Por Ana León
En 1995 la marca tequilera José Cuervo creó el proyecto artístico Reserva de la Familia, cada año desde entonces un artista contemporáneo es comisionado para diseñar el empaque que contendrá la botella de dicho tequila y, en paralelo, se comisiona una muestra a ese mismo artista que esté relacionada con los procesos de producción de esta bebida identitaria.
A lo largo de veinte años, la empresa ha acumulado un acervo de obra que alcanza alrededor de mil 500 piezas de arte contemporáneo y charrería.
Interesada no sólo en el mecenazgo artístico sino también en involucrar a los artistas en los procesos de producción y que estos sean detonantes de nuevas técnicas y tecnologías, la empresa se ha mantenido atenta a las inquietudes estéticas de su entorno. En este contexto, este proyecto artístico mira al futuro con la próxima apertura del Museo de Arte de la Fundación José Cuervo, ubicado en Tequila, Jalisco, que tiene previsto abra sus puertas al público durante el primer trimestre del año entrante.
Mientras eso sucede, en la edición de este año de Reserva de la Familia, Patrick Charpenel (curador), Zélika García (directora de Zona Maco) y José Domingo Beckmann, presidente ejecutivo de Casa Cuervo comisionaron al artista Abraham Cruzvillegas para desarrollar la obra de este año.
Tequioh, que hace referencia al trabajo colectivo y a la raíz náhuatl de la palabra tequila, tekilan (el lugar de los trabajadores) vuelve la mirada hacia el trabajo manual y las herramientas que se utilizan en la jima, para desarrollar una exhibición en la que el artista, una vez más, regresa al concepto de la autoconstrucción con instalaciones móviles que se forman con dichos materiales. Junto a éstas, se exhibe una serie de dibujos en los que vemos a simios que posan con las herramientas de la jima. Uno de ellos es utilizado para vestir las botellas de esta edición especial.
Interesado en el valor simbólico de la bebida y el trabajo de Abraham Cruzvillegas, Juan Villoro, después de una visita a dicha exposición, señaló en entrevista con Agencia N22 que “todo el trabajo de Abraham Cruzvillegas es una intensa y creativa reflexión sobre las posibilidades de la autoconstrucción, de qué manera los materiales se pueden ensamblar, de qué manera se pueden lograr con elementos precarios modelos constructivos. Esto tiene que ver con la manera en que vivimos en México, los mexicanos que arreglamos todo con un alambrito, que componemos las cosas con un mecate, esta manera de improvisar nuestra relación con la materia”.
Un nuevo relato es creado con esta exposición, interpreta Villoro, “es sorprendente que lo que ocurre para producir un tequila encuentra otra vida gracias a Cruzvillegas, que es la vida de la representación artística. Muchas de las cosas que vemos aquí, estos ensamblajes serían producto de un accidente y, sin embargo, cuando los vamos viendo con detenimiento nos damos cuenta que son producto de la lógica de la resistencia y así es como los mexicanos hemos logrado sobrevivir, nuestro destino depende de un alambrito y Cruzvillegas lo sabe representar”.
Y es ese alambrito, el detrito de lo que alguna vez fue útil, la materia clave en la construcción de la obra del mexicano y de una larga reflexión que hila fino sobre el entramado social mexicano, la precariedad, la construcción y, sobre todo, la destrucción, la desmitificación del arte como pieza intocable, indestructible.
El acervo que alimentará las salas de este nuevo museo de arte contemporáneo cuenta con obras de artistas como Melanie Smith, Darío Escobar, Edgar Orlaineta, Teresa Lanceta, Rodrigo Hernández, Marie Lund, Leonora Carrington, Francisco Toledo, Juan Soriano, Manuel Felguérez y Betsabeé Romero, entre otros.