/Ana León).- El espectador que se asome a Cuando pensamos que teníamos todas las respuestas, la vida cambió las preguntas no obtendrá imágenes alucinantes que se acumulen en su cuenta de Instagram como las que aparecieron de exposiciones como la de Anish Kapoor o la que actualmente se exhibe de Yves Klein, por mencionar algunas de las propuestas curatoriales más taquilleras que ha albergado el MUAC. De hecho, ésta es una exposición que no ha tenido el mismo despliegue mediático que las antes mencionadas. Esta propuesta que se aloja en las salas 4, 5 y 6 del museo es demandante, exige del espectador tiempo, reflexión y ganas, pues los proyectos del colectivo ruso Chto Delat, que se formó en 2003 en San Petersburgo, se mueven con la misma fluidez entre disciplinas como la filosofía, la crítica, las artes visuales y la escritura.
El activismo artístico y la crítica son entonces la columna vertebral de cada uno de sus propuestas. Partiendo desde el nombre bajo el cual se aglutinan que hace referencia a la novela homónima del ruso Nikolái Chernishevski, publicada en 1863, que promovía la figura del intelectual como aquel que debe educar y dirigir al obrero en Rusia; y también a una publicación de Lenin. Desde entonces y establecidos los parámetros de la discusión, Chto Delat ha desarrollado una serie de producciones artísticas que buscan “politizar la producción de conocimiento” y cuestionar la política cultural rusa al tiempo que la ponen en diálogo directo con el contexto internacional.
En diciembre de 2016 Vladimir Putin (presidente de Rusia en dos períodos: 2000-2008 y 2012-al presente) sostuvo un debate televisado con el actor y director de teatro Yevgeni Mironov, ahí declaró: “hay una línea muy delgada entre lo que yo llamaría un comportamiento ultrajante y libertad creativa […] es una cosa muy sutil […] una línea muy sutil”; el debate se llevó a cabo debido a que su gobierno, en ambos periodos, ha instaurado una política de cero tolerancia a la disidencia desde el arte y a que en aquel entonces la obra Jesucristo Superestrella, que se representaría en Omsk, fue cancelada debido a las quejas de activistas cristianos. En 2014, el cineasta ucraniano Oleh Sentsov fue condenado a veinte años de prisión en Siberia, acusado de terrorismo por hablar en contra de la anexión de Crimea, también han sido perseguido el artista radical Petr Pavlensky, las cantantes del grupo Pussy Riot y el pintor Avdey Ter Oganyan (en una de sus pinturas se lee: “Este trabajo busca el cambio forzoso del sistema constitucional de Rusia”, lo que le valió la censura a ésta y a otras tres pinturas calificadas como “políticamente incorrectas”, piezas que “comete actos proscritos por el código penal ruso”.
Y es que lo que el gobierno ruso considera “libertad creativa” se acota a placer por diferentes vías: en 2002 instauró una ley que si bien busca combatir el terrorismo, también va contra cualquier discurso, publicación escrita, agrupación o idea que el gobierno considere “extremista”, ¿y qué es lo que considera extremista? Tras la intervención de las Pussy Riot en la Catedral del Cristo Salvador, en Moscú, Putin promulgó una ley que castiga las ofensas de los sentimientos religiosos de los creyentes, hasta con tres años de cárcel.
En este constante cambio en las reglas del juego que implantan regímenes como el de Putin es que se desarrolla la propuesta de esta célula artística que busca crear nuevos lenguajes como en Los excluidos en el momentos del peligro (2014), una videoinstalación de cuatro canales, de 57 minutos de duración, que lanza las preguntas: “¿Qué tipo de arte es posible ahora? ¿O será completamente imposible?”. Filme que dedican al militante ruso y figura trágica de la Revolución Rusa, Ippolit Myshkin.
Conceptos como política de la memoria atraviesan la práctica del colectivo, que se pregunta quién decide lo que debe ser recordado y cómo debe serlo. En la pieza La transformación de la monumentalidad (2014-17), el colectivo cuestiona “¿Qué debe cobrar significado para que las próximas generaciones lo recuerden?”. El tema recientemente fue abordado en México en la exposición colectiva Monumentos, Anti-monumentos y nueva escultura pública, curada por Pablo León de la Barra, que al igual que el colectivo, reflexiona sobre las pertinencia y el significado de estas edificaciones en el espacio público. Una serie de imágenes de esculturas “oficiales” aparecen en un muro cuestionando “¿quién tiene derecho a ser conmemorado y crear un valor común que debe ser compartido por la comunidad?”.
Video, obras de teatro, programas de radio, publicaciones, proyectos artísticos, luchas sociales, políticas concretas y derechos laborales de los trabajadores culturales, dan forma a esta visión filosófica del arte y la política en otros tantos proyectos producidos recientemente y que forman parte de la muestra; se presenta, también, #17, El nuevo callejón sin salida Escuela de verano de orientación en Zapatismo, (2017), investigación generada a partir de su interacción con los Zapatistas, en Chiapas. Esta muestra, la primera en solitario del colectivo, es una coproducción del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo y el Museo Universitario Arte Contemporáneo; permanecerá en salas hasta abril.
Fuente: N22