Moscú (PL) Las relaciones entre Estados Unidos y Rusia se presentan como una hoja en blanco, donde queda mucho por contar con Donald Trump al frente de la Casa Blanca, cada vez con más signos de un continuismo en el caso de Moscú.
Quizás por ello, el vicedirector del Instituto de Países de la Comunidad de Estado Independientes, Vladimir Evseev, aunque espera el fin de las sanciones por Estados Unidos, alerta sobre la entrada a una era impredecible en los nexos con ese país.
La administración del demócrata Barack Obama llevó al fondo las relaciones entre Washington y Moscú, casi peores que en tiempos de la Guerra Fría, con pasos que parecían más de revancha por la derrota en las presidenciales de noviembre.
Por ello, el Kremlin espera que con Trump los vínculos, al menos, no debieran empeorar, pero nada está claro sobre hasta dónde pueden mejorar.
Aunque el multimillonario devenido jefe de Estado dio a entender en su campaña que Rusia era un país para hacer amistad y no para tenerlo de enemigo, tampoco parece muy apresurado a cambiar restricciones de la anterior administración.
La nueva embajadora de Estados Unidos en la ONU, Nikki Haley, dio la primera sorpresa y con ello dejó de diferenciarse por mucho de la aquí repudiada Samantha Powell, al aclarar que las sanciones unilaterales contra Rusia continuarán.
Mientras Rusia mantenga en su soberanía a la península de Crimea, donde la gran mayoría de la población apoyó en un referendo la separación de Ucrania, continuaremos con las restricciones, declaró Heley.
En la Casa Blanca aclararon que las declaraciones de la embajadora recibieron el aval del Consejo de Seguridad Nacional norteamericano.
Sin embargo, Trump abre rayos de esperanza, pues su reciente conversación telefónica con el presidente ruso, Vladimir Putin, fue cordial y llena de promesas de cooperación y coincidencias en áreas como la lucha contra el terrorismo internacional.
Pero el multimillonario mandatario estadounidense se encargó de también crear dudas en Moscú sobre ese tema al situar a Irán como el mayor patrocinador del terrorismo en el orbe.
El ministro ruso de Relaciones Exteriores, Serguei Lavrov, debió aclarar que Teherán carece de alguna relación con el movimiento terrorista Estado Islámico o el Frente An Nusra y, por el contrario, colabora en la lucha contra esos grupos.
Irán forma, junto a Turquía y Rusia, el trío de garantes de un cese de hostilidades en Siria y de un triunvirato que anuncia su cooperación para combatir de conjunto a terroristas en ese país.
Pocos son los que se atreven a pronosticar nada concreto más allá de la colaboración antiterrorista que pudiera existir entre Moscú y Washington, mientras queda en suspenso la actitud de Trump respecto a la OTAN.
Estados Unidos continúa, junto a otros miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), el despliegue de tropas y medios de combate en naciones con fronteras directas con el país más extenso del orbe.
Pero es necesario recordar que desde el 2014, bajo los más disímiles pretextos, Estados Unidos impuso medidas restrictivas contra Rusia en 35 ocasiones.
Ello situó en listas negras norteamericanas a 172 personalidades y a 350 personas jurídicas (entidades), incluidas la del sector energético, el complejo militar-industrial y el financiero, recordó la vocera de la Cancillería, María Zajarova.
Nada está escrito en lo que respecta a Trump, que prometió revisar el caso de Crimea y ya volvió a los reclamos a Rusia del respeto a la integridad territorial de Ucrania, y amenazó con mano dura a China y ahora la reconoce como socio crucial.
Para poder descifrar el verdadero contenido de los planes de la Casa Blanca respecto al Kremlin se necesita tiempo, escaso en una época de tensión en la arena internacional, mientras Moscú espera una muestra norteamericana de su disposición a colaborar.
Solo el antiterrorismo figura en la agenda común de Estados Unidos y Rusia y ahí está Siria para demostrarlo. Moscú dio un paso concreto y visible en esa dirección, ahora toca el turno a Washington.