Diseño y empoderamiento

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Haré lo que deseo es una muestra que presenta el diseño como herramienta para liberar, mejorar y empoderar a “quienes tienen úteros, menstrúan o se identifican como mujeres” y que toma como base la teoría Queer de Judith Butler

Por Ana León

Deconstruir el género más allá de sus limitaciones ha sido una de las premisas de la filósofa y teórica Queer, Judith Butler. En su libro El género en disputa. Feminismo y la subversión de la identidad (1990), Butler plantea que el sexo es algo natural y que el género es una construcción social. Desde esta postura las curadoras de la exposición Haré lo que deseo. Diseño y empoderamiento femenino, le hablan a sus visitantes, “a quienes tienen úteros, menstrúan o se identifican como mujeres”.

Primero expliquemos el punto de Butler. El libro antes mencionado agitó las aguas pues, en pocas palabras, plantea que el género es un constructo social, es decir, la interpretación cultural del sexo. Somos y no asumimos como hombres o mujeres porque eso hemos aprendido, porque así se nos dice que debe ser, “una concepción que se da dentro de un sistema social marcado por la normativa de género”. Así, desde esta postura filosófica postestructuralista, Jimena Acosta y Michelle Millar Fisher presentan una selección de proyectos de diseño industrial y publicidad, además de artículos y libros, que han buscado “empoderar a quienes tienen úteros, menstrúan o que se consideran mujeres como personas independientes y creativas en un mundo material diseñado, en gran medida, por y para los hombres”.

“Uno carga la lavadora, y ¿qué sale de la lavadora? De la lavadora salen libros”, dice el médico sueco Hans Rosling en una charla TED sobre uno de los mayores inventos de la Revolución Industrial, porque por décadas el lavado de ropa ha sido una tarea destinada solamente a mujeres y que, aunque ahora nos parezca poco creíble o ni siquiera pensemos en ello, ha cobrado la vida de miles de ellas. En Inglaterra, por ejemplo, después de la Primera Guerra Mundial, el promedio de vida de una empleada de lavandería industrial no superaba los 35 años. La lavadora liberó a las mujeres (las menos a nivel mundial) de la engorrosa tarea de lavar prenda tras prenda inclinadas sobre el lavadero. En pocas palabras, la lavadora les regaló tiempo y salud. El video forma parte de una selección hecha por las curadoras que pone de manifiesto cómo la tecnología en consonancia con el diseño ha liberado a la mujer de ataduras sociales y domésticas.

Uno de los tópicos en los debates feministas es la exposición o libre manejo de los fluidos corporales y, en concreto, de la menstruación, “ciclos corporales relacionados con la vida reproductiva que han obligado a las personas a quedarse en casa excluidas de las esferas política y económica”, explica una ficha acerca de la implicaciones sanitaria y social que tuvo el invento de las toallas femeninas en la primera mitad del siglo XX, una mezcla de celulosa y algodón fabricada por Kimberly Clark. Éste no es el único invento que ha mejorado y agilizado la vida de “aquellos que tienen úteros, menstrúan o se identifican como mujeres”, se exhiben también los primeros condones para mujeres, el kit Predictor, lanzado en Canadá y copiado y perfeccionado hasta crear la Prueba a prueba de errores, lanzada al mercado en 1977, convirtiéndose así en la primera prueba de embarazo hecha para ser utilizada en casa.

Fuente: N22

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