*El Extraño Caso Meade
*Efectivo Rompecabezas
Por Rafael Loret de Mola
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Cuando, al principio del mandato del señor peña, José Antonio Meade Kuribreña fue designado Canciller de México, un distinguido colega se refirió a él como un caso de lo más extraño:
–En la diplomacia son extremadamente cuidadosos de la formalidad y la presentación de quienes la desarrollan. Y Meade tiene una enfermedad que desluce e incluso puede ser repelente: el vitíligo, que causa decoloración en diversas partes del cuerpo. Como sucedía con Michael Jackson, por ejemplo.
Pese al referente anterior, no puede olvidarse que el difunto rockero se impuso al mal “convirtiéndose” en casi blanco acaso cansado de los desplantes réprobos contra las familias de color en la falsamente “vanguardista” sociedad mexicana. En la misma vía, la de la curación, Meade Kuribreña logró desaparecer el vitíligo desde que inició sus tareas como responsable de la política exterior del país y, en poco tiempo, a su llegada a la secretaría de Hacienda el 7 de septiembre de 2016 –ha pasado poco pero parece una eternidad-, estaba libre del pequeño defecto que, en realidad, no causaba, por lo menos a mí, incomodidad alguna; otra cosa son los de cuello alto acostumbrados a deambular por los salones como los de Versalles.
Meade se convirtió en el caballo negro en la carrera por la sucesión presidencial, dentro de un PRI fuertemente resquebrajado por el factor peña y la historia negra del nepotismo y los cacicazgos, desde los Moreira en Coahuila hasta los Murat en Oaxaca y los Del Mazo en el Estado de México, más por el desprestigio de las figuras del régimen –Osorio, Videgaray, sobre todo-, que por haber laborado en pro de la precandidatura. De hecho, estoy seguro, ni siquiera al inicio de la actual administración lo imaginaba.
Meade llegó al gabinete del actual mandatario, quien levantó cortinas de humo junto a las esperanzas a flor de piel de cada mexicano, con sello más bien de panista por sus actuaciones como secretario de Energía desde enero de 2011 –cargo que también desempeñó calderón bajo el mando de fox-, hasta que fue designado, por primera vez, secretario de Hacienda en septiembre del mismo año y hasta el final de aquel sexenio ominoso del que salió sin ser señalado como uno de los responsables del desastre.
Y luego, como Canciller, acompañó al presidente en la última visita a Fidel Castro, en La Habana, cuando el viejo revolucionario ya era carroña de una dictadura inamovible, y abrió cauces con las naciones del este. Pese a ello, no contaba con afiliación partidista alguna, ni en el PAN por cuyos dominios pasó sin integrarse, ni en el PRI pese a las discretas presiones de los allegados al mandatario.
Desde luego, ahora, confronta el dilema de convertirse en militante priista lo que, desde luego, sería la señal para indicar cuál sería su camino: apostar por el continuismo con la bandera de un partido al que repelen ocho o acaso nueve de los mexicanos, entre ellos incluidos los viejos miembros del mismo cansados de vergüenzas.
La Anécdota
La semana anterior ocurrió una coincidencia que no podemos soslayar. El señor peña viajó a China, a una reunión de inversionistas de rango alto a la que pudo enviar precisamente a José Antonio Meade –pero con ello quedaría anulado como posible abanderado por lo que dispone la ley en cuanto a que los aspirantes no deben dejar el territorio nacional desde un año antes de los comicios-, y Andrés se lanzó a la conquista del mundo con sendas escalas en Washington, Madrid, Londres y Nueva York, esto es por la gran potencia del continente americano y las dos monarquías más publicitadas y coloridas de Europa, junto a la de Noruega cuyo prestigio, en buena medida, gira en torno de los Premios Nobel cada diciembre.
El señor peña se alejó cuando el pleito legislativo comenzaba a convertirse en una grieta institucional insalvable por la necedad presidencial de imponer al Fiscal General desde la Procuraduría y con Raúl Cervantes Andrade, el dormilón, como aliado; y Andrés se marchó diez días antes de consumarse el fraude en el Estado de México, sin dar la cara en este conflicto salvo mediante discursos vacuos y dejando que la amnesia colectiva asimile la afrenta contra un millón 800 mil mexiquenses, cuando menos. Turbiedades en cada extremo.
Suele ocurrir que los políticos siempre anteponen sus plataformas personales a los intereses de quienes dicen representar aunque salten como chapulines los incondicionales de cada extremo, los peores vasallos de la moderna aristocracia mexicana.
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