Caracas (PL) Durante una conferencia de prensa en el Palacio de Miraflores y arropado por los integrantes de la Comisión presidencial para la Asamblea Nacional Constituyente, Elías Jaua anunció la culminación de la primera etapa de ese proceso que tratará de alcanzar la paz y evitar la confrontación entre «dos modelos antagónicos que deben convivir».
Ciertamente en esta nación sudamericana existen dos proyectos antagónicos: uno popular, apoyado por los menos favorecidos, el iniciado hace 18 años por el comandante Hugo Chávez; y otro que seguía la línea burguesa y neoliberal, y que avanzó a una vertiente fascista de dominación y entreguismo a un pode extranjero.
Esa vertiente fascista, una minoría entre los opositores, alienta la violencia y, con el respaldo de mercenarios extranjeros, paramilitares colombianos, mano de obra asalariada en conflictos en los países árabes, insiste en llevar al país a una guerra civil, según entienden hoy algunos analistas.
Según Wikipedia, «Guerra civil es la denominación usada para cualquier enfrentamiento bélico donde los participantes están generalmente formados por dos ejes políticos contrarios. Su característica más común es que el conflicto armado se desarrolla en un mismo país, enfrentándose entre sí personas de un mismo lugar (ciudad, pueblo o comunidad) defendiendo, usualmente, dos ideologías o intereses distintos.»
Sin embargo, pudiera entenderse que el componente externo, financiero, logístico y con la presencia de grupos paramilitares como los colombianos capturados hace pocos días en Táchira, pudiera inclinar la balanza más a una agresión externa que a una guerra civil.
Al respecto, Atilio Borón, director del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini (PLED), Buenos Aires, Argentina, estima que Venezuela está sumida en la guerra civil, algo que no necesariamente se ajusta a algunas definiciones sobre este tipo de conflicto.
Recordamos que en el 2012 medios occidentales querían etiquetar la agresión que enfrentaba el pueblo de Siria como una guerra civil, algo alejado de la realidad. Los que estábamos sobre el terreno podíamos apreciar que lo que enfrentaban los sirios era una agresión y se quería identificar como «guerra civil» para «justificar» una intervención extranjera.
Según Borón, «siguiendo el guión pautado por los expertos y estrategas de la CIA especializados en desestabilizar y demoler gobiernos, en Venezuela la contrarrevolución produjo un «salto de calidad»: del calentamiento de la calle, fase inicial del proceso, se pasó a una guerra civil no declarada como tal pero desatada con inusual ferocidad».
En eso hay total coincidencia, pues en los últimos dos meses, desde abril, el ambiente se calentó y mayo fue más borrascoso, pasando de los protestas supuestamente «pacíficas» a acciones vandálicas y de corte fascista, como la quema de personas y el ataque a todo lo que se identifique con la obra de Chávez.
Ya no se trata de guarimbas, de ocasionales refriegas o de violentos disturbios callejeros, plantea el politólogo argentino.
Los ataques a escuelas, hospitales infantiles y maternidades; la destrucción de flotas enteras de autobuses; los saqueos y los ataques a las fuerzas de seguridad, inermes con sus cañones de agua y gases lacrimógenos ante la ferocidad de los mercenarios de la sedición y el linchamiento de un joven al grito de «chavista y ladrón» son síntomas inequívocos que proclaman a los gritos que en Venezuela el conflicto escaló hasta convertirse en una guerra civil que ya afecta a varias ciudades y regiones del país, asegura.
Ciertamente, hay problemas; los enemigos de la Revolución Bolivariana crean un ambiente de incertidumbre, pero de ahí a la «guerra civil» hay un gran trecho aún.
Apunta el analistas argentino que «Sería ingenuo y suicida pensar que la dinámica de este enfrentamiento, concebido para generar una devastadora crisis humanitaria, puede ser otra cosa que el prólogo para una «intervención humanitaria» del Comando Sur de Estados Unidos».
Sobre esto, muchos ciudadanos de a pie, coinciden con Borón: la amenaza actual «exige de parte del gobierno bolivariano una respuesta rápida y contundente, porque a medida que pase el tiempo las cosas irán empeorando».
Es evidente que una parte de la oposición, la más radical y reaccionaria, no quiere una solución política de la crisis que ella misma creó.
Plantea el académico que «lo que pretende es profundizar la disolución del orden social, acabar con el gobierno chavista y aniquilar a toda su dirigencia, propinando un brutal escarmiento para que en los próximos cien años el pueblo venezolano no vuelva a tener la osadía de querer ser dueño de su destino».
Todo parece indicar que las opciones para el diálogo fracasaron por el reiterado rechazo de un grupo de figuras jóvenes dentro de la oposición, que, como el vicepresidente de la Asamblea Nacional (en desacato) Freddy Guevara, se inclinan por el terrorismo y el entreguismo a los planes de Estados Unidos.
En Venezuela, alerta Borón, se está aplicando, con metódica frialdad y bajo el permanente monitoreo de Washington, el modelo libio de «cambio de régimen», y sería fatal no tomar conciencia de sus intenciones y sus consecuencias.
Otros analistas, incluido este comentarista, estiman que ante la escalada terrorista, planteada por Borón, «la única actitud sensata y racional que le resta al gobierno del presidente Nicolás Maduro es proceder a la enérgica defensa del orden institucional vigente y movilizar sin dilaciones al conjunto de sus fuerzas armadas para aplastar la contrarrevolución y restaurar la normalidad de la vida social».
¿Hay apoyo para esto?, se pudieran preguntar algunos fuera de Venezuela. La respuesta está en las calles; muchos venezolanos se cansaron de las protestas y de la violencia, y quieren el diálogo.
Las marchas gubernamentales, pacíficas, confirman que hay mayoría en esa línea, y en contraposición a las cada vez menos concurridas partidas opositoras.
El tiempo de las palabras ya se agotó y sus resultados están a la vista, plantea Borón, en un abierto llamado al gobierno venezolano a la acción, tal como demandan muchas gentes de a pie.
«Queda muy poco tiempo, días apenas, para erradicar esta mortal amenaza. La absoluta y criminal intransigencia de la oposición terrorista cierra cualquier otro camino que no sea el de su completa y definitiva derrota militar», asegura el politólogo. Ahora las cartas están sobre la mesa, y toca a las autoridades decidir sobre la apuesta que hizo la derecha hace muchos meses: o todo o nada, Revolución Bolivariana o colonia estadounidense.
Venezuela: ¿Hay guerra civil o agresión?
Por Luis Beatón