Roma, 15 may (PL) Las desigualdades económicas y sociales generadas por la globalización neoliberal superan hoy los límites imaginables, al punto en que se sufre, preocupa y provoca alarma.
Las cosas andan muy mal en un mundo en el cual los ocho individuos más ricos acumulan tanta riqueza como la mitad más pobre de sus siete mil 200 millones de habitantes, de acuerdo con el informe de la coordinadora británica de ONG Oxfam, titulado «Una economía para el 99 por ciento», publicado en enero último.
El exclusivo grupo está integrado por Bill Gates, Amancio Ortega, Warren Buffet, Carlos Slim, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg, Larry Ellison y Michael Bloomberg, poseedores de 426 mil millones de dólares, comparados con apenas 409 mil millones, en manos del resto de los otros seres tan humanos como ellos.
Las causas del fenómeno, según el estudio, radican en el diseño del modelo económico predominante y sus principios, los cuales otorgan excesivas recompensas a los más ricos en detrimento de los más pobres.
A los grandes negocios les fue bien en 2015-2016, señala el informe, con elevadas ganancias en un contexto en el cual las 10 mayores corporaciones juntas, tuvieron ingresos superiores a los recaudados por los gobiernos de 180 naciones combinadas.
La optimización de las utilidades mediante la explotación intensiva de mano de obra y la evasión de impuestos, son dos aspectos presentes en un modelo en el cual el directivo principal de la firma más importante del sector de la información en la India, gana 416 veces más que el promedio de sus empleados.
De igual manera, indica el texto, en la década de 1980 los cultivadores de cacao recibían el 18 por ciento del valor de una barra de chocolate, cifra que se reduce actualmente al sólo seis, todo lo cual contribuye a mantener bajos los costos corporativos.
A esto se unen las estrategias de las grandes corporaciones multinacionales encaminadas a pagar la menor cantidad posible de impuestos a través de paraísos fiscales, tácticas de elusión, o aprovechando las exenciones a las cuales se ven obligados países pobres para atraer inversiones, entre otras modalidades.
El panorama de por sí escalofriante, resulta aún más inquietante si se tiene en cuenta el incremento indetenible de la polarización de la riqueza en el último cuatrienio, como resultado de la cual el uno por ciento de los habitantes más acaudalados del planeta atesoran más recursos que el 99 por ciento restante.
Asimismo, los ingresos del 10 por ciento de los más pobres crecieron un promedio de menos de tres dólares anuales entre 1988 y 2011, en tanto los del uno por ciento más rico aumentaron 182 veces en el mismo período.
De esta situación resulta que en los próximos 20 años, 500 personas legarán a sus sucesores herencias calculadas en más de 2,1 trillones de dólares, monto superior al Producto Interno Bruto de la India con sus mil 300 millones de habitantes.
La posición dominante se sustenta, según Oxfam, en seis falsas presunciones, las cuales deben ser desechadas cuanto antes y sirven de fundamento al neoliberalismo, identificado incluso por el Fondo Monetario Internacional (FMI) como factor clave de las crecientes desigualdades.
De acuerdo con esa visión del mundo, el mercado siempre tiene la razón y el papel de los gobiernos debe ser minimizado; las corporaciones necesitan maximizar ganancias y utilidades para los accionistas a toda costa; y la riqueza individual extrema debe ser interpretada como señal de éxito en el cual la desigualdad no es relevante.
A esas suposiciones se unen otras como que el crecimiento del PIB debe ser el principal objetivo en el diseño de políticas; el modelo económico es neutral desde el punto de vista de género; y los recursos planetarios son ilimitados.
La distribución desigual de la riqueza se traduce en indicadores negativos relacionados con el hambre, la desnutrición, el analfabetismo, condiciones insalubres de existencia, escasos o inexistentes servicios de salud y educación.
A ello se agrega la disparidad de oportunidades y posibilidades originada por la discriminación por motivos de clase, raciales, religiosos y de género, entre otros.
La desigualdad y la pobreza constituyen factores determinantes en los crecientes flujos migratorios, con más de 65 millones de desplazados en todo el mundo y forman parte de una realidad indefendible desde cualquier punto de vista.
El tema preocupa a los gobiernos de los principales países capitalistas desarrollados integrantes del G-7 y a instituciones como el FMI, el Banco Mundial y el Foro Económico Mundial, por sus implicaciones para el funcionamiento y estabilidad del sistema.
Por eso, ocupó un lugar central en la reunión de ministros de Finanzas y gobernadores de bancos centrales de Italia, Alemania, Francia, Reino Unido, Canadá, Estados Unidos y Japón, recién concluida en la ciudad de Bari, en preparación de la cumbre que se efectuará el 26 y 27 del presente mes en Taormina, Sicilia.
Sin embargo, la mención al problema en el comunicado final del encuentro se limitó a una declaración de principios y aspiraciones, sin un «plan de acción concreto y medible» como expresaron Oxfam y la Coalición Italiana contra la Pobreza.
La desigualdad se sufre, preocupa y provoca alarma
Por Frank González