*Mentiras Siniestras
*De Nuevo Reprobado
*De Niños Deprimidos
La repetición de las mentiras suelen convertirse en lugares comunes sin la mínima base. Sobran estas en el México actual gracias a la promiscuidad mental del señor peña nieto, el rey de los enredos semánticos y de las justificaciones a mansalva. Nadie como él para expandir promesas que no puede cumplir y promover reformas que se empantanan en los sucios grandes lagos de la demagogia ramplona. Por eso estalló la sociedad ante la reiterada miseria sociopolítica de poner en paralelo la venta de nuestro petróleo y el alza a las gasolinas arguyendo que construir refinerías ya era un mal negocio.
Con tal postura, peña fue devorado por Trump, mejor informado y con conocimiento de sobra sobre la existencia de 144 refinerías en su territorio –Japón tiene 50 y no es extractor de petróleo-, en donde se capta la materia prima proveniente de México para devolvernos el producto refinado a precio mayor. Hasta los niños de primaria –espero que a ellos no se les ocurra imitar a Federico N. de Monterrey-, podrían resolver la sencilla ecuación y determinar el nivel de las falsedades. México se estancó por una falsa política ambientalista que, de modo alguno, es redituable en otros renglones, por ejemplo en cuanto a nuestros bosques brutalmente atacados y a la desertificación alarmante cada año. Nuestro suelo es más desierto y menos productivo en la era de la nueva conquista estadounidense.
La fallida reunión con Trump, en la Casa Blanca, no fue sino una invitación a aceptar los hechos consumados como el inicio de la construcción del muro de la ignominia y el desecho del Tratado de Libre Comercio para América del Norte, además del Transpacífico. Nada para acordar y todo por asimilar bajo el designio de un gobierno mexicano profundamente vulnerable. Por eso, claro, desbarrancó. ¿Podríamos responder ante la amenaza de guerra que lanzó, todavía como candidato insolente, el señor Trump unos meses antes de los comicios que él mismo reconoció como ilegítimos.
En este punto debe cuestionarse la mentira mayor. El propio “pato” Donald admitió las versiones sobre el hackeo de los técnicos rusos a las computadoras estadounidenses destinadas a las funciones electorales; pero, además, hace unos días lanzó otra ignominiosa versión, tratando de justificar su andar fascista, al determinar que los votos de los “indocumentados” habían hecho la diferencia para abonar a la señora Clinton los dos millones 900 mil sufragios con los que ésta ganó la elección general, no así la fincada en la claudicante estructura de los “votos estatales” en los cuales sacó ventaja, mínima, en algunos de los estados con mayor puntaje… cuando su adversaria le sacaba ventaja durante las horas previas, esto es mientras los operadores de Putin hacían lo suyo.
La ilegitimidad de Trump es mucho mayor a la de su antecesor republicano, George Bush junior, quien en 2000 se erigió ganador por diferencia de 527 sufragios, detenidos en una comunidad de Florida, en donde su hermano Jeb gobernaba; un efecto de clan detenido por Al Gore, el vicepresidente quien creyó salvar al sistema en una fatal decisión que le relegó posiblemente de una victoria, modificando así el destino de la poderosa nación. Luego, en septiembre de 2001, conocimos el verdadero costo de ello cuando el liderazgo del abyecto junior se consolidó después de la tragedia terrorista de Nueva York.
Desde luego, para justificar a Trump se insiste en los aires bélicos frenéticos de Barack Hussein Obama –tales sus apellidos, cercanos a los de dos de los grandes enemigos de Estados Unidos que fueron sacrificados en los últimos diez años, Saddam Hussein, el sátrapa de Irak, y Osama bin Laden, el terror de Al Qaeda y antiguo socio de los Bush en su exitosa corporación petrolera Arbusto Oil –la traducción al español del propio infamante apellido-. Los círculos se cierran, lamentablemente, con los tufos de la complicidad. Así gobiernan “al mundo libre”, esto es a las naciones súbditas de las que somos parte, la Casa Blanca y sus arterias.
No extraña, con estos antecedentes, que las nuevas alzas a la gasolina programadas para dentro de unos días y la primera semana de marzo –del ocho por ciento adicional a lo que ya subieron en enero-, sean una estrategia dispuesta para desestabilizar, aún más, a México y sacar a la población a la calle, de nuevo, sin tocar al señor peña, blindado por Trump como figura decorativa para señalar con la misma el grado de descomposición nacional. De irse el mandatario, ello podría dar lugar a una de dos distintas vertientes:
En primer lugar podría generar más violencia –la apuesta del “pato”-, al grado de que el desorden hiciera necesaria una ocupación formal por elementos de la ONU –los malhadados cascos azules-, para tratar de imponer la ley del más fuerte sobre la endeble territorialidad mexicana. Esto es: si los grupos sociales marchan desunidos hacia el mismo punto, en éste se encontrarán y no habrá manera de evitar, cuando menos, un conato de guerra civil que justificaría, a los ojos del mundo –que han seguido la descomposición gradual de nuestro país-, una intervención de gran magnitud. No es broma, está en la agenda de las especulaciones posibles que marcan los derroteros de la CIA.
La segunda opción, más compleja, deviene de una mayor madurez de la comunidad nacional cuya exigencia sobre el retiro del mandatario en curso va acompañada de la serenidad suficiente para que las aguas no se desborden y sea posible retomar el camino de la civilidad perdida hasta lograr la consolidación política, a través de nuevas elecciones o de éstas con otras reglas, para modificar al sistema y asegurar la ruptura total del presidencialismo y la partidocracia, ambas sendas infectadas por la corrupción, la negligencia social y la ignorancia, esto es la ausencia de valores por el desconocimiento de la historia.
Lo primero es deleznable; lo segundo podría salvarnos salvo que sobre nuestro suelo se han posado los ojos de un neofascismo –le he llamado la victoria cultural de Hitler a setenta y un año de su deceso supuesto-, que no tolera a quienes no tienen sangre anglosajona como antes se pretendió exaltar a la raza aria. Es lo mismo aunque se confluye a dos épocas distintas aunque es la del presente la que es motivo de la asfixia general en un mundo confundido, sorprendido y rebosante de incertidumbre.
México está en peligro serio; lo ha estado siempre pero ahora es mayor a causa de las condiciones que privan. Por eso deben tomarse las decisiones necesarias para intentar superar el ahogamiento del país a costa de asfixiar al modelo político que tanto nos ha dañado. Esto último es la fuerza de Trump para socavarnos y no debemos caer en su juego.
Debate
Quizá la fallida reunión de Washington fue concebida como el examen final para el señor peña nieto. Y estaba reprobado de antemano, por cuanto a su promedio deficitario, las manos vacías y un montón de escombros sobre las espaldas: tratados comerciales muertos, la orden para edificar el muro de la ignominia como un factor de “seguridad nacional” –esto es sin sopesar, por ejemplo, el hecho de que existe una armería fronteriza, del lado estadounidense, por cada dos kilómetros de frontera; ¡y aun así llamó Trump a los suyos a recuperarla!-, y la advertencia sostenida en la deportación de quienes tengan antecedentes penales por haber cruzado ilegalmente la franja que separa a dos mundos.
Mientras, en el interior del país, la violencia aumenta y ha penetrado hasta a las familias tras el incidente de Monterrey, absolutamente dantesco; además ¡hasta Xochimilco se seca porque el agua de los canales se va por una grieta que apareció, de pronto, en el embarcadero de Zacapa, uno de los más importantes! Como si todas las tragedias se nos juntaran. Y, mientras tanto, la mitad de los municipios del país enfrentan la escasez de agua y temen lo peor para los próximos meses si no llueve.
Para mayores desgracias, los Estados Unidos comienzan a rechazar exportaciones que eran claves, como la del aguacate encarecido hasta las nubes, por mero capricho y para llevar presiones al dócil y vulnerable gobierno nuestro que, cada día, contempla menos salidas. Por todas partes hay agujeros y carestía. La inflación, en enero, es la mayor en dos décadas y se había dicho que el gasolinazo sólo afectaría superficialmente a la economía. Mentiras, una tras otra.
Y, por si fuera poco, los partidos enloquecen. La MORENA de Andrés, por ejemplo, incorpora a personajes como Esteban Moctezuma Barragán –secretario de Gobernación durante los primeros meses del zedillismo y afín a éste hasta la médula- y a Alfonso Romo Garza, el empresario cómplice de vicente fox y su poderosa consorte. ¡Qué revoltijo! Con Bartlett ya son dos los ex secretarios de Gobernación sumados a un modelo amorfo. ¿Es por nostalgia o como efecto de un severo astigmatismo?
La Anécdota
Los niños tienen miedo, están obsesionados por los sucesos de Monterrey, el 18 de enero pasado, cuando un chico identificado como Federico N. –su apellido es Guevara, por cierto-, de quince años, disparó y asesinó a su maestra y tres compañeros. Lo triste es que, en vez de analizar el suceso, el gobierno trató por todos los medios de linchar profesionalmente a quienes difundieran fotografías o vídeos en cuestión en un severo ultraje a la libertad de expresión como ahora corroboramos.
Los niños tienen miedo porque también a ellos les han alcanzado las mentiras como la de suponer que sólo fue Federico el autor de la tragedia y no un grupo de jóvenes delincuentes; en la filmación puede apreciarse –y acaso por eso pretendieron que no se difundiera bajo el fútil argumento de no lastimar a “las familias” que ya habían sido víctimas-, la ayuda proporcionada al tirador por dos muchachos más lo que abre un escenario para investigar, en serio, a la llamada Legion Holk.
Los órganos de gobierno, una vez más, han sido rebasados.
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Sin rectorías, ni argumentos jurídicos con vigencia real, el gobierno de México no es sino un despreciable mayordomo en la Casa Blanca, dispuesto a escuchar y secundar condiciones y no a proponerlas. Es el estado fallido disimulado.