Por Perla Velázquez
La canción protagonista de Música de mierda (Blackie Books, 2016) me remontó a la década de 1990 y por supuesto a mi infancia. En ese momento no había recaído en lo que “My heart will go on”, de Céline Dion, provocaba a ciencia cierta en mí. ¿Gusto? No lo creo. Sólo sé que la campaña que en ese momento se gestó para promocionarla fue amplísima: se escuchaba en la radio, sonaba en la televisión y en las salas de cine, por haber sido el tema principal de Titanic.
Es este libro Carl Wilson toma la canción para desarrollar un ensayo sobre los prejuicios en los gustos musicales y que -se puede aplicar en la actualidad a cualquier canción que “no nos gusta”-. El escritor musical parte de un simple cuestionamiento: ¿por qué no nos gusta cierta música?
Nick Hornby, escritor británico, es quien realiza el prólogo del texto y es él quien suelta la primera piedra para comenzar el diálogo entre lector y escritor: ¿nos merecemos los artistas que tenemos? Es cierto que la música que escuchamos es la que demanda la gente en su momento. Si hoy enciendo la radio, en la misma estación que en aquel momento sonaba Céline Dion, escucharé reggaetón y por supuesto “Despacito”, la canción que rompió récords de escucha en internet.
Escribe Hornby: “el aparato teórico que me permitía juzgar la música pop era tan inflexible, arbitrario y jerárquico como el del crítico de alta cultura más arrogante”, y es que si algo han tenido los críticos de música que he leído en los últimos años es una arrogancia por desprestigiar los géneros musicales que le gustan a las masas y por supuesto a no entender qué hay en el reggaetón, que no logra empatar con los gustos de los críticos.
En este pequeño texto, Hornby suelta las bases que más adelante irá desarrollando el crítico canadiense, quien toma a su compatriota para ir tejiendo un análisis sobre el buen o mal gusto que podamos tener. Si algo realiza Carl Wilson en Música de mierda es responder a aquella pregunta del principio y en cerca de 200 páginas reflexiona sobre sus propios prejuicios.
Las ideas de Wilson son divertidas y reales. En eso radica la profundidad de sus palabras para poder entenderlas. Del cuestionamiento, ¿por qué el pop no les gusta a muchos críticos musicales? Más que darme una respuesta, a mí me surgen más preguntas: ¿qué hay en la literatura de autores como J.K. Rowling o de Dan Brown que hacen que conecten inmediatamente con las masas? ¿qué hay en algunas piezas de arte contemporáneo que son tan exitosas? Y, sobre todo: ¿el gusto está ligado a la venta y consumo de discos, libros, obras de arte, etcétera?
Decir que los demás tienen mal gusto, es quizá la manera más fácil para ser intolerante. Entender el mal gusto es aprender de lo que Wilson hizo para sentar las bases antes de criticar sin fundamento.
Terminaré con una frase del prólogo del Hornby, que podría resumir el libro de Carl Wilson, y por supuesto, para no hacer ningún spoiler del ensayo principal: “juzgar a esas personas o sus gustos, tanto si se decantan por Céline Dion como por una sinfonía de Schubert, dañará su relación con la cultura de forma profundamente innecesaria”.
Y sí, en el programa Semanario N22 tratamos de entender qué había en el reggaetón por medio de la sección “Cómo leer a…” Hablamos con los productores que han hecho que este género se convierta en lo más vendido de la música en los últimos meses. Porque para poder criticar, hay que entender, como Wilson lo deja claro en Música de mierda.