*Intolerancia Enemiga
*Fuga: Malos Presagios
*Trump, AMLO y Aviones
La democracia está deformada en México. Y hay diversas condiciones que lo demuestran, desde el absurdo de considerar que las minorías carecen de derechos cuando son éstas las que gobiernan contra una aplastante mayoría de mexicanos reacios a seguir admitiendo los excesos y corruptelas de altos vuelos de la clase política.
También, y en el mismo nivel de gravedad, la infección de las intolerancias mutuas exacerba los rencores y nos alejan de alcanzar un punto de civilidad para asegurar la gobernabilidad y no la anarquía como reacción popular contra la fusión del presidencialismo con la partidocracia. Es muy grave que el odio se pronuncie entre grupos que buscan lo mismo, el fin de la corrupción y la violencia, y no se dirija, al cien por ciento, hacia un gobierno repelente por marchar en dirección contraria a los intereses populares, sin el menor consenso y con el rechazo de ocho o nueve, entre cada diez, mexicanos. Ningún gobernante, salvo el nuestro, podría dormir con tamaño riesgo sobre su cabeza por muy blindado que se sienta en Los Pinos.
Durante la segunda manifestación contra la continuidad del actual mandatario en el poder, de las tres en las que participé en este angustiante 2016, me atreví a encarar a un grupo de granaderos, bastante relajado, cuando observaban el paso de la rebeldía civil:
–Cuando ustedes –les dije- entiendan que su lealtad está con los suyos, el pueblo mismo, y no con un gobierno miserable y corrupto, esto se termina definitivamente.
Uno de los uniformados, con macana y escudo, me vio, mientras los demás asentían con la cabeza, y respondió:
–Es cierto… pero, mientras, ¿quién nos paga?
Si todo se reduce a este punto, cada uno de los timoratos y de los activistas de Facebook –incapaces, los más, de dar la cara ante convocatorias a las que dicen apoyar-, tendrán pretextos de sobra para iniciar lo que he dado en llamar la “revolución pacífica” que culmine no sólo con un cambio de estatus de la clase política sino igualmente exaltando la soberanía popular para transformar a un sistema caduco, rebasado e ineficiente cuya aportación en esta hora es terriblemente dañina: la ingobernabilidad.
Por allí, algunos lectores sugieren que hablar del “estado fallido” ahora es tardío porque el concepto está rebasado. Tal es una falacia –esto es una conclusión que se basa en un equivocado juicio de valor-, porque, desde luego, esta condición aún no llega y es el arma más poderosa de las potencias del norte para sobajar a una administración federal, la nuestra, hasta niveles de servidumbre inauditos. Situarnos en el trance entre la realidad asfixiante y lo fallido es bastante peor porque se agrega el ingrediente de la incertidumbre. No puede hablarse, entonces, de que es inútil hablar del pretérito cuando el futuro se plantea lleno de nubarrones porque no se ha superado el ayer.
Desde luego, el presidente electo de los Estados Unidos, avalado por sesenta millones de electores –un poco menos de los atribuidos a la señora Clinton, derrotada por un sistema inadecuado que borra, de un plumazo, todos los sufragios de un estado aunque sólo haya sido superado un aspirante por unos cuantos-, se regodea ante la inminente posibilidad de que México caiga en sus manos por varias razones temibles:
1.- La ausencia de liderazgos naturales y de dirigentes capaces de defender el suelo patrio con razonamientos sólidos, como la marginada Doctrina Estrada, de los arrebatos injerentistas de los Estados Unidos.
2.- La tremenda vulnerabilidad de un gobierno dirigido por un Ejecutivo enfermo, disperso y rehén de asesores sin memoria histórica. Con ello, claro, la clase política es fácilmente influenciable por quienes han cursado maestrías y doctorados bajo el auspicio de las universidades anglosajonas que forman a sus escolapios en la filosofía del “bienestar americano”, esto es pasando por encima de culturas e idiosincrasias ajenas.
3.- La pobreza de un ejército, incluyendo la Armada, con pertrechos anticuados y con menor poder de fuego al de los sicarios del crimen organizado, situación que eleva la violencia a mansalva y conforma un argumento para exigir una mayor “cooperación” de la Unión Americana, esto es una invasión silenciosa, cuando las propias agencias de inteligencia del norte –CIA, NSA, DEA, FBI-, son las que regulan, en serio, el mercado de drogas en el mayor núcleo consumidor del planeta. Una trampa a la medida de la corrupción interna.
4.- La ausencia de proyectos de empleo alternos para poder asimilar la mano de obra de, cuando menos, tres millones y medio de deportados, en una escalada perversa dispuesta para romper las bases, bastante pobres, de una economía dependiente del dólar, sobre todo. Ni un solo paso se ha dado, en el interior, para contrarrestar esta conflictiva ya planteada y en fase de redondearse.
5.- Desde luego, la muy cercana posibilidad de que se cierre nuestra frontera norte, ignominiosamente, con un muro que recuerda al de Berlín por su contexto político, no ha sido sino tratada de manera superficial por la Canciller Claudita Ruiz Massieu, y avanza a pasos agigantados. La funcionaria citada alega que no saldrá un solo peso de México para ello; pero no dice que, entonces, no llegarán los dólares esperados por las familias de quienes han debido dejarlas para sostenerlas yéndose hacia el norte. Un encaje a las remesas, del veinte por ciento, representaría cuatro mil millones de dólares, en términos redondos, para dar inicio al proyecto de Trump, el más infame de todos. Y si hiciera falta, allí están los depósitos de los ricos compatriotas depositados en los bancos estadounidenses para ser motivo de intervención en los porcentajes que determine el nuevo gobierno de los Estados Unidos.
Al respecto me pregunto: ¿si por mucho menos, los empresarios multimillonarios de nuestro país se llevaron sus fortunas para especular con las crisis estructurales de México, qué esperan para reintegrar sus haberes a nuestro lastimado suelo? Sólo puede darse una respuesta: están coaligados con las multinacionales que los han convertido, primero, en socios y después en súbditos de los grandes capitales internacionales. Sólo se salvan unos cuantos, digamos Slim, Larrea, Baillères y otros más, mientras los que no están en el “top-ten” optan por rendirse a la fuerza de la expansión norteamericana.
Al tiempo que ello ocurre va imponiéndose lo que he señalado como la “economía del narcotráfico” –patente en almacenes tales como el llamado “palacio de los palacios” en Polanco-, marginando a la mayor parte de quienes perciben salarios a la baja, aunque se diga lo contrario, o son obligados a mantener los antiguos so pena de excomunión, digo de retiro temprano.
Con la mentira de los aumentos de los salarios mínimos se corroboran las malsanas intenciones: si en diciembre de 2015, el ingreso era de 4 dólares diez centavos, ahora, con la supuesta alza, apenas alcanza a 3 dólares sesenta centavos, medio dólar menos, lo que de ninguna manera puede darse como una equilibrada medida para matizar la caída del poder adquisitivo sino lo contrario aunque se exalte que se pagará 80 pesos diarios a quienes menos ganen. Una bazofia tan indignante como los juegos empobrecedores de los señores fox.
No es solamente casualidad nuestro drama actual. Es consecuencia, sobre todo, de un gobierno poco planificador y ayuno de banderas sociales, contrario a los intereses del colectivo y, francamente, cercano siempre a los de los Estados Unidos. Seguimos sumiéndonos en el pantano que nos dejó Porfirio Díaz: “tan lejos, tan cerca…”
Debate
En lo que va del año –hasta el primero de diciembre-, los ricos consorcios extranjeros se llevaron al exterior, desde México, 132 mil millones de pesos, casi siete mil millones de dólares fluctuantes. El dato es referente indiscutible de cuanto pasó en 1982 cuando el entonces mandatario, aquel septiembre fatal, situó en 40 mil millones de dólares la fuga de capitales hacia el exterior por “malos mexicanos” que habían empobrecido a sus empresas para asegurarse en los bancos, sobre todo, de la Unión Americana. El plazo dado, el del “mes de la patria” del mismo 1982, se extendió, sin remedio, como la tenencia vehicular impuesta para financiar los Juegos Olímpicos de 1968.
La fuga descrito, subrayo, corresponde a los extranjeros en México, donde han encontrado una mina de oro porque el proteccionismo –como la xenofobia- se dan al revés en este país, esto es a favor de los seseos y las hipocresías en inglés, para desgracia de los inversionistas nacionales y, por ende, de la productividad, un término casi en desuso porque ahora la especulación abierta ha desplazado a la riqueza real.
Los favorecidos, claro, ahora alegan que Trump y su inminente presidencia serán favorecedoras por el “nacionalismo” de éste -¿será el nacional socialismo como el impuesto por los nazis?-, como si México estuviera en ruta de convertirse en uno más de los protectorados de la poderosa nación vecina, cada vez con menos contrapesos y mayor prepotencia sobre el continente entero, además de Asia y sus socios europeos.
Y todo ello adobado con la militarización, al dársele al ejército funciones de policía interna para perseguir a quienes sean sospechosos, entre ellos los críticos, mientras crece el poder real del narcotráfico. Una perspectiva ideal para la injerencia con la que tanto sueña Trump y por la cual bajan las cabezas, serviles, los esbirros de los grandes capitales y del poder político, seguro de perpetuarse en el poder aplastando a las opciones independientes o segregándolas con candados sin llaves.
La Anécdota
Andrés Manuel se quejó al ser comparado con Trump y hasta pidió “amparo”. Pero resulta que siguen dándose hilos conductores:
–El señor Trump –se informa- rechazó la adquisición de dos jets destinados a formar parte de la cuadrilla del “Air Force One”, por considerarlos demasiado caros; y exigió a Obama romper el contrato respectivo con la Boeing.
Lo mismo dice que hará Andrés si llega a la presidencia de México. Ello porque peña no debe tener un avión que ni Obama posee. Enfoques cercanos.
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E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com
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Si la política se rigiera, como la economía, por los mercados a futuro, México ya estaría perdido, sin esperanzas; como no es así, cabe esperar un milagro.