Por Guillermo Robles Ramírez
Desde hace décadas la palabra competitividad ha cobrado más fuerza en nuestro país, sin embargo, tanto las autoridades, así como los mismos empresarios nacionales no le dan su importancia o hacen algo al respecto.
Pero el hecho de que hay quienes quieran cegarse ante la importancia de la competitividad, ante los ojos internacionales nuestro país continúa evaluándose. Tan solo en el 2017 México ocupó el lugar 48 siendo la más baja desde el 2008 de acuerdo al Índice Mundial de Competitividad del IMD World Competitiveness Center en el cual participan 63 países.
Entre los criterios de esta institución de competitividad y las observaciones hechas se menciona de manera global mejorar cuatro puntos: Desempeño Económico, Eficiencia del Gobierno, Eficiencia de los Negocios y Eficiencia de la infraestructura.
Sin embargo, para los ojos de México hablar de competitividad es un concepto encerrado en una sola palabra que suena fácil, pero es más complejo de lo que uno se puede imaginar. Lo escuchamos muy seguido la “sana competencia”, “gracias a la competencia habrá precios más bajos”, “lo importante no es ganar sino competir”, “la competencia incentiva la creatividad”, entre muchos otros más, pero en este último es mucho más peligroso porque en muchas ocasiones se puede convertir en un arma de doble filo como está sucediendo actualmente.
Es más difícil emplear la competencia y creatividad para hacer algo productivo, es decir, haciendo el bien, que, para hacer maldad, o sea, no se batalla nada sacándole su máximo provecho a las cosas malas. Solo por mencionar ahí están los narcotraficantes, o bien quienes hacen actos relacionados con el crimen organizado de cualquier tipo han estado usando a menores de edad para llevar acabo sus negocios ilícitos.
De hace pocos años a la fecha se ha visto incrementado de manera significativa el uso de menores de edad para el paso de drogas e indocumentados a los Estados Unidos, de acuerdo a la Secretaría de Relaciones Exteriores el aumento de niños y niñas no acompañados han estado incrementando y al ser investigados estos menores han confesado en participar con grupos criminales y otros con los polleros y una minoría que buscaban una oportunidad de trabajo en los Estados Unidos.
En Coahuila este fenómeno es muy frecuente en el municipio de Piedras Negras, en donde los menores compiten duramente con los polleros, porque cobran entre cincuenta, cien dólares o más. Esa es la ganancia que pueden obtener varios menores de edad que se han integrado a las bandas de polleros que operan en la ciudad y que dicen desconocer autoridades locales migratorias.
Debido al vacío legal que impera en México en relación a la violación a la Ley de Población por parte de menores de edad, en virtud de que la mayor parte de los casos son aprehendidos en los EU, el uso de niños y adolescentes, cuyas edades oscilan entre los 8 y 16 años, es una nueva modalidad que han adoptado el negocio considerado uno de los más remunerativos en nuestro país.
Su vacío legal radica, si al menor lo detienen en Estados Unidos es fácil que lo regresen a México y aunque reincida lo vuelven a soltar por no contar con suficientes elementos para comprobar su participación directa en el tráfico de personas.
Estos niños y niñas han desarrollado una gran habilidad de convencimiento para hacer gran parte de la operación desde poner en contacto al aspirante con los polleros, hasta hacer las funciones de guía para el traslado de decenas de migrantes que sueñan llegar al vecino país.
No solo cuentan con una facilidad de palaba sino además han llegado a conocer rutas que no habían sido exploradas por los adultos para cruzar a los migrantes hacia los Estados Unidos.
El menor sabe de sus derechos porque es bien aleccionado por los adultos que realmente mueven el negocio del tráfico de personas. Saben que en Estados Unidos fácilmente los repatriarán y en México no se les seguirá ningún proceso por el simple hecho de que el delito se cometió en el extranjero.
Pero estas nuevas enseñanzas que están adquiriendo estos menores de edad por parte de los adultos, una vez aprendidas empiezan a buscar su propia independencia en donde los menores de edad reclutan a otros niños y niñas para que les quede más ganancias, haciendo lo mismo que las cedulas de narcotraficantes, pero sin percatarse que están haciendo de ello un grupo de organización ilícita, pero a menor escala.
Es lamentable que nuestro país el concepto de competitividad siempre tenga un origen de una carencia, y más triste que sea más fácil aplicar esa competitividad en cosas negativas o malas, como puede ser la industria del crimen organizado. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013) www.intersip.org