*Conformismo Ruin
*Católicos en Baja
*Nueva Carta Magna
¿La mayor parte de los mexicanos no se han percatado de su enorme contribución al fracaso del modelo político y, por ende, la permanencia de un gobierno putrefacto, ilegítimo –en tanto que es reprobado por nueve de cada diez ciudadanos-, y presidencialista con la fusión además de la partidocracia intolerante? Creo que no si evitamos caer en la cursilería de ablandar los hechos para no comprometer al pueblo, liso y llano, que siempre se siente víctima, jamás victimario, y señala hacia la cúpula del poder para zafarse de cualquier responsabilidad ante la historia y su país.
El conformismo, acaso una de las peores ramificaciones de la demagogia que nutre de elementos para asegurar la pasividad de las masas y su sometimiento “voluntario”, cada vez se deja sentir con mayor fuerza entre nosotros a la vez que escuchamos las quejas y reproches reiterativos contra el mal gobierno y los efectos devastadores de una economía vapuleada por la escasa visión de los “sabios” economistas al servicio del Estado, la violencia reiterada cada día y el horror de temer hasta a nuestra sombra al grado de optar por vivir con la cabeza viendo hacia los pies. Terrible disyuntiva ésta en medio de un mundo globalizado e insensible ante las diferencias sociales agudas.
Fíjense ustedes en dos de los acontecimientos judiciales de mayor impacto y las reacciones consecuentes por parte de una sociedad ahíta, descontrolada, inconforme y absolutamente confundida:
1.- Recapturan a “El Chapo”, luego lo extraditan –tras breve temporada en Ciudad Juárez-, y los escépticos presuponen, enseguida, que se trata de un montaje por efecto de tantas mentiras gubernamentales y de la manera como suele manipularse a la opinión pública. No hay credibilidad porque nos la han arrebatado y ni siquiera existe la certeza de que Mario Aburto –acusado por al magnicidio de Colosio y ahora reo en una prisión de “seguridad media”-, sea quien dice ser considerando las fotografías tomadas en Lomas Taurinas y las de él en prisión, sin el bigote exhibido a la hora del crimen. Lo mismo pasa con Joaquín Guzmán Loera cuyas diferencias en el rostro y estatura han sido obsesivamente mencionadas por un amplio sector si bien las explicaciones “científicas” son avales de las versiones oficiales.
Pero lo anterior no es lo grave. Lo verdaderamente lamentable, más allá de los usos políticos de la captura, fue la efervescencia de no pocos sinaloenses quienes manifestaron abiertamente sus simpatías por el criminal, sea o no quien está en el Reclusorio de Almoloya, desestimando sus horrores y exaltando sus orígenes y hasta la pinta de “valiente” cuando se trata de un cobarde que asesina por la espalda, azuza a sus huestes y siembra el caos. Ninguna justificación existe para los cientos de homicidios perpetrados por el «cártel de Sinaloa” con tal de preservar la guerra entre mafias que no sirve para impedir el tránsito de las drogas hacia los Estados Unidos.
Y a pocos sorprendió la reiteración de algunas chicas con blusas entalladas y la leyenda: “Chapo, Hazme un Hijo”, sobre los pechos voluminosos. Como si se vendiera carne; peor: cual si se tratase de un concurso, de esos que organizaba el “pato” Donald Trump –quien para colmo de males sigue enseñoreando el ámbito político de la superpotencia-, para ofrecerse a cuantos tienen capital de sobra, tanto que hasta les pica a los bolsillos, e imponen la economía del narcotráfico para volcarla a los palacios de los palacios de esos que enorgullecen al premiado anciano Alberto Bailléres y en donde, como en los casinos, sólo comer es medianamente barato… si nos conformamos con las sobras.
Y los niños, claro, ya no quieren llegar a Los Pinos sino a las casas blancas de Las Lomas, en la recién nacida ciudad de México tras la larga agonía del Distrito Federal. No son pocos quienes, además, imitan a “El Chapo” y no desean sino jugar a los matones para honrarlo imaginando ser el gran “capo de todos los capos” o devorando los juegos cibernéticos en los que se obtienen puntos y bonos por la recreación de las muertes, cientos de muertes en una jornada habitual de los genocidas virtuales, adolescentes y adultos –no pocos niños también, así sea a escondidas-, y se encadena a los consumidores a una larga secuela interminable de academias de violencia. ¿Me estaré haciendo demasiado viejo para no entender que los valores han cambiado, la moral igualmente y la dignidad de por medio? Creo que no es cuestión de edad sino de formación; y ya nadie se ocupa por enderezar los retoños antes de que crezcan los troncos torcidos.
2.- La burda detención de Humberto Moreira Valdés, pillo de siete suelas quien como Al Capone no ha sido acusado por lo medular –amén de los 33 mil millones de pesos con los que endeudó a Coahuila enviando la tercera parte de los mismos a la campaña presidencial de otro ladrón, peña nieto, para asegurar la complicidad por vida-, dio lugar a una serie de monstruosas expresiones sociales. Debajo de la superficie se agitaron las aguas de la impudicia como si de un huracán se tratase; así, hubo quienes asistieron ¡a misas! para pedir a la Divinidad –no sé si se referían a Ángel Isidoro Rodríguez, uno de los extraditados bajo la fórmula “Ibarrola” destinada a crear lagunas jurídicas para beneficiar a los socios del mal-, por la libertad del ex gobernador que los saqueó.
Y allí fueron, como borregos indignos, dispuestos para el sacrificio, miles de saltillenses, sobre todo, rogando a diestra y siniestra por el hermano del gobernador Rubén, un pobre sujeto ávido de fortuna y sin el menor sentido ético, con quien había tenido Humberto fuertes rencillas, sobre todo después del asesinato del hijo de éste, Eduardo, del cual acusó a su fraterno mayor, Rubén, considerando los nexos de ambos con distintos segmentos de Los Zetas. ¿Pero quiénes se atreven a acusarlo en este México en donde la justicia pende del hilo negro que enlaza a jueces, magistrados y ministros con la residencia oficial de Chapultepec? En ese punto aflora el conformismo, representado físicamente con el alzamiento de hombres para denotar poco interés y ninguna preocupación, como rúbrica al maldito conformismo. ¿Y a mí –dicen cientos, miles-, qué me importa?
Pues sí importa y mucho. Se están viniendo abajo los pilares que han sostenido a la República, porque la moral ha pasado a un término secundario como las balaceras cotidianas por distintas partes del país. Y no se trata de asumir fariseísmos extremos sino de hacer notar que hemos perdido toda perspectiva de futuro para dejar hacer y dejar pasar a quienes vienen detrás y no somos capaces de formar en esencia y con solidez de principios. Decir esto, incluso, puede parecer “pasado de moda” para el entendimiento irresponsable de cuantos consideran la modernización como la posibilidad de que cada quien se desentienda de sus principales deberes cívicos para dejar libre la senda a los explotadores de masas. ¿Nombres? Vean la lista de los grandes multimillonarios y allí los encontrarán.
No se confundan; estas palabras no las mueve el rencor social sino el desencanto que produce observar a tantos, incluso amigos, resignados de antemano a la fatalidad de los fraudes electorales o la crudeza de la corrupción exaltada. ¿No es suficiente con las muertes de setenta y cinco mineros en los últimos años para perseguir a Germán Larrea y a Bailléres? ¿No significan nada los bebés calcinados en Hermosillo -49 muertos y setenta con secuelas graves-, para siquiera evitar que la ex “primera dama”, Margarita Zavala de calderón, se salga con la suya y sea lanzada como candidata del PAN, un partido amorfo por sus maridajes respectivos con el PRI y el PAN? ¿Cuántos más deben caer para que cesen las acciones hostiles del ejército infiltrado y sea denunciado el general Salvador Cienfuegos? ¿Y los excesos de la Marina, con todo y los marines estadounidenses camuflados, no obligan igualmente a procesar al Almirante Vidal Soberón? En fin, ¿cuánto más deberá pasar para que el señor peña nieto entienda no sólo su condición de legítimo sino el mensaje de la mayor parte de los mexicanos contra él?
La tabla de medir es la del conformismo avieso. Los cabizbajos que se sacuden de hombros cada que se propone iniciar una pesquisa contra un cacique-gobernador o alguno de los infectos miembros del gabinete presidencial, y el mandatario federal mismo, y se burlan grotescamente de cuantos elevan voces y protestas porque, dicen, nada conseguirán ante la fortaleza del “sistema”; ellos son quienes no serán capaces de transformar nada desde sus poltronas y sus recónditos aposentos en donde la única luz se recoge junto a las migajas que les tiran sus patrones o jefes políticos. Los conocemos bien y todos tenemos a alguien cerca que piensa así, por encima del andar hacia el porvenir y el sufrimiento acumulado por los demás… y de los conformistas también.
Mientras los mexicanos no miremos alto, continuarán los abusos sin remedio. Y es esto lo que nos ata al último cabús del destazado ferrocarril del desarrollo… bajo las bases del dinero sucio y las reglas de los mafiosos integrantes de las tres columnas de la impudicia: los capos, los políticos rapaces y los empresarios cómplices de los dos primeros segmentos.
Por nuestro lado, debemos elevar el sentido crítico tanto que supere, si es factible, las murallas del conformismo construidas con la patológica sumisión de quienes hacen mayoría en este país tan desigual, injusto y atormentado.
Debate
Del noventa y ocho por ciento de mexicanos que se pronunciaban católicos el nivel, antes de la visita de Jorge Mario Bergoglio hace un año, ha disminuido hasta el ochenta y tres por ciento. La caída se explica por el desprestigio general de los religiosos, a causa de los abusos sexuales sin castigo de un porcentaje estimado en el seis por ciento de los mismos –pero si sumamos en números hablamos de una altísima cantidad de sujetos-, los crímenes sin resolver –el asesinato del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo en primer lugar pero sin que sea el único-, y las serias dudas sobre las posturas eclesiásticas sobre temas coyunturales como la igual de género, el aborto y el avance de los homosexuales en la sociedad.
El Obispo de Roma debe plantearse, no lo hizo en México, los agudos conflictos sociales del país –los conoce tanto que no dudó en hablar de la peligrosa “mexicanización” de su natal Argentina como si en esta nación, de verdad, se alcanzaran cotas de larga estabilidad-, sino igualmente de los señalamientos globales acerca de la atracción jurídica de decenas, cientos de casos de curas pederastas –hasta Cardenales y pro-santos entre ellos-, además de las ambiciones terrenales de la superioridad eclesiástica, o la Curia Romana, que aglutinan bienes materiales en proporciones alarmantes al grado de contar con residencias y departamentos de lujo en gran parte de las grandes capitales, financiados por supuestos grupos de caridad cristiana. Una bula para la inteligencia del colectivo.
De allí nuestro renovado interés para que se asomen a las librerías con el fin de conseguir “Avaricia”, de Emiliano Fittipaldi –curiosa amalgama de un nombre revolucionario con el de un gran deportista del volante-, cuya edición en español comenzó a circular a fines de noviembre pasado. Las dudas que puedan tenerse al respecto desaparecen con la mera relación de escándalos financieros y hasta criminales. Por ejemplo, el caso de la muerte –o asesinato- de Juan Pablo I, Albino Luciani Tancón, jamás esclarecida con la debida credibilidad.
Si México se dice católico, justo es conocer ambos lados de las medallas que penden del cuello del Papa y, en general, del Estado Vaticano del cual es jefe político aunque su condición de peregrino y jefe de la cristiandad opaque lo primero.
La Anécdota
Los juristas se cansaron de esperar y ya elaboran un nuevo texto constitucional aunque poco signifique sin la consigna presidencial que debe dar paso a un nuevo Congreso Constituyente como el que ya se dio para la ciudad de México –promulgada la Constitución de la CDMX el pasado 5- cuando todavía se dilucida sobre el gentilicio de sus originarios antes llamados defeños: mexiqueños, citadinos, chilangos o “huaches” como les llaman en casi todo el país y en Yucatán.
Con casi setecientos parches –son 695 en este momento-, la Carta Magna no aguanta un remiendo más y esto lo sabe la clase política. Hay extremos que se tocan a través de las contradicciones y las confusiones a las que da lugar. Lo peor es que el tema ha estado en la superficie desde hace, cuando menos dos décadas y nadie se ha animado a iniciar la ruta necesaria que deberá abrir un parteagüas hasta para corregir los artículos constitucionales mal escritos.
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E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com
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Mientras millones de mexicanos duermen, el gobierno nos encaja deudas y servicios de la misma en proporciones impagables. No son sólo algunos estados es todo el país. El conformismo ha calado tan hondo que ha derrotado a las conciencias y permitido la sucesión de gobernantes con almas corroídas.