Por Ana León
Este sábado se llevó a cabo la Marcha de las Mujeres en Estados Unidos, a favor de la igualdad y en protesta por el primer año de gobierno de Trump. Las imágenes que muestran diferentes medios de mujeres que desbordan las plazas públicas dejan sin palabras. Es esperanzador pensar que todas esas voces se unen para luchar por una misma causa, que todos esos cuerpos ocupen el espacio público y se fundan en un sólo grito: “Nosotras somos la resistencia”. A favor de la igualdad, a favor de los derechos de las mujeres y en contra de las políticas y pronunciamientos machistas del presidente estadounidense fueron los reclamos de cientos de miles de mujeres estadounidenses, de niñas, de niños y de hombres que salieron a manifestarse.
Chicago, Washington, Los Ángeles y Nueva York son algunas de las ciudades en las que la concentración de personas fue mayor. En lo que va del año ésta no es la única manifestación pública que se ha realizado en EEUU que busca reducir, o mejor dicho, erradicar y evidenciar las prácticas de violencia física, psicológica y de acoso contra las mujeres. En días pasados diferentes miembros del mundo del cine vistieron de negro en la entrega de los Globos de Oro para manifestarse por las razones antes mencionadas. El discurso de la presentadora de televisión Oprah Winfrey incendió las redes sociales, ¿fue bueno o malo o útil?, la respuesta sería subjetiva; sin embargo, la cobertura mediática refrescó el escándalo desatado por los abusos y sobornos cometidos por el productor estadounidense Harvey Weinstein contra diferentes mujeres del medio. Días después, un manifiestode actrices e intelectuales francesas, en donde el rostro de Catherine Deneuve terminó siendo estandarte, criticó las declaraciones hechas por las actrices estadounidenses organizadas a través del movimiento #MeToo.
Abiertamente opuesto a éste y al Time’s Up, el manifiesto publicado en el diario Le Monde, condenó el “puritanismo” desatado por el caso Weinstein. Frases como convertir a las mujeres en “pobres indefensas bajo el control de demonios falócratas”, “la violación es un crimen. Pero la seducción insistente o torpe no es un delito ni la galantería una agresión”, “esta fiebre por enviar a los cerdos al matadero” o “denuncia a tu cerdo”, desataron una nueva polémica. El escrito fue criticado fuertemente por ser supuestamente reduccionista y relativizar el problema. La escritora y periodista, Gabriela Wiener, se preguntó, en una nota de opinión publicada en The New York Times, unos días después: ¿Vamos a relativizar otra vez? “Se trata de enfrentar la violencia de quienes culpan a las mujeres de ser agredidas o de estar muertas”, escribe. Para la escritora, las francesas trivializan las agresiones y aunque no da tregua a sus palabras a las que enfrenta con buenos argumentos, en ningún momento llega a ser agresiva. Esas opiniones se agradecen, buscan el entendimiento sin imposición.
Pero no siempre es así. En México una polémica similar y menos mediática se suscitó debido a la columna de Valeria Luiselli, “Nuevo feminismo”, publicada en el diario El País en febrero del 2017. Ahí, la escritora mexicana radicada en Nueva York e hija de diplomático (agrego esto porque sus condiciones socioeconómicas determinaron la forma en la que fue agredida por atreverse a opinar sobre el tema) habló sobre la primera Marcha de las Mujeres a través de las experiencias de amigas cercanas, en ese entonces escribía “frente a la catastróficamente imbécil realidad actual, todas las mujeres brillantes que conozco han tenido que intercambiar sus ideas por posturas; tenido que remplazar el libre ejercicio del pensamiento complejo por el aburrido derecho a salir a la calle con cartulinas. Haber tenido que rebobinar el feminismo (actual, simplón y reaccionario… se leía en la primera versión) de la era Sputnik me produce largos bostezos. Cuando lo oigo venir me predispongo a una sordera selectiva”. Estas líneas bastaron para que Luiselli fuera fuertemente atacada y satanizada su opinión debido a su posición de “privilegiada” como señalaron sus detractores, entre ellas la escritora Esther M. García,quien descalificaba su opinión por completo debido al origen de la escritora, ¿no es esto lo mismo que hacen los hombres y que tanto critican las feministas, descalificar la opinión de una mujer debido a su origen o a su historia de vida? ¿Por qué apelar entonces a un feminismo que replica las mismas prácticas que busca combatir?
Eduardo Rabasa, escritor y editor de Sexto Piso, en donde la escritora ha publicado todos sus libros, días después del ataque a Luiselli, publicó un artículo de opinión titulado “En defensa de la argumentación”, donde escribía: “¿no es uno de los rasgos definitorios de los líderes demagogos y xenófobos que pululan ahora por el mundo el reducir a categorías inmensas de seres humanos a estereotipos asociados con determinadas características étnicas o raciales? Al acusar en masa, echando montón, virulentamente, a Valeria o a quien sea, a partir de sus características físicas, familiares, profesionales o socioeconómicas (condensadas en el epíteto ‘mujer blanca empoderada’), y no a partir de sus argumentos, ¿no estamos reproduciendo exactamente el mismo mecanismo?”.
Entonces, ¿a qué tipo de feminismo aspiramos? ¿Al que segrega, al que agrede, al que critica? ¿Buscamos desplegar un feminismo lleno de prejuicios, que divida, que radicalice posturas, un feminismo totalitario? ¿Luchamos porque somos mujeres o porque somos seres humanos? ¿Buscamos un feminismo a través de las mismas prácticas agresivas y violentas que criticamos? No trivializo ni descalifico la realidad y la crueldad a la que se enfrentan muchas mujeres y que ha cobrado la vida de miles. Creo que NO es NO donde sea y con quien sea, pero si en ese “Nosotras” solo caben “Algunas”, no creo que logremos construir una verdadera resistencia.
Tomado de N22