Washington, 20 may (PL) El nombramiento de un fiscal especial para supervisar la investigación de una supuesta interferencia rusa en las elecciones estadounidenses de 2016 apunta a un desenlace momentáneo para los escándalos que golpearon en los últimos días al presidente Donald Trump.
Muy poco han descansado medios, analistas, y seguramente la Casa Blanca, desde la avalancha de reacciones que se desató en el país cuando el mandatario despidió el pasado 9 de mayo al exdirector del Buró Federal de Investigación (FBI) James Comey.
El argumento para dar ese paso fue que el extitular manejó de manera inadecuada el caso del empleo de un servidor privado de correo electrónico por parte de la excandidata demócrata Hillary Clinton cuando era secretaria de Estado (2009-21013).
Pero el hecho de que Comey fuera el rostro más visible de la pesquisa sobre los comicios pasados, la cual incluye, además, el tema de una presunta complicidad entre funcionarios rusos y el equipo de campaña de Trump, llevó a que numerosas voces se alzaran contra el jefe de Estado y lo acusaran de querer influenciar una investigación en su contra.
De ahí que muchos legisladores, fundamentalmente demócratas, demandaran con insistencia la designación de un fiscal independiente.
Tal exigencia creció cuando el diario The Washington Post indicó el lunes que durante su encuentro la semana pasada con el canciller ruso, Serguei Lavrov, Trump le proporcionó información confidencial aportada por un aliado sobre asuntos vinculados con el grupo terrorista Estado Islámico.
Solo un día después de ese reporte, el periódico The New York Times divulgó que en una reunión en la Casa Blanca el 14 de febrero pasado, el presidente le pidió a Comey cerrar una pesquisa sobre su exasesor de seguridad nacional, Michael Flynn.
De inmediato varios comités de las dos cámaras del Congreso demandaron al FBI cualquier material sobre los contactos entre Trump y el extitular de esa agencia, e incluso, el congresista demócrata Al Green llegó a pedir el impeachment (proceso de destitución) del presidente.
Bajo todas esas presiones políticas, el subsecretario del Departamento de Justicia, Rod Rosenstein, nombró el miércoles pasado al exdirector del FBI Robert Mueller como fiscal especial para las investigaciones sobre Rusia y el equipo de Trump.
Rosenstein consideró a Mueller una persona con «un grado de independencia de la cadena de mando normal», y su elección satisfizo a republicanos, demócratas y medios de prensa.
Luego de ese paso, el mandatario escribió en la red social Twitter que lo sucedido era «la mayor cacería de brujas individual de un político en la historia del país». Con todos los actos ilegales que tuvieron lugar en la campaña de Clinton y la administración de Obama (Barack), ¡nunca se nombró un consejo especial!, apuntó Trump.
De cualquier modo, el gobernante había expresado en un comunicado su confianza en que las pesquisas sobre el tema no hallarán ninguna prueba de complicidad entre sus colaboradores y una entidad extranjera.
Queda por ver ahora si la designación de Mueller realmente calmará los ánimos políticos en la capital de la nación, saturada por los escándalos en las últimas jornadas, y si el presidente conseguirá sortear todos estos problemas para volver a enfocarse en su agenda, que pasados los primeros 100 días de Gobierno parece seguir sin darle muchos frutos.(Tomado de Semanario Orbe )
EE.UU. :fiscal especial, desenlace momentáneo
Por Martha Andrés Román