“Feminazis”, así nos llaman a todas aquellas personas que nos oponemos a la violencia de género y protestamos ante una imagen, discurso, actitud o acción que normaliza o reproduce el sometimiento a las mujeres. Tristemente una de esas imágenes nos la encontramos en un cartel promocional de la Feria Internacional del Libro del Estado de Yucatán (FILEY), donde una mujer, de espaldas y con un fuete en su cuello suplica a un hombre; “Castígame pero déjame leer”. Es decir asume el poder de un hombre de castigarla y/o de permitirle hacer o no algo, en este caso leer, recreando la realidad de millones de mujeres que viven diferentes formas de violencia y de dominación, física, sexual, psicológica, económica, en México y en otras partes del mundo. Violencia que causa la muerte de muchas de ellas.
Y algunos argumentarán en defensa de ese cartel, y en el colmo de la misoginia, que a las mujeres nos gusta ser dominadas o violentadas, que somos por “naturaleza” masoquistas. Ignorando los procesos psicosociales por los que algunas mujeres, efectivamente, sólo sienten placer cuando son violentadas. La forma en que la sociedad patriarcal nos ha formado, sintiendo culpas y avergonzándonos por nuestra sexualidad, generando que el inconsciente nos exija ser castigadas, vinculando el placer con el dolor y el sometimiento. El erotismo patriarcal está basado en el sadismo masculino y el masoquismo femenino, es verdad, pero esto es una construcción social posible de desmontar promoviendo una conciencia crítica, y dejando de difundir imágenes que refuerzan el estereotipo del hombre dominador y la mujer sumisa.
No podemos ni debemos dejar de lado una realidad que ya lleva milenios, los grupos dominantes de la sociedad han promovido la desvalorización de todo lo femenino, generado la cosificación de las mujeres, y que ambos géneros naturalicemos la violencia hacia nosotras.
Pero lo más triste de todo es que pareciera ser que todos los años que las mujeres universitarias con perspectiva de género hemos dedicado al estudio científico de las condiciones sociales y culturales que generan desigualdad y violencia hacia las mujeres, no han servido de nada, ya que cualquier publicista o mercadólogo ignorante en estas cuestiones, puede impunemente reproducir los estereotipos que tanto daño nos han causado.
Es verdad, los organizadores de la FILEY ya retiraron ese cartel y se disculparon por “ofender a un grupo de personas”, pero en ningún momento admitieron la gravedad del hecho, nunca reconocieron que el cartel es misógino y promueve la violencia hacia las mujeres. Por el contrario se repitió en varias ocasiones, durante una conferencia que transmitieron mediante las redes, que las ofendidas somos un grupo minoritario al cual amablemente consideran y por tanto quitaron el cartel. Palabras muy lejanas a una verdadera disculpa y reconocimiento de la gravedad del hecho que no involucra a un grupo, sino a toda la sociedad.
El “error” no fue ofender a un grupo minoritario, sino promover la violencia y la misoginia, y es claro que los organizadores no lo entienden, por lo que seguramente seguirán reproduciendo el machismo en la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY).
Y no se trata de descalificar la Feria por un hecho (para algunas personas asunto menor), estamos ciertas que en ella están programados eventos de gran calidad, dignos de reconocer, autoras y autores de gran prestigio y calidad literaria. Pero entonces me pregunto por qué los carteles se refieren a libros que dieron lugar a películas de terror del vecino país, algunas de muy discutible calidad. Por qué utilizar el morbo o la misoginia ofendiendo a la sociedad y a las grandes personalidades que participarán. Y si eso no requiere cambios en quienes diseñaron o autorizaron los promocionales.
Me pregunto también, si somos nosotras, las personas que hoy protestamos por la misoginia de un cartel, quienes merecemos ser sometidas con un fuete y debamos decir “castígame, pero déjame escribir”.
Cimac noticias
*Este artículo fue retomado del portal poresto.net Quintana Roo.