Por Antonio Rondón García
Moscú, (PL) La reunión del presidente ruso, Vladimir Putin, con su similar estadounidense, Donald Trump, pareció ofrecer resortes a este último para reducir la rusofobia con pasos concretos, iniciados con una especie de diplomacia del saludo.
Putin y Trump, después de aplazar seis meses su primer encuentro personal, en la cumbre del Grupo de los 20 en Hamburgo intercambiaron tres simbólicos apretones de mano, en opinión de la prensa local, todos cargados de simbolismo. La confirmación de lo que pudo ocurrir en dos horas y 15 minutos de conversaciones en Hamburgo, la dio al día siguiente el propio Trump, quien calificó de grandioso el encuentro, como siempre, a través de su cuenta twitter.
Pero más allá de los simbolismos, una de las primeras conclusiones que se imponen luego del encuentro es su resultado inesperado, pues Moscú pareció implicar a Washington en el proceso de negociaciones intersirias en Astaná, iniciado en enero pasado, sin el país norteño.
Al respecto, Arton Maradasov, jefe de investigación de conflictos levantinos en el Instituto de Desarrollo Innovador, destacó las declaraciones del secretario norteamericano de Estado, Rex Tillerson, sobre el destino del mandatario sirio, Bashar Al Assad.
La posición de Washington presenta ahora matices, pues Tillerson habla de que en algún momento Al Assad deberá abandonar el poder, pero no define cuándo. Hasta ahora Estados Unidos demandaba su salida inmediata del poder, recordó Maradasov.
Al comentar tal afirmación, el propio Putin indicó que tenía respeto por Tillerson, pero, afirmó, «él es ciudadano estadounidense y el destino de Al Assad lo decide el pueblo sirio».
El ministro de Relaciones Exteriores Serguei Lavrov anunció que Rusia, Estados Unidos y Jordania alcanzaron un acuerdo sobre una zona de distensión en el sur sirio, donde actúan grupos armados controlados por Amán, y sobre el trabajo del centro de monitoreo en esa urbe.
Se trata de las regiones de Deria, Kuneitra y Suveida, en el suroeste sirio. Se pretende que la policía militar rusa garantice allí la estabilidad, con apoyo de Estados Unidos, Israel y Jordania, en coordinación con un centro de monitoreo en Amán.
Lavrov indicó que allí se debe garantizar el acceso humanitario y el contacto de la llamada oposición moderada con el centro de monitoreo jordano.
Otro punto a tomar en cuenta del resultado de las conversaciones está vinculado a la formación de un grupo de trabajo sobre seguridad cibernética, en medio de la campaña mediática contra Rusia sobre el supuesto uso de hackers para influir en la política estadounidense.
Al respecto, Putin aclaró que se acordó con Washington cooperar en la seguridad cibernética, intercambiar información para combatir ese mal e impedir la intromisión de otras naciones.
El intercambio que Trump calificó de grandioso en su cuenta de twitter, también incluyó un acuerdo para acelerar la designación mutua de embajadores, pero dejaron pendiente el tema de las propiedades de la misión rusa en Estados Unidos, confiscadas en diciembre pasado.
De hecho, el asunto es delicado, pues la decisión de Barack Obama del pasado 29 de diciembre de expulsar a 35 diplomáticos y sus familiares, y de confiscar dos mansiones de la embajada rusa en el país norteño, estuvo basada en argumentos sobre la injerencia de Moscú.
Resolver el tema de las propiedades también podría desarticular en parte la campaña contra Rusia sobre su presunto empleo de hackers para inmiscuirse en los asuntos internos de Estados Unidos.
Las pláticas demostraron que los tres apretones de mano de Trump y Putin en Hamburgo fueron más bien una señal para intentar un cambio en los nexos bilaterales que Moscú, sin embargo, parece tomar con mucha cautela en espera de pasos concretos de la Casa Blanca.