Por Ivette Hernández
La Habana, 2 abr (PL) Imponentes y extraordinariamente bellas, las catedrales góticas tienen la magia de un estilo arquitectónico antiguo y seductor, cuya tendencia a la verticalidad exalta la grandeza de su arte.
Todo lo humanístico y racional se volvió espiritual e ilimitado en medio del misticismo de la época, e impulsó las creaciones hacia una arquitectura diferente que rompió las reglas del estilo románico, su predecesor.
Europa es considerada la cuna del entonces nuevo modo de concebir las edificaciones religiosas, tras la construcción en 1140 de la cabecera de Saint-Denis, catedral francesa que abrió el camino a posteriores exponentes en el viejo continente.
De ese modo países como Inglaterra, España, Alemania y, en menor medida Italia, también adoptaron el naciente estilo.
En Inglaterra la arquitectura gótica se representó en tres etapas: el estilo primitivo, con la catedral de Canterbury; el decorativo, con la catedral de York; y el perpendicular, con la de Westminster.
España lo manifestó mediante dos expresiones fundamentales: una más sobria, predominante en los reinos de la Corona de Aragón, conocido como Gótico Levantino (catedrales de Zamora, Salamanca, Tarragona y Lérida); y otra de influencia francesa, desarrollada en el reino de Castilla (catedrales de León, Burgos y Toledo).
La catedral de Colonia se alza en Alemania como representación máxima del estilo gótico, aunque destacan otras como la de Ratisbona, Érfurt y Naumburgo.
En Italia no alcanzó el mismo auge y muchas edificaciones religiosas se caracterizaron por su mezcla peculiar de estilos; sin embargo, preserva un fastuoso símbolo en su zona septentrional: la catedral de Milán.
Cada país incorporó elementos representativos que imprimieron al arte y la arquitectura, quizá sin querer, una parte de su propia historia. Al cambiar el modo de concebir el mundo y la religión, también se modificó la manera de representar la espiritualidad en los templos.
Entre las diferencias visuales más significativas destaca la concepción de un área arquitectónica espaciosa -en algunos casos, hasta más de 50 metros de altura-, luminosa y diáfana, que introdujo diversos aportes constructivos.
Surge así la bóveda de crucería, sustituta del perfil de semicircunferencia de los arcos románicos.
Se prescinde de los muros macizos de piedra, aparecen los grandes ventanales y campanarios terminados en forma piramidal, se insertan los pináculos como ornato propio del estilo gótico y los rosetones fueron más grandes, para mayor iluminación y elegancia en sus fachadas.
Siglos después de erigidas, la originalidad de las catedrales góticas trasciende y cautiva a amantes del arte, la arquitectura, la religión, el ingenio del hombre, y la historia misma.