Londres, 18 jun (PL) Ante la inminencia de negociaciones sobre el Brexit o salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE) la economía y comercio constituyen hoy principales preocupaciones de los habitantes de este país.
Frente a las diversas opciones a la hora de afrontar la partida, los entendidos acuñan términos como una versión dura y otra blanda, aunque no todo el mundo entiende lo mismo al utilizar esas formulaciones.
Con Brexit duro, los británicos conciben el plan de la primera ministra, Theresa May, de sacar al país no sólo de la UE, sino también del mercado común europeo y de la unión aduanera. En su lugar, May quiere negociar un tratado de libre comercio.
Por Brexit blando entienden la búsqueda por parte de Londres de un vínculo con la UE similar al que tiene Noruega, que no es miembro de la Unión, pero posee pleno acceso al mercado único europeo.
A cambio, debería contribuir al presupuesto comunitario, permitir a los ciudadanos de la Unión vivir y trabajar en el país, y asumir una gran parte de la legislación europea.
Pero May no quiere esa variante, ya que se niega a aceptar las condiciones que le impondrían, pues el país que aspira pertenecer al mercado común debe aceptar la llegada de ciudadanos del bloque.
Y como miembro de la unión aduanera no se pueden suscribir acuerdos comerciales en solitario.
En Bruselas, esos conceptos se utilizan de otra manera, pues desde que May anunció su intención de que Londres abandone el mercado común y la unión aduanera, la idea original de un Brexit blando prácticamente pasó a la historia, recuerdan economistas.
Por tanto, consideran que el mejor escenario sería que se pudiese suscribir un acuerdo de salida y las bases para las futuras relaciones hasta finales de 2019, cuando se cumplen los dos años de plazo de las negociaciones.
Con el Brexit duro, se refieren a menudo a la posibilidad extrema de que las negociaciones puedan fracasar y el Reino Unido abandone la UE sin acuerdo y sin solución transitoria.
De ahí que exista una gran tensión, reforzada a partir del lunes, cuando comenzaran las negociaciones para las condiciones que regularán la salida de este país del bloque.
Se trata de una tarea nada fácil, teniendo en cuenta que la legislación británica lleva más de 40 años vinculada a la europea.
Las normas estipulan un plazo de dos años para preparar un acuerdo desde la solicitud formal de salida del bloque por parte de un país, por lo que ese acuerdo debería estar listo en marzo de 2019.
Londres asegura que en el Reino Unido residen 2,8 millones de ciudadanos de otros países de la UE, y estima en un millón la cantidad de británicos que viven en el resto de países del bloque.