Washington (PL) Hace poco menos de un año el presidente estadounidense, Donald Trump, aseguró a los miembros de la Asociación Nacional del Rifle (NRA) que con él como mandatario tenían un amigo en la Casa Blanca.
«Les prometo esto: como presidente, nunca interferiré en el derecho del pueblo de tener y portar armas», expresó el gobernante republicano el 28 de abril de 2017, al intervenir en la cita anual del mayor grupo de presión a favor de la posesión de armamento en el país.
El remarcado compromiso del jefe de Estado con la poderosa organización no era para nada una sorpresa, sobre todo si se tiene en cuenta que, según medios locales, la NRA invirtió más de 30 millones de dólares en 2016 para apoyar a Trump y oponerse a su rival demócrata en las elecciones, Hillary Clinton.
Según el diario USA Today, el gasto del lobby de armas fue notable porque lo convirtió en el grupo exterior más grande y bien establecido de los que respaldaron la campaña poco ortodoxa del republicano. De hecho, los recursos que la asociación destinó tanto a llevar a Trump a la mansión ejecutiva como a criticar a Clinton, fueron más del doble de los que invirtió en 2012 en la carrera presidencial del entonces candidato de la formación roja, Mitt Romney.
Ante el estrecho vínculo existente entre el mandatario y la polémica organización, no es de extrañar que algunas personas se muestren escépticas acerca de la voluntad de Trump para tomar medidas del control de las armas de fuego, que eviten nuevos tiroteos masivos en el país.
El 20 de febrero el jefe de Estado pidió al Departamento de Justicia proponer regulaciones para prohibir los dispositivos conocidos como «bump stocks», capaces de convertir armas legales en ametralladoras. Al mismo tiempo, llamó a fortalecer el sistema de revisión de antecedentes de las personas que compran armas de fuego, y luego se mostró a favor de elevar la edad mínima para adquirirlas de 18 a 21 años.
Los pronunciamientos del jefe de la Casa Blanca, sobre esos temas se dieron en medio de la presión que viven él y los legisladores del país desde el 14 de febrero, fecha del tiroteo masivo que dejó 17 muertos y 15 heridos en la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas, de Florida. Esa masacre despertó gran indignación, llevó a estudiantes de ese y otros centros docentes del país a comenzar un fuerte movimiento con movilizaciones, marchas y actos en los que emplazan a los políticos por la inacción ante los tiroteos masivos.
Los primeros comentarios de Trump, sobre lo sucedido en la institución docente, distaron mucho de las demandas realizadas por los jóvenes, en los días siguientes.
Su primera reacción fue achacar el trágico evento a los problemas de salud mental que padecía el autor del tiroteo, identificado como Nikolas Cruz, exalumno de la escuela, pero entonces no dijo nada sobre cambios de políticas relacionadas con las armas. Luego, en una polémica publicación en Twitter, acusó al Buró Federal de Investigaciones (FBI) de no haber hecho lo suficiente para evitar el tiroteo en Florida, porque, según el gobernante, invirtió mucho tiempo en indagar sobre la presunta complicidad de su campaña con Rusia en las elecciones de 2016.
«Mis amigos fueron brutalmente asesinados y usted tiene el valor de convertir esto en un tema sobre Rusia. No puedo creerlo», sostuvo Kyra Parrow, alumna de la Marjory Stoneman Douglas, sobre el tweet del presidente. Esas posiciones iniciales del mandatario, y la poca voluntad mostrada por él en tiroteos anteriores para debatir el tema del control de armas, hacen que varias fuentes cuestionen si sus propuestas actuales son realmente un cambio de postura del mandatario.
Dado lo ocurrido en otras ocasiones, algunas voces analizan si esas movidas solo buscan ganar tiempo, hasta que el asunto de las armas pase a un segundo plano en la vida política del país. Si sucediera de ese modo, si dentro de unas pocas semanas el tema ya no ocupara titulares ni centrara los debates políticos, no resultaría sorprendente, porque así ha pasado muchas veces en Estados Unidos, y así ocurrió ya bajo la propia administración Trump.
Fue durante su gobierno, el 1 de octubre pasado, cuando tuvo lugar el mayor tiroteo masivo en la historia de la nación: 58 personas murieron y cientos resultaron heridas durante el ataque contra un concierto de música country en Las Vegas, Nevada. Menos de un mes después, el 5 de noviembre, fallecieron 26 personas y 20 sufrieron lesiones en otra masacre de ese tipo registrada en la localidad de Sutherland Springs, Texas.
Luego de cada uno de esas matanzas, se alzaron las voces de quienes reclaman mayores controles de armas, se exigió el fortalecimiento de la verificación de antecedentes, la prohibición de los bump stocks, entre otras medidas, pero ningún paso se efectuó.
Ahora, el movimiento generado por los jóvenes sobrevivientes de la secundaria de Florida y muchos solidarios con ellos en todo el país parece ser muy fuerte, como muestra el hecho de que el gobernante ya celebró varias reuniones en la Casa Banca, acerca de la seguridad en las escuelas.
Dicen que leyes duras sobre las armas no disminuyen la violencia armada. Dicen que un buen tipo con un arma detiene a un mal tipo con un arma. «¡Mentira!», expresó Emma González, una de las alumnas de la secundaria de Florida, en un poderoso discurso muy difundido en las redes sociales.
Le voy a preguntar cuánto dinero recibió de la NRA. No importa, porque ahora lo sabemos, 30 millones de dólares. Dividido por el número de víctimas por arma de fuego en el primer mes y medio este 2018, da unos cinco mil dólares. ¿Eso es lo que estas personas valen para usted, Trump?, increpó al mandatario.
Condenas de ese tipo repiten continuamente los adolescentes tocados por la tragedia; sin embargo, queda por ver hasta dónde estarían dispuestos a llegar los políticos divididos entre las demandas de la población y la influencia de la NRA. Más allá del propio Trump, quien en medio de la discusión actual alabó a los líderes de esa organización y los calificó de «patriotas», casi todos los legisladores republicanos han recibido dinero de la asociación.
Entre los más beneficiados por donaciones y otros gastos se encuentran los senadores John McCain (más de siete millones en su carrera) y Marco Rubio (tres millones). Para la cadena NBC News, solo se sabrá si Trump, realmente tendrá un cambio de política con relación al control de armas, si la Casa Blanca todavía habla del tema dentro de una semana y envía una verdadera legislación al Capitolio.
De momento, los pasos anunciados por el presidente son solo una parte de las demandas de los jóvenes lanzados a las calles, quienes también exigen prohibir los rifles de asalto, y leyes hechas con sentido común. Además, como varias fuentes advierten, resulta una interrogante si se podrá reunir suficiente apoyo en el Congreso para aprobar cualquier proyecto de ley, sobre el control de armas.
Mientras tanto, la posición de la NRA es culpar a la seguridad en las escuelas y al FBI del tiroteo en Florida, y asegurar que será más fuerte que nunca.