Beirut, 19 nov (PL) La renuncia no aceptada del primer ministro Saad Hariri puso a El Líbano entre dos aguas, las que apoyan al Irán chíita y las opuestas de Arabia Saudita sunita.
En una herencia del colonialismo francés se sustenta el gobierno libanés, cuya Carta Magna impone que el presidente tiene que ser cristiano maronita; el primer ministro, musulmán sunita, y el titular del parlamento, chíita.
Al dimitir, Hariri declaró desde Arabia Saudita, donde permanece aun, que temía por su vida y criticó la creciente influencia iraní con la demanda de que la Resistencia Islámica o Hizbulah, aliado histórico de Teherán, debía salir del Gabinete y el país alejarse de los conflictos vecinales.
El pulso entre iraníes y sauditas comenzó a inclinarse hacia los primeros por el fracaso de determinados intereses en Siria, Iraq y Yemen y ahora encaminan sus pasos a la nación de los cedros.
La fragilidad estructural del gobierno libanés recibió un repentino ataque con esa renuncia, a causa de que no hay un sustituto idóneo para el cargo, lo cual crea inestabilidad y puede provocar un enfrentamiento interno.
En ese caos, dice el viejo proverbio que en aguas revueltas, ganancia de pescadores, este país del Levante lleva las de perder; siempre amenazado con la agresividad de Israel al acecho para invadir por enésima vez.
Sin embargo, Hizbulah o Partido de Dios no cayó en la trampa y su líder Hasan Nasrallah precisó que su movimiento mantendrá la calma y la contención para evitar una guerra civil como la ocurrida de 1975 a 1990 entre cristianos y musulmanes.
Y esa es la apuesta con que se pretende convertir a El Líbano en una próxima Palestina ocupada.
De ahí el apoyo del bloque parlamentario Lealtad a la Resistencia a la posición del presidente libanés, Michel Aoun, de insistir en la preservación de la seguridad y la estabilidad.
El Líbano ya vivió un momento similar durante 29 meses (desde mayo de 2014 a octubre de 2016) por la ausencia de un jefe de Estado y luego de un acuerdo entre todas las fuerzas políticas asumió Michel Aoun y más tarde Hariri retomó su puesto.
A su momento, el canciller y líder del partido Movimiento Democrático Libre, Gebran Bassil, apuntó que los acontecimientos en desarrollo consisten en un enfrentamiento en un mundo en el que parece más honorable gastar dinero para destruir en lugar de construir.
Es un mundo que se enorgullece de derrocar a jefes de Estado y reemplazarlos por otros», acotó en referencia al conflicto con el gobierno saudita.
Y agregó, El Líbano pasó por muchas dificultades para elegir presidente y primer ministro, pero «somos nosotros quienes los hemos designado y somos nosotros quienes decidiremos si deben quedarse o no».
Las autoridades sauditas acusan a la Resistencia Islámica libanesa por el lanzamiento de un misil desde Yemen contra Riad, hecho que interpretó como una declaración de guerra por Beirut.
Ni el gobierno libanés ni Hizbulah respondieron a esa acusación, expresada por el ministro saudita para Asuntos del Golfo, Thamer al-Sabhan.
«El gobierno libanés será tratado como un gobierno que declara la guerra a Arabia Saudita y todos los libaneses deben darse cuenta de ese peligro y trabajar para resolver los problemas antes de que lleguemos al punto de no retorno», acotó Al-Sabhan.
(Tomado de Semanario Orbe)