*Políticos Inocentes
*El Respeto se Gana
Por Rafael Loret de Mola
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Ya lo saben: los salinas, la mayor familia política del país –la primera es, por tradición, la del presidente en ejercicio-, es la crema y nata de los inocentes mexicanos; los demás debemos estar listos para levantar los brazos por cualquier falla personal, sea una copia de vino que induzca al alcoholímetro a remitirnos al “torito” –ya es casi un sello de distinción entre los juniors-, o por encontrar a una pareja dándose un beso a la luz de las estrellas… o lámparas del alumbrado públicos. Nos obligan a seguir la ruta de las “mordidas” como si se tratase de una tradición y, para colmo, estamos expuestos a ser presas de los asaltantes carreteriles en combinación con los cobradores de las casetas.
Nos persiguen todos, el gobierno y las mafias, lo mismo secuestradores hábiles –cuyas voces, curiosamente, están grabadas en el banco de datos del búnker en donde ofició hasta 2012 el nefasto Genaro García Luna -¿lo recuerdan?-, zar de la impunidad al servicio de calderón quien cenará en fin de año más que romeritos deschamps, de paso uno de sus grandes aliados, en la más absoluta tranquilidad-, que narcotraficantes ávidos de esclavos –o mulas como suelen llamarlas- sin importar edades ni filiaciones. La inocentada es creer que todo esto ha desaparecido por la nueva, recurrente, por lo general inútil cruzada anticorrupción iniciada por el clan peña y sus amigos –uno de cada diez mexicanos y esto no es una ingenuidad-.
Los salinas recuperaron todos sus millones y propiedades, específicamente Raúl, aprehendido en febrero de 2005 lo que dio lugar a la farsa de su hermano carlos, el ex mandatario, puesto en “huelga de hambre, en una vivienda humilde de San Bernabé, dentro de las conurbaciones de Monterrey, cubierto con su inolvidable “borrega” muy al estilo de los rancheros que nos llegarían después con hebillas con sus iniciales y botas de charol para para las presentaciones diplomáticas. Pero no se crean mucho: la PGR, a toro pasado naturalmente, ahora presentó una “queja” a un secretario de acuerdos, Fermín Cotero, quien confirmó la sentencia absolutoria para que el rufián mayor de la familia recuperara sus cuantiosos haberes. Ni siquiera tenía el funcionario funciones para ella en ausencia de titular del tercer tribunal unitario penal de la Ciudad de México. Muchos millones, sin duda, se quedan en los puentes entre los justicieros corruptos y los miserables que los avituallan.
Así, volvieron, como palomas negras, doscientos veinticuatro millones de pesos a manos del hermano incómodo mismo al que dejó con la mano tendida Luis Donaldo Colosio, días antes de su sacrificio, para subrayar que sus nexos no confesables no pasarían de diciembre de 1994. Y quien no llegó a esa fecha fue el candidato del PRI que lanzó una perorata para limitar las funciones presidenciales lo que no pudieron admitir el consejero siniestro, Joseph-Marie Córdova Montoya, resguardado desde entonces y protegido por los fox, y el mandatario entonces en funciones, carlos salinas, quien decía no ver ni escuchar pero bien sabía cuánto administraba su fraternal socio. Si no hay infierno, ¡qué buena vida se han dado los salinas! Pero si existe, ¡pobres de sus almas condenadas al fuego eterno! Y pueden, por ahora, reírse cuanto quieran, mientras peña y sus secuaces sean gobierno en este país mil veces desvencijado y otras tantas veces puesto de pie.
La patria no pasa, los hombres sí. Dicen que peña y su “gaviota” son inocentes también y lo son: creen, a pie juntillas que les será posible mantenerse durante los próximos meses, venciendo a la muerte y a la enfermedad que carcome al primero y a la crispación social que ya le ha extendido si certificado de defunción como político y gobernante. Ya no tiene salvación histórica ni la tendrá. De eso estamos absolutamente seguros. Los mexicanos hemos perdido la capacidad de someternos y conformarnos con cuantos regímenes han ido y ya no estamos seguros de poder aguantar más. De hecho, yo ya no quiero pasarme otro año en estas condiciones, bajo el flagelo de los simuladores, de los hipócritas y los farsantes.
La Anécdota
Por allí escuché un argumento que todavía me mantiene desconcertado. Una mujer de bella voz, cantante y madre de familia, tras mis palabras inflamadas contra el mal gobierno –sin jamás pretender la violencia, subrayo para no asustar a las madres de los policías; una de ellas escribió, censurándome que incitara a matar a su hijo lo que fue tan absurdo como desproporcionado-, expuso una teoría para minimizar el peso de las críticas:
–“A mí me enseñaron, desde niña, que deberíamos tener respeto por la figura del presidente de la República”.
Perdónenme pero no pude más. Alcé mi voz y le respondí que hacía tiempo, varios lustros, que esta supuesta figura impoluta no había dejado de infamarnos y, con ello, perdido nuestro respeto. Les recuerdo que el presidente NO es un símbolo sino un servidor público y, como tal, sometido al escrutinio permanente de la sociedad que, en conjunto, ejerce esencial y originariamente la soberanía popular. Tal subraya la Constitución como refrendo del poder colectivo y parapeto de los acomodaticios, los simuladores y hasta los criminales que han pintado de rojo, con la sangre de miles de mártires, la residencia oficial de Los Pinos. Y no sólo me refiero a peña, peñita, sino igualmente a casi todos sus predecesores.
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