Depeche Mode: ¿Dónde está la revolución?

Dónde está la revolución
La banda británica sigue tratando de encontrar respuestas, a través de la música, a las preguntas que lanzaron hace casi cuatro décadas

Por Perla Velázquez

Depeche Mode regresó a la Ciudad de México. “Revolution” de The Beatles fue la antesala para recibir a los oriundos de Basildon, Inglaterra. Los gritos no se hicieron esperar, las luces están apagadas y en cualquier momento los integrantes saldrán. Han pasado casi nueve años desde su última visita al país. Tres pantallas: dos a los costados del escenario y una al centro. Todas se encendieron y cuatro de los cinco músicos ya estaban en su posición, sólo faltaba Dave Gahan, quien apareció al escuchar las primeras notas de “Going Backwards”, en un pasillo que se instaló enfrente de la pantalla central. Su voz y su baile es inigualable.

“Where’s the revolution?” sonó a la mitad del concierto. En la canción, Martin L. Gore escribió: “Come on, people. You’re letting me down” (Vamos, gente. Me estás decepcionando) y es que la lírica habla sobre el empoderamiento de las masas para exigir un cambio, de ser ellas quienes tomen las decisiones. Pero, en ¿dónde está la revolución?, se cuestiona en la canción. Mientras la voz de Dave Gahan interpretaba lo escrito por Gore, en las pantallas se reflejaban animaciones: unas botas caminando, que más tarde se juntarían con un martillo. Este último también dio paso a la siguiente canción: “Everything counts”.

En el libro Postpunk (Caja Negra, 2013) de Simon Reynolds, el crítico dice que Depeche Mode empezó haciendo música a base de guitarras y con el tiempo adquirieron sintetizadores, con los cuales hicieron una buena cantidad de canciones electropop “pegadizas y simpáticas”, como “Just can’t get enough”. Fue esta fórmula la que los llevó a subir en los rankings y ganarse al público adolescente.

Más tarde, cuando el éxito estaba volcado hacia ellos, su lírica cambió. El primer indicio de la nueva etapa de la banda fue “Everything counts”, explica Reynolds, canción con “una letra torpe, aunque honesta contra el gobierno de Thatcher: ‘The grabbing hands graba all they can […] It’s a competitive world’ (Las ávidas manos toman todo lo que pueden […] Es un mundo competitivo)”. Además, en el álbum que se lanzó el sencillo, Construction time againen la portada se puede ver un martillo, símbolo del poder de la clase obrera. El mismo martillo que aparece 35 años más tarde en la pantalla de su concierto en el Foro Sol.

Depeche Mode sigue tomando el escenario y los micrófonos para obtener respuestas, las preguntas las lanzaron hace tiempo. Sin embargo, las respuestas no han llegado.

Un sindicato en contra de los sintetizadores

Andrew Fletcher está a mitad del escenario detrás de sus sintetizadores, instrumento característico de la banda. Vestido con ropa oscura y unas gafas que no permiten ver sus ojos directamente. Baila lo necesario y sonríe poco, cada que la gente lo ovaciona. Pues a pesar de estar en una tarima el show lo están dando todos.

En 1982, el pop electrónico se había vuelto omnipresente en Inglaterra, por eso el sindicato de músicos intentó limitar el uso de sintetizadores. Su objetivo era proteger a los músicos que tocaban en orquestas. Incluso Pete de Freitas, de Echo and the Bunnymen dijo que “los sintetizadores no eran para experimentar: en general, las bandas lo único que hacen es usar los sintetizadores para tocar canciones muy ordinarias”. Depeche Mode entró en el mundo del synth pop, género que estaba abanderado por el dúo británico Soft Cell.

Al principio del recital, todos los instrumentos suenan ahogados, incluso la voz no suena tan fuerte. Pero a la gente pareciera no importarle, los movimientos de Dave Gahan provocan que algunas de las gargantas del público se desgarren. El cantante camina hacia los sintetizadores de Andrew Fletcher y el inicio de “Precious…” es inconfundible. Gahan lo dirige con sus manos y regresa para bailar y cantar: “Precious and fragile things” (Cosas preciosas y frágiles).

En Estados Unidos, las opiniones sobre el uso de sintetizadores estaban divididas, explica Simon Reynolds: “para muchos fanáticos del heavy metal, los teclados eran instrumentos de ‘maricas’ y su presencia indicaba la ruina del verdadero metal”. Las alternativas musicales de aquella década de 1980 apuntaban a Mötley Crüe y “a la escena del punk hardcore que estaba dominada por físicos atléticos y machistas, por eso la única alternativa era voltear a Inglaterra y hacerse fan de Depeche Mode”.

Dave Gahan tiene movimientos sensuales. Se toca a sí mismo al bailar. Disfruta extender los brazos y girar, una, dos, tres, cuatro, cinco vueltas o más. La fuerza que tiene en el escenario es impresionante: corre por el pasillo que se instauró entre la gente, regresa con Martin L. Gore y se recarga en su espalda. Regresa a cantar, saca la lengua, va hacia las cámaras que transmiten todo en las pantallas, baila sensualmente frente a ellas. Desde que la banda pisó la Ciudad de México por primera vez en 1993, Dave ha bailado de la misma manera.

Desde que David Bowie inició su carrera, en el imaginario estadounidense lo inglés tenía resonancias homosexuales. Depeche Mode también fue visto así y para aquellos que se sentían apabullados por la excesiva masculinidad del rock estadounidense, Inglaterra parecía un refugio simbólico, “una utopía de la androginia”.

Un plus no menos importante

Depeche Mode sabe qué papel juega. Son de las pocas bandas que aún llenan estadios. Los boletos se vendieron hace casi un año y se agotaron en poco tiempo. Los tres músicos principales hacen bien su trabajo. Martin L. Gore está del lado derecho del escenario, pocas veces se mueve hacia sus compañeros. Parece que desde ahí tiene una buena vista.

En los primeros años de la creación de la banda, Gore cambió su look y decidió utilizar un chaleco de cuero. En el Foro Sol aparece con este atuendo, más uñas pintadas de negro y ojos delineados. Su mirada es penetrante y cada que parpadea, el negro de su ojo hace que se vean más profundos.

Martin es la cabeza de la banda. En el show además de tocar la guitarra canta dos canciones acústicas: “Insight” y “Strangelove”, con la cual abre el primer y único encore. Su voz es fuerte y deja a todos perplejos en el público. Él es autor de muchas de las canciones del último disco que da nombre a la gira “Global Spirit Tour”.

En una entrevista con el periódico El Clarín, Andrew Fletcher dijo que “siempre han escrito canciones políticas, sólo que usamos analogías sexuales o religiosas para hablar de esos temas importantes. Lo que pasó en Spirit es que cuando Martin escribió las canciones, hace más de dos años, estaba muy enojado con el mundo. Y ahora todo está peor”.

El final se percibe cuando suenan los primeros acordes de “Personal Jesus”. Alguien en la tribuna grita “Behind the Wheel”, otra persona dice: “será para la otra, con esa (“Personal Jesus”) siempre cierran”. Y es que hubo una descarga de energía en el escenario y en el público con las últimas canciones: “Walking in my shoes” y “A question of time”.

El baterista y tecladista que acompañan a los integrantes principales se reúnen en una hilera y agradecen, el último en salir es Dave Gahan, quien ha asegurado que el nerviosismo siempre lo invade en las presentaciones. Depeche Mode se ha retirado del escenario y con ellos solo un poco de las ganas de sus fans por escucharlos y verlos.

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