Desaparecidas de la morgue, el cuerpo lacerado de Ciudad Juárez: Abelardo Gómez Sánchez

Por Abelardo Gómez Sánchez / losangelespress.org

Escritora y periodista, la escritura de Guadalupe Lizárraga titila y palpita: filosa, incisiva, crispante, pero esclarecida, y vale decir claridosa, en la tinta, todavía fresca, de Desaparecidas de la morgue, (2017), editorial Casa Fuerte, colección Huellas de Juglares.

La desaparición de Brenda Berenice, madre de 16 años, es el hilo conductor que entreteje historias contiguas y complementarias, entre otras: la del elocuente reclamo de una madre, a Felipe Calderón, por considerar la muerte de su hijo como simple “daño colateral” de la guerra anti-narco; la de la sistemática extorsión, a otra madre, para entregarle a su hija; la de una madre más que ve, con sus propios ojos, la explotación sexual de su hija en un bar, denuncia, y se topa con la ausencia, sospechosamente cómplice, de las autoridades; o la Masacre Juaritos, o las vicisitudes de un padre que lleva su activismo a lo detectivesco; o una reunión oficial en las que las madres “reciben patadas y cachetadas” por querer cuestionar al presidente de la República; estas son secuencias, convincentemente trazadas, que van conformando una deformación: el cuerpo lacerado, desahuciado de Ciudad Juárez.

Guadalupe, reportera de hueso colorado y gambusina de la información, asume el imperativo periodístico del registro fehaciente, documenta y verifica hechos, contextualiza, investiga y colige el rompecabezas de la inseguridad pública fronteriza, y ¡por si fuera poco! aporta “elementos muy concretos” para la ubicación de las desaparecidas. Así es, Desaparecidas de la morgue, es un artefacto que establece verdades periodísticas pero, se adscribe y lo alienta una gran tradición —con personificaciones proverbiales, como Ryszard Kapuściński o Svetlana Aleksiévich— ésa que elige la acuciosa investigación y el potencial heurístico de la narración para mostrarnos y confrontarnos con un nosotros aquí y ahora: con la bazofia humana contemporánea de nuestra frontera norte. Otro rasgo de esta adscripción periodística: una opción ética fuerte como brújula del oficio de periodista.

Fiel, a la transparencia informativa, su estilo es límpido, aseado en la concisión. Pero, también escritora de ficción, su dispositio narrativa —la pericia para ordenar secuencias— es precisa, evita gratuitos vericuetos, y así logra una tensión narrativa que mantiene al lector en ascuas, quiero decir, es minuciosamente indicativa, concita sólo indicios, acontecimientos y situaciones claves: lo que genera la construcción y la expresión eficaces de su objeto periodístico: la violencia feminicida que durante más de un lustro ha azotado a Ciudad Juárez.

Así es, como narradora no aporta los resultados de una investigación aséptica, con la frialdad de una espectadora distante. Se trata de una auto-vivisección del oficio: sentimos su respiración, su convulsión estomacal ante nuevos datos, la punzante recepción de un mail brutal y amenazante. Estamos viendo las pulsaciones del proceso de investigación mismo, su traducción vital, en carne y hueso, ello conlleva una gran fuerza narrativa, y nos pone en los zapatos de la autora. En efecto, nunca dejé de sentirme en el pellejo de la reportera, pese a que lo leí varias veces, en su cuidado de edición.

Desaparecidas de la Morgue, es un tenaz  y contumaz espécimen, de periodismo de investigación que, como dice Guadalupe, generó: “del 29 de noviembre de 2011 al 11 de marzo de 2014, (…) y para Los Ángeles Press ¡57 reportajes y notas informativas sobre el tema, más de treinta videos y una dece­na de audios para la radio!”. Es también, y hay que enfatizarlo, narrativa periodística, es decir, comprometida con la forja de su escritura en tanto que trabajo de la forma, y aquí, además, escritura que logra proporcionarnos “otras luces sobre los trágicos acontecimientos de estas miles de vidas que, durante dos décadas y media, han lastimado profundamente a Ciudad Juárez, Chihuahua, y con ella a todo el país y a la comunidad internacional.”.

Celebremos el libro de Guadalupe Lizárraga —amiga y contlapacha de la letra desde hace más de dos décadas— y su obra periodística que nos convoca y nos emplaza, como lectores y ciudadanos, a la descomposición, la violencia y la impunidad en Ciudad Juárez, Chihuahua, a esa cotidianidad que respira, muy lastimada, por sus vastas, abiertas e incurables heridas.

* Texto de la presentación de Desaparecidas de la Morgue, de Guadalupe Lizárraga, en Casa del Tiempo de la Universidad Autónoma Metropolitana, Ciudad de México, 7 junio de 2017. Día de la Libertad de prensa.

Abelardo Gómez Sánchez en la presentación de Desaparecidas de la morgue, Editorial Casa Fuerte. Foto: María Antonieta Sáez de Nanclares

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