Nunca le ha servido a nadie la experiencia de otros
André Massena
A días de que se realicen las elecciones más competidas de 2017 en las entidades federativas, el escenario partidista sigue siendo adverso para el Partido Revolucionario Institucional (PRI), pues nunca había estado tan cerca de perder en el Estado de México, ni se había echado mano de manera tan burda de los recursos públicos para intentar evitar la debacle comicial que, sin embargo, sólo abonó más al descrédito de ese partido, que se enfila a dejar la presidencia de la República en 2018.
Aún con la presencia de todo el gabinete federal –cuyo activismo electoral seguramente será igual el próximo año- el tricolor difícilmente obtendrá el triunfo, pues el descrédito del PRI y de los priistas está sólidamente arraigado en la conciencia social, con los más variados señalamientos, todos negativos, pero principalmente por la enorme corrupción que ha salido a la luz pública, asociada a los más importantes cuadros políticos del partido, desde el presidente de la República, Enrique Peña Nieto, y su “casa blanca”, hasta el descarado saqueo de las arcas públicas a manos de los jóvenes gobernadores priistas, de los cuales Quintana Roo aportó a uno de los más “ilustres”, Roberto Borge Angulo.
El veredicto es muy simple: El PRI no cambia y representa lo peor de la corrupción en este país. Por ello en Quintana Roo para renovarse requiere “tirar el lastre” que representa conservar en sus estructuras de dirigencia a los mismos personajes que en el pasado cercano, eran parte activa o tolerante del primer círculo del poder y de cuyos excesos; pero por ello también los “profesionales de la política quintanarroense” –o vividores del erario, pues-, comprenden que nadie desde “el centro” va a preocuparse en venir a rescatar al PRI local y, en consecuencia, quieren la dirigencia para así jugar con el futuro abanderado a la Presidencia, buscando acomodo básicamente en las candidaturas federales, pero también, para quedarse con las prerrogativas partidistas oficiales y negociar con el “poder” en lo local.
No, no hay intención real de renovar al PRI, no en la “vieja guardia” que sabe bien de “negociaciones”, eso y que todos superan los 55 años es el único factor en común. Están habituados a negociar para su beneficio y el de sus familias, formando una verdadera oligarquía gobernante, pero además sus carreras políticas están en el ocaso. ¿Nombres? Claro que se los damos, sólo como ejemplo porque hay muchos más: Eduardo Espinosa Abuxapqui, 63 años; Rosario Ortiz Yeladaqui, 65 años; Cora Amalia Castilla Madrid, 56 años; Sara Muza Simón, 70 años; Mario Villanueva Madrid, 68 años, Joaquín Hendricks Díaz, 65 años; Carlos Cardín Pérez, 65 años… si a alguien sirve tanta “experiencia” acumulada y les quieren hacer válidos sus “derechos históricos”, pues adelante.
A estos “veteranos” se les suman los “hijos del poder”, los que sienten que el cargo lo merecen por su linaje; y en último lugar, desgraciadamente para su partido, los que realmente creen en construir de “abajo hacia arriba”, en el activismo, en la ideología y trabajo. Claro, ellos no liderarán nunca al tricolor
Por lo pronto, el cambio en las estructuras del PRI está en marcha. A propósito de herencias, familias y allegados, este viernes asume la dirigencia en Othón P. Blanco –municipio capital- Martín Muñoz Tun, ex tesorero en la administración de Espinosa Abuxapqui; cuyo desempeño dejaremos para análisis futuros; pero como responsable de finanzas del Comité llega Jorge Aguilar Cheluja, el brazo operador del ex edil y ampliamente conocido por su “enriquecimiento explicable” desde el poder… lo dicho, no cambian; así se observa desde aquí, A Tiro de Piedra.