o pisaron mal algún bache y hasta han chocado con postes o cables de luz por estar “texteando” y caminando a la vez.
En este nuevo mundo virtual en donde no deja de ser un ambiente frio, se han dejado de escuchar el bullicio de los jóvenes al bromear, al platicar en grupos, y cualquiera que no crea solo basta con pisar una preparatoria pública o privada, realmente no importa, porque encontraras lo mismo, grupos de jóvenes agachados en sus dispositivos inteligentes compartiendo videos o imágenes, pero todos con el cerebro secos y absorbidos por las redes sociales que brindan éstos dispositivos inteligentes.
Y realmente son dispositivos inteligentes porque son demasiados inteligentes para la juventud en robarles de su tiempo un promedio de siete a más horas diarias sumergidos en éstas unidades que en lugar de comunicar se han convertido en aparatos de aislamientos.
Simplemente en los hogares ante cualquier cosa que se les dice para todo sus respuestas son “ahí voy”, o “ahorita”, y pueden pasar veinte minutos o una hora pero para ellos se sumergen tanto en su celular que sin darse cuenta una hora representa para ellos cinco minutos, resultando molesto cuando se les recuerda algo y la respuesta de enojo no se deja esperar: ¡Ya te dije que ahí voy!
¿Qué sucede a la hora de comer? Antes o al menos yo recuerdo que la comida era un lugar que servía para convivir en familia, platicar entre cada uno de los miembros que compartían el mismo techo, es decir, era un espacio de unión familiar en donde los papás y los hijos tenían un momento para platicar sus anécdotas, contar sus problemas o bien compartir sus logros.
Ahora se ha convertido en un espacio en donde cada quien se sumerge en el silencio de sus propios celulares o dispositivos inteligentes, leyendo el WhatsApp, Facebook o Snapchat y si cree que estoy exagerando los invito a que vayan a cualquier restaurant, siéntese y suba su mirada para que voltee a ver las mesas llenas de familia y ninguno interactúa entre ellos más que sus dispositivos inteligentes. Hasta los menores de edad de 5 años de edad se encuentran ocupados con sus tabletas viendo su película infantil.
A eso me refiero que la juventud se encuentra sometida a un estado de “zombie on”, en donde ni siquiera ellos saben quiénes son, qué está pasando a su alrededor, y en donde la comunicación interpersonal está siendo sustituido simplemente por dispositivo inteligente, en donde pueden tener a un metro de distancia o menos a la persona y prefieren mandar un mensaje de texto para comunicarse.
A qué grado han llegado los papás que para poder comunicarse con sus hijos dentro de la casa porque están tan enajenados “texteando”, en sus grupos sociales, les mandan un mensaje por WhatsApp para avisarles que ya está listo la comida, o que se metan a bañar o hacer la tarea, siendo éste el único modo para que hagan caso. Pero como dice el dicho, “no tiene la culpa el indio sino quien lo hace compadre”. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013) www.intersip.org