Desafío: ¿Qué es el Respeto?

Rafael Loret de Mola
Por Rafael Loret de Mola

*¿Qué es el Respeto?
*La Furia en Aumento
*Ceguera “Animalista”

 

¿Qué es el respeto? Cualquiera podría alegar que la pregunta sobra en el ideal de la convivencia pacífica, casi una utopía. Sin embargo, en el presente, las condiciones cambian y, para muchos –sobre todo los pelafustanes de la partidocracia enferma-, sólo debe existir respeto cuando se coincide con sus ideas y, por tanto, cualquier mentecato puede encararse, sin más razones que su estulticia, con quien aboga con argumentos sólidos contrarios a las líneas dirigentes; de lo contrario, asumen que la parte contraria “está vendida” o simplemente es despreciable aunque sus razonamientos sean suficientemente sólidos.
Por desgracia no es sólo en la política sino en las distintas regiones de nuestra existencia. Pareciera que el modelo del mexicano ideal pasa por ser futbolero, fanático del Guadalajara o el América preferentemente, asiduo a la Lucha Libre, mitad parodia como la vida nacional, a las pachangas en Garibaldi y a las fiestas rumbosas con harto tequila; y entre los periodistas, además, con una tonelada de café encima por cada jornada para mantenerse tenso la noche entera aun en brazos de alguna damisela.
Para muchos el ser mexicano conlleva ser Guadalupano y hasta priísta “por respeto” aunque los segundos sean cada vez menos porque ya no pueden sostener la mirada a quienes han sido dolosamente afrentados por las decisiones oficiales paranoicas como la tal ley de seguridad interior…¡que ni los militares querían! Ahora, cualquiera, pero más los críticos de este régimen escatológico, estamos en calidad de sospechosos como lo estuvieron los estadounidenses tras la “ley Bush” decretada para buscar terroristas hasta debajo de la almohada tras los atentados brutales de septiembre de 2001.
Esto es: la regla de la estabilidad cambió. Ahora no se manifiesta la presunta inocencia sino que debemos asegurarnos de contar con pruebas suficientes de que NO somos culpables por tal o cual hecho abominable. Para algunos, de criterio corto, deberían colgar a quienes profesan fanatismos distintos a los suyos y les gusta, qué caray, las canciones de banda en donde se dibuja, muy por la superficie, a los capos que enseñorean el panorama global gracias a las complicidades de altura; no hablo de los mandos mexicanos sino de los de la Unión Americana que son los reguladores permanentes del gran mercado mundial de las drogas. Sigue al dinero y encontrarás la cueva de Alí Babá.
Existe un genoma que atrae a las masas hoy, el del desprecio a los semejantes como opción para sentirse superiores. Por ello hay y proliferan tantos necios, ignorantes y tontos que creen, a pie juntillas, que si dominan el mundo cibernético son genios ya y no requieren de sabiduría adicional; por tanto, cualquiera otro, incluyendo los “viejos”, son carroña inservible y despreciable. Los valores trastocados en un mundo al revés. En principio, su investigación se cierne a las enciclopedias electrónicas y no le dan importancia a la ortografía porque sería tanto, para ellos, como perder el tiempo sin comprender que los desequilibrios semánticos pueden convertir al entorno en una inmensa Torre de Babel en donde sea imposible la puesta de acurdo. Cerrar no es igual a serrar, por ejemplo; ni puede considerarse que soy superior a Hemingway, Vargas Llosa, Paz, Fuentes, Cervantes y hasta Sor Juana porque ellos loaron a la tauromaquia que es vista, por quienes jamás se han tomado la molestia de comprenderla, como salvaje expresión del medievo en la filosofía anglosajona que no observa igual las matanzas de hombres, mujeres y niños que realizan a diario sus marines “desde el reino de Moctezuma”.
Hace una semana sufrí la andanada de algunos alimentados por el rencor entre seres iguales dispuestos a endiosar a los animales por encima de toda razón; incluso, algunos animalistas serios han definido que tratar a las mascotas como iguales conlleva trastornos severos para éstas y sus dueños –“papi y mami”, como algunos se sienten respecto a ellas-, dañando seriamente la línea de la existencia, el equilibrio de la naturaleza. Imagínense que las fieras decidieran adoptar a las liebres y los cervatillos porque su estómago los llevara a ser herbívoros. No cabe tal acepción salvo en los humanos cursis, acaso marginados del amor y frustrados por delirios no tratados profesionalmente. ¡Hay tantos casos!
En México sucede algo parecido. Los escasos defensores de peña nieto –entre el diez y el doce por ciento de los mexicanos-, insisten en que faltarle al respeto al mandatario es tanto como descomponer y, por ende, traicionar a las instituciones y al país; máxime en esta hora tremenda en la que los roces con el “pato” Donald Trump Macleod, se han convertido en una rueda de juegos del hambre como parodia de la existencia. Ya hasta pintamos el cataclismo cuando, como explicó recientemente el genio Bill Gates, el mayor peligro del universo son las pandemias que pueden surgir, en cualquier momento, por el abandono de las grandes regiones abandonadas: en África, Asia… o México.
Pero, igualmente, al señor peña parece haberle convenido el justificado rencor contra Trump, el Luzbel de la era moderna, porque se ha refugiado en el mismo y hasta pretendido convertirse en bandera para unir a los mexicanos contra el gigante del norte. Y sus asesores tuvieron la genial idea de reducir ¡dos centavos!, el precio de las gasolinas como panacea estúpida a las protestas crecientes, por todo el territorio, como respuesta a la asfixia económica impuesta por la carestía ineludible y al anuncio de un crecimiento “cero” para éste y el próximo años. Para atrás, en todos los sentidos.
Todavía así, no faltan quienes postulan que se respete a la clase política saqueadora; lo mencionan, a cada rato, quienes hacen del PRI una patraña tricolor -¿para cuándo se obligará a este partido a no usurpar los colores patrios?-, para defender cargos, emolumentos e impunidad sobre sus hombros sin la menor consideración para la gran comunidad nacional, pagadora y silenciosa.
No ven, desde luego, las múltiples faltas de respeto, abonadas por la ausencia de libertad y de justicia, que el gobierno en curso nos ha causado, desde los genocidios conocidos, los aún inexplorados también, los secuestros, los acosos, la corrupción ingente, la insensibilidad social y las reiteradas mentiras sobre la creación de infraestructura que el propio mandatario peña es incapaz de recordar para no tener que explicar quiénes han sido los verdaderos beneficiarios, los comisionistas ladrones en complicidad con varios de los miembros de sus familias. Jamás habíamos alcanzado estos niveles de cinismo y de ausencia de respeto a la soberanía nacional.
Hace meses una señora muy ufana me dijo que a ella le habían enseñado a respetar al presidente desde niña, le respondí:
–¿Y no ha madurado desde entonces? El presidente ya no es símbolo nacional, como se pretendía antaño, sino uno de los pilares del infierno mexicano?¿Le gustaría seguir siguiendo a Luzbel aunque se haya convertido en el demonio mismo? Ser mexicana o mexicano implica tener deberes y ser congruente con la conciencia y no con los lugares comunes, tantas veces insulsos.
De algo deben haberle servido mis palabras porque ya no volvió a insistir sobre el tema; prefirió cantar que para eso había estado allí. Igual pasó en Xalapa cuando una joven estudiante me dijo que ella prefería salvar a su queridísima mascota antes que a un niño a quien ya no podía sostener. Le dije que le hacía falta tomar una terapia y luego se ruborizó tanto que debí consolarla.
Pensemos antes de hablar; es una regla de civilidad natural. No hacerlo es provocar una ruptura entre la razón y las pasiones insensatas; entre la violencia cruda y el derecho de los demás a ejercer su propia libertad. Yo disfrutaré de la mía hasta el fin de mis días, aunque la vejez, otrora sinónimo de sabiduría, sea motivo de desprecio entre las generaciones de los milleniums quienes también llegarán a ancianos y serán despreciados a la centésima potencia. Ley de la vida.
Debate
Tomen el termómetro a la realidad, señores gobernantes. El repudio se generaliza por dos elementos que no parecen considerar: la creciente intolerancia que divide a una sociedad hasta hacerla manipulable; y la torpeza de engendrar odios entre iguales –no faltará alguno que proponga a su mascota como candidato-, mientras se exalta a los nichos al reino animal. Estas brutales deformaciones separan y desangran a los mexicanos que optan por el “aquí no pasa nada” mientras el país se desintegra, se volatiza y pierde sus raíces.
La intolerancia reduce a unos cuantos los cuadros de afectos, separándonos unos de los otros al enarbolar nuestros propósitos a costa de no entender, despreciar y segregar a quienes piensan distinto o se dejan llevar por su ignorancia sobre ciertos temas, vitales o no, para blindar su incultura y su desprecio a sus congéneres, reducidos al papel de despreciables por la sencilla razón de ser distintos.
El colapso animalista, tras el atentado antitaurino en Bogotá -¡tan bella que es su plaza Santa María!-, deviene de la imposibilidad de volver racionales a los animales para, entonces sí, considerar si debemos darles un escaño o alguna curul si bien no pocas de éstas son ocupadas por bípedos ignorantes y ladrones, ansiosos de alfalfa.
La moda de Disney, extendida a setenta años, parece haber atrapado a quienes se quedaron en el peldaño infantil sin que su pensar evolucionara hacia el respeto a las propias mascotas a quienes algunos de sus “amos” ridiculizan inventándose restaurantes para ellos a los que asisten con trajecitos de gala, con moños y todos. Estas deformaciones los pintan de cuerpo entero. ¡Patrañas!
En el fondo del asunto es más benévolo que nuestros niños jueguen a matar hombres, embebidos y embobados por la cibernética, a que consigan algún distractor para simular irse de cacería al África y no sólo al Jurásico. Si se mata a un hombre, es natural; si ocurre lo mismo con un animal, se es desalmado. ¿Dónde diantres está la lógica en todo esto?
La Anécdota
Los “amos” –a veces se hacen llamar “papi” o “mami”-, sacan de sus perreras o círculos de arena a sus mascotas, amarrados casi siempre y sólo a veces se atreven a darles el derecho a unos pasos libres para ir a su aire por las calles. Piénsenlo siquiera.
¿Sabían ustedes que el cautiverio es peor a la muerte y la esclavitud obliga a las revoluciones? ¿Qué pensarán los animales domésticos y a cuántos se caza, a mansalva y con los tiradores emboscados, por el ejercicio de la supervivencia humana? Nada, porque sencillamente NO piensan. Y en el ciclo de la naturaleza tal equilibrio es fundamental para preservarla.
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E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com
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Primeros deben ser los seres humanos. Tenemos raciocinio, tanto como para tener respeto por los animales pero no convertirlos en dominio de intocables. Cuando tal ocurre es el hombre quien baja del nivel zootécnico, sin que los irracionales asciendan.

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