La Habana, 20 ene (PL) La impronta artística de Juan Rulfo (1917-1986) dejó hace tiempo de marcar solo las páginas de México y Latinoamérica para imprimirse también en la literatura universal junto a los grandes innovadores del siglo XX.
Escritor que muchos consideran una especie de rareza, entre los más leídos y principales autores del mundo editorial, integró rápido el grupo de grandes de la narrativa moderna y de lo real maravilloso solo por dos obras: la novela Pedro Páramo (1955) y el cuento El llano en llamas (1950), aunque no fueron las únicas.
La descripción sobre el páramo regional como «terreno yermo, raso y desabrigado», el abandono de la desolación, el trasunto de la muerte precedida por el amor, la luminosidad del sentimiento humano en medio de la sordidez de la pobreza y la guerra, devinieron universales porque retrataron también los de otros páramos del mundo, mediante un lenguaje que situó a Rulfo entre los precursores del realismo mágico.
El colombiano Gabriel García Márquez declaró sobre Pedro Páramo que ninguna otra lectura lo había impresionado tanto después de La metamorfosis, de Franz Kafka.
Para los exégetas de Rulfo, de quien el pasado año se conmemoró el centenario de su natalicio nacido y este 7 de enero 30 años de su muerte, el paisaje descrito por el mexicano es siempre seco y árido, y en él vive gente solitaria, silenciosa y miserable, campesinos que sobreviven sin esperanza en un ambiente construido por la fracasada Revolución mexicana.
«Era raro que no viéramos colgado de los pies a alguno de los nuestros en cualquier palo de algún camino. Allí duraban hasta que se hacían viejos y se arriscaban como pellejos sin curtir», dice en El llano en llamas, publicado en el libro homónimo junto a otros relatos.
Por su parte, Pedro Páramo, que Rulfo afirma escribió en solo cinco meses, es para algunos antólogos un clásico que resume, a la vez, la literatura mexicana del último siglo, cuya tradición novelística también recupera la obra e implementa con maestría las técnicas y experimentos de las vanguardias del siglo XX.
Los olores de Nueva York llevados por Dos Passos a su Manhattan Transfer a principios del siglo XX, fueron traducidos por el escritor mexicano al olor a tierra, sudor y sangre de su región, mediante una especie de profecía del posterior mensaje de García Márquez en Cien años de soledad.
Escritor traducido a más de 40 idiomas (inglés, francés, alemán, turco, hebreo, árabe, alemán, polaco, japonés y, más reciente, el náhuatl), las técnicas narrativas empleadas por Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno ofrecieron en verdad varios aportes.
Su novela, por ejemplo, está contada mediante la combinación de la primera y la tercera personas, aunque avanzado el texto la narración de Juan Preciado se detiene y empieza el monólogo interior de Pedro Páramo como narrador omnisciente.
«Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera.
Le apreté sus manos en señal de que lo haría; pues ella estaba por morirse y yo en plan de prometerlo todo. No dejes de ir a visitarlo ※me recomendó», testifica la narración, incluida entre las 100 mejores novelas hispanas de todos los tiempos por diversos medios y la crítica especializada.